sábado, agosto 04, 2007

Poderoso señor don dinero

Poderoso señor siempre fue don dinero, pero parece que en este nuevo milenio es aún más poderoso. Tal vez será porque actualmente hay más cosas que el dinero pueda conseguir. Hoy con la liberación de los mercados se puede comprar cualquier tipo de adelanto tecnológico (inclusive los que permiten vivir mejor), todo tipo de caprichos culinarios, el acceso a lugares vedados en otros tiempos. Se pueden obtener casi todos los máximos placeres que se puedan pensar en cualquier terreno. Parece como si con dinero se pudiese conseguir todos los lujos que están en el mercado y los que uno se imagina.
Ahora bien, para conseguir el dinero hay tres caminos, no excluyentes, que se pueden tomar: el golpe de suerte, o sea el azar directamente, el trabajo sostenido en rubros que hoy den dinero de forma exponencial (pues conozco mucha gente que nace, vive y muere trabajando y no puede conseguir el dinero que ostentan gente que trabaja en ciertas cosas) y, finalmente, la política. Entendida esta como el uso del presupuesto total de un grupo de personas para beneficio y consecución de los lujos propios.
Este último sistema de obtención del “poderoso señor” es realmente llamativo y curioso. Pues creo que es un sistema de inversión particular que utilizan ciertas personas, basándose en un sistema fallido, como es el democrático, para generar una curiosa ecuación que beneficia, de manera principal a los primeros. De ese modo, en la realidad de muchos países, los políticos son aquellos que establecen un presupuesto en el que sus salarios, beneficios pecuniarios, lujos de viajes, gastos personales están cubiertos por el estado y que eso lo hacen con el propósito de producir condiciones para apropiarse del patrimonio de los beneficios que le corresponden al pueblo. Construyen, para esto, una falsa sensación de ser responsables directos de lo que le corresponde a los dirigidos por definición. Se ha transformado en tan secundario que el estado brinde lo que el pueblo quiere, que cuando lo hace es mérito del gobierno en si mismo. Es altamente curioso, si pensamos que el político es un gestor de los dineros públicos que el pueblo elige en un sistema que lo encarcela. El pueblo quiere que lo primero que exista sea, por ejemplo, salud y educación y luego los beneficios políticos. Pero en realidad eso no pasa, primero hay beneficios políticos, luego más beneficios políticos, luego beneficios para los que apoyan a los políticos y finalmente algunos beneficios aislados para los gobernados, siempre y cuando el presupuesto alcance.
Este sistema apoyado sobre el poder producirá siempre este tipo de situación, pues está incluida en su propia concepción de la estructura gobernante. Modificar esto conlleva discutir seriamente el orden de prioridad, darnos cuenta que ninguna estructura política puede tener más beneficios que el pueblo en si mismo. Para ello hace falta cuestionar severamente el principio, inexplicablemente aceptado, que dice que ser político implica beneficios, lujos y poderío económico.
Estamos tan lejos de eso, como de hacer que nuestros sistemas de gobierno preferidos sea el que contemple el bien común, basado en la solidaridad como premisa basal, como norma insustituible para el ejercicio del poder. Que en definitiva es construir gobiernos que sean capaces de defender los derechos humanos más allá del propio gobierno incluido.


Sábado, 02 de abril de 2005

miércoles, agosto 01, 2007

Si Dios existe


Si Dios existe, se divierte con los seres humanos. Va eligiendo al azar a quien favorecer y a quien joder, los elige sin ninguna razón verdadera, utilizando los argumentos más disímiles con pruebas irrefutables de poca coherencia. Produce beneficios y maleficios con demostraciones de casualidad aterradoras. Es como si en su cielo tan lejano, las diversiones escasearán y entonces, cuando se aburre, cosa que parece ser muy seguido, decide hacer algo en la tierra (o a lo mejor un rato por aquí y o luego por otros planetas, en los cuales tal vez haya otros seres reclamando su existencia). Así hace alguna travesura por algún sitio y da caricias por otros. Dejando que los seres humanos nos acomodemos a su humor peregrino, traducido por los teólogos con el muy difundido, “el señor escribe recto en líneas torcidas” o el también conocido, “los caminos del señor son inescrutables” y con eso se va por la vida aceptando su laberinto de decisiones y sus juegos entre infantiles y crueles.
No siempre, pero desde hace bastante, pienso que si Dios existe o no, no es algo que nos corresponda dilucidar. Vaya a saber porque razones desaparece y aparece con una lógica que no se racionaliza. Si Dios existe, como diría el viejo Woody, espero que tenga una buena excusa para ser tan arbitrario en sus apariciones. Si dios no existe, suerte que lo creamos en tantas ocasiones.
En definitiva lo que importa no es saber si existe o no. Lo que importa es, simplemente, que cuando se aparecen puntualmente nuestras necesidades seamos capaces de aferrarnos a ese madero en el océano, es decir seamos capaces de recurrir a él, exista o no. Pues, tal vez, en esos momentos, más que nunca lo re-creamos, y él se aparece puntual allí. No como una prueba de su existencia, sino como prueba de nuestra capacidad de crear una imagen que les dé un remanso de paz a nuestras necesidades profundas, un poco de clemencia a nuestras dudas, y algún atisbo de esperanza y tal vez, sobre todo esto, una razón para nuestra inquebrantable ambición de trascendencia.


E. Domingo, 17 de Julio de 2005

lunes, mayo 21, 2007

Prostitución: entre la gramática y el sentido común


No es lo mismo un sustantivo que un verbo. Ni tampoco es lo mismo un verbo que un adjetivo y menos que menos un gentilicio es igual a un individuo. Mi abuela diría “chocolate por la noticia”. Si, es obvio y no hace falta mucho para probarlo. Sin embargo, en lo cotidiano parece ser que olvidamos esas diferencias y pasamos, sin pausa, de un lado para el otro. Así, trasponemos ideas, extrapolamos definiciones y hacemos una ensalada de sentidos para conseguir lo que se quiere.
En sexualidad, sea la que se pretende científica tanto como la común, la que se manifiesta en los discursos, existe una preponderancia de este tipo de extrapolaciones. Veamos un ejemplo: prostitución, prostituta, prostituir, prostituirse. Están relacionadas pero no es lo mismo. Parece evidente cuando se ponen las cuatro cosas en la mesa, pero comienza el debate tendencioso cuando se quiere hablar de las diferencias entres estos términos.
Veamos las definiciones que ofrece el Diccionario. Prostitución: acción y efecto de prostituir y Actividad a la que se dedica quien mantiene relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero. Por su parte prostituta es la Persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero. Prostituir significa Hacer que alguien se dedique a mantener relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero. Prostituirse es un verbo reflexivo y significa que uno ejecuta para si mismo la acción de prostituir. Parece lo mismo, pero hay sutilezas que son la base de toda la cuestión.
Podemos resumir diciendo que la prostitución es algo genérico, mientras que la prostituta es una persona y, finalmente, que el prostituir es una injerencia sobre una persona. Tres cuestiones que tienen problemáticas particulares y obviamente, soluciones particulares.


Empecemos por ver la persona. Una prostituta es una persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero, agrego o especies. Más allá que todos nos empeñamos en creer que sólo el amor gobierna las relaciones sexuales de muchos de nosotros, el trocar algo por sexo es mucho más común de lo que queremos ver. Por favor, no caigamos con esto en decir que “todos y todas somos prostitutos”, porque hay un trecho muy largo.
Lo cierto que la persona debería poder elegir cuando mantener relaciones sexuales, en que condiciones y, también, a cambio de que, sea ese cambio, espiritual, sentimental, erótico o material. Es decir que apegándonos a la definición ser prostituta es una decisión individual que no establece, en principio, un comportamiento, sino una decisión. En este caso, lo que debemos exagerar los cuidados, es que ese cambio de relaciones sexuales por algo, sea hecho con la mayor de las libertades, el mayor empeño en protección y en satisfacción personal. He aquí donde entra el desafío de la educación sexual coherente, intensiva, permanente e integral.
La prostitución es, por otro lado, una actividad de un grupo humano. Donde entran en juego, como toda actividad humana, reglas, normas y problemas de consideración sobre los límites. Allí, la sociedad no está uniformizada. Algunos pretenden y lograron oficializar la actividad y otras sociedades todavía pretenden eliminarla o dejarla en lo marginal. Es aquí donde el debate social sobre lo que la sociedad pretende seguir como norma de bien común, los límites que su cultura permite y los recursos que dispone permiten hacer viable una decisión mucho más grande.
Lo tercero es el hecho de prostituir. Aquí no hay discusión posible. Prostituir es violentar. Una violencia que afecta, más que otras, la integridad de la persona. El prostituir no implica debates muy complicados. La sociedad debe prevenir el delito y para eso debe sancionar al violento y proteger, con todos sus recursos, a la víctima. Quien prostituye es el violento y la prostituta, en este caso, es la víctima. Sabiendo que, algunas veces, la sociedad es responsable de ser quien violenta.
No podemos confundir más lo que la gramática deja claro, porque en esa confusión siempre sale beneficiado el violento y perjudicado las víctimas. Seamos, finalmente coherentes con la idea de bien común que tenemos: libertad para que las personas puedan decidir por ellas mismas, respeto para las decisiones personales que no atenten contra nuestro futuro y fortaleza para defender los derechos humanos contra cualquier actividad que viole esos derechos. Tal vez así, podamos aspirar a la meta más inocente e esencial que deberíamos aspirar: felicidad para todos y todas.

sábado, mayo 19, 2007

L'homo sapiens es el homo interpretatis

Biológicamente el ser humano es conocido como “homo sapiens”. Esto surge de dos palabras de origen latino: homo por hombre y sapiens para sabio, racional. Tal vez la confrontación con el animal facilitó pasar a ser racional y sabio sin necesidad de mayores pruebas que ser bípedo y poder pronunciar algo más que gruñidos y otros ruidos. Sin embargo, esto, lo sabemos ampliamente, no refleja la realidad del ser humano. Ya que, nuestra especie pocas veces llega a ser realmente “sapiens”; el resto del tiempo se esfuerza por ser lo contrario. Entonces, ¿qué es nuestro antiguo homo sapiens?
Podemos concordar que el ser humano deja de ser animal cuando introduce en la evolución la dimensión del lenguaje como herramienta para intercambiar con los demás (esto no es un dato de la evolución etológica de las especies sino la simbolización de lo que diferencia a los seres humanos de los animales). El sistema de lenguaje, que evoluciona con el ser humano, permite principalmente la construcción de sistemas de interpretación para todo lo que le rodea. Esto es la clave mayor que define la historia de la humanidad, que implica la vida del individuo y sus interrelaciones. No está de más recordar, en este punto, que el ser humano existe por que existe una sociedad y que la base de ella es un par de personas (aclaro antes que algunos utilicen incorrectamente estas ideas, un par de personas no define otra cosa que un par de personas, una que nombra y otra que es nombrada).
Podemos decir, en función de esto que la humanidad ha construido su historia mediante el tejido de explicaciones para las cosas que la realidad le deparaba y las inquietudes que surgían a su paso permanentemente. La mitología, la religión, el abuso del poder fueron diferentes mecanismos utilizados para tratar de ir explicando la realidad y luego imponerla de algún medio para que sea aceptada como “una verdad indiscutible”. Sin dudas que esa interpretación le permitía el poder vivir. Explicaciones simples o complicadas, inocentes o científicas, basadas en el sentido común o en el principio de Deus ex- machina, interpretaciones aceptadas tranquilamente o impuestas por la fuerza, definieron siempre las relaciones humanas desde la infancia hasta el entretejido social.
Más allá de nuestras buenas intenciones la subjetividad marca esas interpretaciones que desfilaron a lo largo de la humanidad y que aún llegaran hasta el fin de los tiempos (si, es un poco apocalíptico dicho de esta manera pero bien vale la imagen). Por ello creo que la definición que mayor le corresponde al ser humano es el de “homo interpratitis”.
Esto, debo completar, no implica que no existe verdad posible y que todo es válido porque todo es interpretación. Todo lo contrario, creo. La interpretación es la capacidad del hombre de explicar las cosas. Esto es exclusivo del ser humano en este mundo conocido. Pero también lo es la capacidad de respetar al otro, de ver en el otro una persona que puede ayudarnos a interpretar las cosas de un modo mejor pensando en el bien común. También es humana la capacidad de comprender que el bienestar de todos es parte del desafío que nos haría llegar, quizás, con mucho esfuerzo, paciencia y esperanza, a convertirnos, algún día, aún lejano, en un verdadero “homo sapiens”.

viernes, abril 13, 2007

Creer en el ser humano

Creo en el ser humano. Creo en su capacidad de hacer el bien a pesar que el mal paga mucho mejor. Creo en su capacidad de ser solidario cuando todo invita a ser egoísta y, encima, los egoístas son vistos como paladines de la generosidad, al dar mucho pero nunca lo propio. Creo en la posibilidad de que sea el ser humano quien revierta el universo de destrucción que él mismo ha creado. Creo, con ilusión tal vez, que un día el ser humano pueda despertarse de la pesadilla donde suele perderse, en sus días de ambición y de gloria falsa. Creo en ello, porque es así que se puede respirar un poco de esperanza. Quizás, porque esperanza es lo único que nos permite la locura de vivir en este mundo que se esfuerza en mostrarse como condenado al suicidio.
Pero no seamos ingenuos. Esa esperanza tiene que apoyarse en tierra firme y no sólo en castillos en el aire. Necesita, para transformase en opción, partir de la construcción de cimientos reales. No alcanza ya con creer en el ser humano como canto de esperanza y alabanza vacía. Tenemos que procurar desafiar el destino escrito y que se muestra como inapelable. El futuro son árboles que tienen que crecer y para ello únicamente existe una tierra que debemos cultivar, la nuestra.
Cultivar tiene sus secretos, sin dudas, pero existen algunas cosas lógicas que todos aprendemos casi sin esfuerzo. Para cultivar hace falta remover la tierra, tirar las malezas, poner semillas, darle luz y agua, evitar que la pisen, proteger los retoños cuando están creciendo. Si la tierra no está perdida, raíces, frutos y sombra tendremos en nuestro futuro. Sino, solo esfuerzo malgastado. Aunque también tiempo ocupado.
La metáfora es útil. Sólo es cuestión de aprovecharla. El esfuerzo es necesario, eso lo sabemos. Pero, ¿estamos dispuestos a hacerlo? Esa es la pregunta clave. ¿Trabajar por lo que es invisible, tanto tiempo? ¿Esforzarse con ahínco por algo que los demás pueden destruir? ¿Sacrificar tiempo y espacio sabiendo que los frutos serán para otros, como tantas veces?
Sembrar es más que apostar por la riqueza del suelo, es creer que es posible otro jardín, un jardín donde la belleza sea para sentir, oler, respetar y no para poseerla. Es pensar en la huerta, donde el alimento sale de la tierra, el trabajo nos une, la comida se comparte, el estar vivo es la realidad que nos hace ser felices. Un ser feliz por estar allí y por estar con el otro y no por tener.
Porque creo en el hombre sigo imaginando que podremos darnos cuenta que la verdad es que no importa la dimensión del campo que tengamos porque, en definitiva sólo un árbol necesitamos para cuna, sombra, fruto y ataúd.

28 de septiembre 2006

miércoles, abril 04, 2007

El difícil arte de disentir.


Nada define mejor una forma de relacionarse de forma productiva, creativa y revolucionaria que la capacidad que tengan los que la forman de disentir. Esto vale también para un gobierno cualquiera. Desde hace tiempo se ve, claramente, que esa capacidad/arte está perdida o, seamos compasivos, seriamente damnificada. Disentir es un recurso que tienen, exclusivamente, los seres humanos. Ellos son capaces de construir ideas, definir elementos y presentar interpretaciones sobre la realidad. El disenso, en su modo más conocido, se resume con la idea de “no comparto lo que estás diciendo”.
Disentir implica necesariamente la presencia de dos posiciones diferentes sobre algún punto. Sean estas diferencias sobre formas o fondo de la cuestión, implica que, de forma equivocada o con matices, la realidad puede ser vista de otro modo que el que estoy viéndola. No pretendo en estas líneas definir lo que es verdad o mentira y si existen posiciones que son inaceptables desde cualquier punto de vista racional (agrego, si creo que existen posiciones que no deberían ser defendidas bajo ningún punto de vista. Cito, por ejemplo, la pedofilia, el genocidio, la corrupción, el abuso sexual).
Lo que estas palabras pretenden mostrar y defender es que la capacidad de disenso es una herramienta excesivamente valiosa que se tiene para construir algo mejor y que percibo que la desaprovechamos permanentemente.

Hemos construido un mundo de divisiones, donde englobamos rápidamente cualquier cosa bajo etiquetas que desfiguran cualquier análisis. Así, lo primero que queremos es saber, antes de comenzar a hablar o lo más rápido posible, si nuestro interlocutor es de izquierda o de derecha, revolucionario o conservador, burgués o trabajador, pro cualquier cosa o anti esa misma cosa. Una vez hecho esto es más fácil atribuirle los defectos que le atribuimos a todo el grupo o bendecirlos con las virtudes que nos atribuimos en el grupo al que nosotros nos asimilamos. El disenso, se convierte, por lo tanto en una lucha despiadada con objetivos de aniquilación intelectual y, la historia lo refleja, en algunos casos de la aniquilación total.
Disentir es mucho más que estar en contra, es permitirnos la posibilidad de ser humanos, que implica tanto acertar en nuestras interpretaciones como errar, pero que, envuelve, maravillosamente, la capacidad de rectificar y avanzar aún mas. Sólo porque existe el disenso somos capaces de construir mejor una relación sea personal o colectiva.
Sería bueno pensar que tenemos que desconfiar seriamente de todas aquellas personas que culpen al disenso de todos los males, que ejecuten, por los medios arteros o por la palabra, a quienes disientan de sus palabras. Desconfiemos porque esas personas están perjudicando la posibilidad de avanzar en la superación de nuestras limitaciones.
Disentir es un arte que es muy difícil de manejar. Quizás tan difícil como fundamental para la construcción de una relación y una sociedad justa, eficiente, creativa, inclusiva, equitativa y libre. El tiempo que demoramos en desarrollar el arte de disentir es el tiempo que mide nuestro atraso.

Miércoles, 04 de Abril de 2007

viernes, enero 05, 2007

Saddam, la horca y el año nuevo

El año termina con la muerte por pena capital de Saddam Husseim, un criminal de aquellos. Un tipo que supo tener una dictadura feroz durante años, sin ninguna preocupación y con escasos cuestionamientos sobre si lo que hacía o dejaba de hacer estaba dentro de lo razonable o justo. Fue muerto por sus crímenes y con ello “pagó” por la matanza de unas personas, según debe rezar la sentencia condenatoria, escrita, seguramente, con la jerga necesaria para justificar la muerte. Salvo familiares (ni siquiera todos, tenía enemigos hasta entre los hermanos) y algunos más (hay gente que siempre tiene buena imagen de los dictadores pues, por la rueda de la casualidad, recibieron algún favor de ellos en algún momento) nadie lo llora ni lo lamenta. Esto sin estar de acuerdo con la estúpida diatriba del tonto del norte (el mundo estará más seguro sin él). Parece que allí termina el cuento, pero me permito la reflexión.
Antes de todo lo digamos: Estoy en contra de la pena de muerte. Lo digo de forma tajante, pues esto debe ser así (recordando que opinión personal siempre dura hasta que las circunstancias próximas nos ponen en jaque). No creo que haya crímenes que merezcan la muerte por más que defiendo a ultranza que no puede haber crímenes prescriptibles cuando tocan la vida, la dignidad y la libertad humana. Saddam fue muerte por los crímenes que les permitieron porque no existen mecanismos ciertos y, sobre todo, ejecutores confiables de esos mecanismos, para impedirselos. Saddam ha muerto pero con eso no evitamos que tantos hayan muerto por sus caprichos de poder y su antológica forma de odiar al mundo. Lo sabemos, antes se le permitía hacer ciertas cosas porque no perjudicaban sino favorecían a ciertos poderosos y, por lo tanto, ahora se merecía el castigo porque la suerte cambió. Sus crímenes siempre fueron crímenes pero hoy la justicia pudo llegar. Pero no llegó para aquellos que fracasaron para contener sus excesos, sus muertes, sus ultrajes, su tiranía como la de tantos otros (militares argentinos y triple A, los estoy recordando). Fracasaron los mecanismos necesarios, las actitudes importantes y la fuerza para hacer frente a una situación deshumanizante.
¿Qué podemos aprender de esto? ¿Qué importancia tiene esto para este fin de año? Creo que la misma que establece el dicho popular al simplificarlo de una forma impactante: “de nada sirve llorar por la leche derramada”. Saddam ya está muerto y se terminó su historia. Sólo los estúpidos encuentran que ello resuelve algo. Pues los problemas que representa y que importa, los originados por el abuso del poder y por la impunidad como posibilidad cierta, no se resuelve por la muerte de un dictador (que reciban el castigo siempre, sin discusión) sino por darnos cuenta que los mecanismos de control del poder tienen que ser mucho más aceitados, deben ser permanentemente actualizados y aplicados con convicción porque ellos deben impedir que los crímenes del poder se cometan.
El año nuevo comienza, lo celebremos y nos comprometamos en procurar ser más celosos para evitar el abuso de cualquier poder, sea en las pequeñas cosas, sea en las pequeñas reuniones de personas, sea en nuestro papel como ciudadanos. Tal vez así estemos haciendo ese salto que la humanidad todavía esta reclamando a gritos: ser más humana.

Domingo, 31 de Diciembre de 2006

Entrada destacada

Deseos 2020

Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcio...