martes, agosto 19, 2008

De eso no se habla




El ser humano alcanza su humanidad con la palabra. Es, definitivamente, por este medio que su esencia se muestra en su plenitud. Adquiere sus mejores colores y pasa a ser una especie superior, capaz de redescubrir el mundo, reconstruir la naturaleza y definir las mejores formas para elevarse un poco más. Indudablemente es, con la palabra, que el ser humano se hace rey de la creación y dueño absoluto del porvenir. Hasta que decide, por medio de la palabra, que la posibilidad de destruir, de hacerse dueño del otro por el poder es una opción que también da la palabra. Las dos cosas como si fueran cara y ceca de su naturaleza. Así, al descubrir que la alteridad es la génesis de la humanidad y que ella sólo puede sortearse por la palabra como puente y hacia el otro es donde descubre que al mismo tiempo que puede recrear al otro (y ser recreado por el otro) también puede destruirlo y ser destruido. Al tomar conciencia de la dualidad inmersa en su propia humanidad debe tejer una red de constructos para hacer frente a su propia naturaleza: acercarse al otro o abandonar al otro.

Sin embargo, aún nos resistimos a dejar fluir la palabra y la utilizamos para confeccionar un entrecortado conjunto de significados que nosotros mismos y los demás debemos saltear como una carrera de obstáculos o un laberinto del minotauro al tener que omitir una cantidad de cosas esenciales.


Todos y todas tenemos que aceptar que existen un sinnúmero de fenómenos, eventos, situaciones, vivencias y sentimientos que es mejor callarse, no decir ni una palabra. Hasta aquí todo parece razonable, simple medida de protección. Pero la palabra nos impone la tarea cruel de tener que construir nuevas palabras para hacer invisible lo que es visible, de contornear obstáculos que se presentan como montañas y que no podemos mencionar y de callar sentimientos que nos sacuden. De este modo el “de eso no se habla” implica no el callar las cosas sino, necesariamente, gritarlo de otra forma. Frente a ello tenemos que desafiarnos un poco más y volver a construir nuevos mecanismos para edificar razonamientos, con palabras, que justifiquen que no hablamos de lo no hablado pero que al no hacerlo estamos hablando y por ese hablar no estamos hablando y así, sucesivamente casi, ad-eternum….y pensar que todo se solucionaría con simples palabras.

lunes, 18 de agosto de 2008


domingo, agosto 17, 2008

Discriminación

El germen de la discriminación radica en el desprecio. Cuando despreciamos a otra persona, por sus formas, por sus gestos, por su “lo que fuera” estamos creando el caldo de cultivo para la posibilidad cierta de la discriminación. Por ello, creo, que una de las formas políticas que potencian la discriminación son los discursos asentados sobre la falacia que todos somos iguales. Creo, firmemente, que las diferencias existen. Es más, estoy convencido que ello es el sustento esencial de la creatividad humana. Combatir las diferencias es luchar contra la única posibilidad que tenemos los seres humanos de recuperar humanidad, como dice Sábato. La desigualdad y la inequidad es harina de otro costal, lo digamos definitivamente y es nuestra obligación luchar sistemática, formal y categóricamente contra ellas.
Cuando decimos que no existen diferencias entre el conocimiento adquirido por haber estudiado un tema y el de la experiencia estamos despreciando, estamos creando una estúpida sensación que nuestro público es infradotado. Si, es verdad que todos aportamos para construir un conocimiento cuando se trata de experiencias vitales que muchas personas pueden pasar. Pero de allí a caer en la simplicidad que no tiene ninguna importancia si has estudiado, investigado un tema porque el conocimiento es algo exclusivamente de todos por el sólo hecho de estar presentes es menospreciar a quien sabe que nos falta siempre aprender mucho sobre todo.
Los discursos más lindos y que se presentan como integradores, mágicos sobre lo bueno de las personas como lo único real, son discursos peligrosos, fomentan la mentira, la discriminación y estimulan la violencia, aunque, obviamente, parezcan un deseo, una intencionalidad contraria a esto.
Decir que todos somos iguales cuando las diferencias son tan notables entre los que tienen derechos a la impunidad y el resto es ser crueles con la lucha por la equidad.

jueves, 15 de mayo de 2008

Confesión

Dios nunca hace nada. siempre hacen los hombres y las mujeres. Uno no se molesta por dios, se molesta por la actitud concreta de seres humanos que joden y hacen que todo sea dificil, con sus mezquindades, sus vicios, sus miedos, sus carencias, sus mentiras, sus farsas, sus hipocrecías, sus limitaciones no reconocidas.
Lo que hace la religión es crear un buen sistema de protección: la confesión. Le confieso a un tipo que nunca le hice daño el daño que hice a un tercero y si prometo no joderlo más y creo que no lo joderé más me da el perdón y a dar por culo. Buen sistema. Así, matar, herir, dañar, lastimar y abusar es muy fácil. sólo tengo que tener un tipo comprensivo que me crea que soy capaz de dejar de hacer, mágicamente, daño o quizás, y si es el pecado más intenso, dejar de omitir las cosas, disfrazandolas de ser "pacifico", " concilidador", " cauto" o alguna mierda más elaborada conceptualmente.
No es tan complicado. Después solo se consigue la paz en la medida que me lo crea, que acepte que esa confesión me da paz, tranquilidad y que mi promesa de no volver a hacerlo va a nacer simplemente de un acto de contricción elaborado según normas aceptadas como buenas. Así, sin nada más que el recitar palabras con un golpe bien medido en el pecho (esto como algo adicional, únicamente para entendidos) servirá para vencer el yugo de una personalidad que nos hace comportarnos de cierto modo que, en los casos confesados hace daño.

Así vamos por el mundo, desafiando nuestro propia posibilidad de avanzar en algo hacia la paz, la felicidad y el bien común. Eso si, vamos muy confesados.

30 de julio de 2008

viernes, agosto 15, 2008

Las falacias de la democracia

Dos conceptos que escucho desde hace años me parecen que son la mas antigua, perversa y cruel broma de la democracia: el pueblo decide en las urnas y la gente mantiene las cosas, porque sino las cambiaria.
Definitivamente el sistema democrático se ha transformado, si alguna vez no lo fue, en una trampa aceitada del poder. Donde este se recrea de forma perversa, manipulando sentimientos relacionados con derechos humanos, ambiciones de una igualdad imposible de lograr y fingiendo perseguir la utopía de una equidad posible.
La democracia argentina ha demostrado ser, largamente, un sistema que funciona para mantener grupos de poder, pagar muy buen salario a políticos inescrupulosos, fomentar enriquecimientos imposibles de conseguir en el trabajo común y de gestionar arreglos para que la justicia sea lenta, oprobiosa y sobre todo cómplice de un sistema. La democracia está garantizando desde hace tiempo dos cosas: impunidad oral y judicial para los que están en el poder y beneficios cuantiosos y efectivos para sus miembros "elegidos", lo que implica, necesariamente, discriminación ante la ley para lo primero y un pueblo cautivo de los votos para los segundo.
Ningún poder puede ser democrático en la medida que el castigo, la punición, la prevención de los errores del sistema dependa, siempre, del mismo poder. No estoy hablando de la teoría, sino de la práctica. Si el poder es capaz de alterar las leyes de juego en función de sus propios intereses, favoreciendo a sus integrantes, de igual, diferente o contrario signo político, entonces el poder democrático esta fundado sobre un ideal utópico, que es que el poder nace del pueblo, pero en realidad se ejecuta y de manera real, lamentable y sesgada a través de los gobernantes.
La única salida que encuentro en el día de hoy para esta ilusión vendida como realidad, es una revolución intelectual que sea capaz de ver abuso donde existe abuso sin escudarse en utopías que, cada vez más, solo protegen al poderoso, porque son estos quienes consiguen, en hoy, las cosas prácticas prometidas para todos, al mismo tiempo, que pregonan la importancia de una utopía, la democracia, que siempre deja para mañana las necesidades de los que no son poder, es decir el pueblo. Aquel que solo recibe las dádivas necesarias como limosnas del poder.
Si, creo que es necesario una revolución intelectual que sea capaz de desenmascarar a este sistema democrático y mostrar lo que es, una panacea para los poderosos, de cualquier sino, maquillado con el respeto, no siempre, de los derechos de la gente.
Una revolución intelectual que preconice un sistema de poder que no sea controlado por los mismos que ostentan el poder es la única posibilidad de evitar que esto se mantenga de forma irremediable hasta que no quede nada para salvar. Una revolución intelectual que tenga como norte la equidad, los derechos humanos, la justicia y el fin de la impunidad. Una revolución intelectual que busque dejar atrás, de una vez para siempre, los gobiernos tiránicos de las dictaduras y las democracias perversas de los poderosos.
Una revolución intelectual que procure una nueva forma de gobierno, más actual, más real, más concreta, mas justa y que permita que, realmente, el ideal de sociedad justa sea más que una utopía, sea nuestro legado para el futuro.
Lunes, 26 de Septiembre de 2005

sábado, agosto 09, 2008

Los serviciales del poder

A veces me causa gracia, otras, pena y también me genera rabia. Algunas veces me desconcierta, muchas me intimida. Me produce también una sensación ambigua de duda por pensar que puedo estar haciendo lo mismo. Me estoy refiriendo a esa actitud propia de esta época de hablar de algo utilizando argumentos propios de los opuestos. De este modo, los que acusan a alguien de fascistas utilizan argumentaciones, tonos y posturas completa y definitivamente fascistas. Los que pregonan la tolerancia como norma hacen ostentación de la intolerancia como actitud permanente. Los que acusan a alguien de teoría solo se basan en su teoría para definir las cosas y, los que más me generan sentimientos de rabia, son los que hablan de democracia justificando comportamientos totalmente totalitarios, dictatoriales y opuestos a una idea de sistema democrática, que esta basado en la posibilidad cierta del disenso productivo.
Esa masa de gente que va por la vida creyendo que ideología solo es lo que los demás tienen, pues lo de ellos solo es verdad pura, dura y, sobre todo objetiva es, según mi visión, la principal responsable de muchos de los problemas sociales, culturales y políticos de nuestras sociedades. Son los que creen en las estadísticas que acompañan sus razonamientos, los que les gusta escuchar los dichos que respaldan su propia visión de los hechos, los que utilizan la misma vara para medir dos cosas diferentes pero dicen que no lo hacen y menos cuando utilizan diferentes varas para medir lo mismo. Son los que fomentan los poderes autocráticos, dictatoriales y que permiten que la injusticia se adueñe del entorno. Son aquellos que van por la vida creyendo que son rebeldes, revolucionarios, fomentadores de la igualdad y del derecho cuando en realidad son los cómodos de siempre que son utilizados como rebaños por los que están en el poder, que son aquellos que sólo están buscando su propio beneficio utilizando argumentos diferentes a los que usaron el poder anterior.
La lucha contra el poder hegemónico es una lucha permanente que siempre va el encuentro de cualquier intento de utilizar la verdad como aplanadora, la fuerza como recurso y la sin razón como argumentación.
La lucha ideológica siempre existirá, es parte de lo que nos hace ser humano, la capacidad de abstracción para generar ideas. Negarla en una ambición desmedida de ser dioses que están más allá del bien y del mal. El discurso para preconizar un mundo aséptico es solo una de las formas de ser serviciales para el poder que, definitivamente, pretende imponer un punto de vista sobre otro, que no procura la construcción como norma y que normalmente va al encuentro de toda posibilidad cierta de crecimiento en las personas..

Jueves, 13 de Octubre de 2005

lunes, agosto 04, 2008

Sobre rituales y símbolos

Pasó la semana santa y con ella pasaron el largo cortejo de ritos que simbolizan una cuestión de fe, de renovación espiritual y de introspección trascendental. En esta semana el sufrimiento toma un sentido especial para una gran parte de la humanidad por este proceso de simbolización. De ese modo los rituales realizados en miles de sitios diferentes buscan anudar una cuestión de fe con la realidad que nos toca en suerte a cada uno de nosotros.
La idea sobre eso me dio vueltas en la cabeza durante estos días. La necesidad que tenemos los seres humanos de construir, asumir como propios, o aceptar resignadamente la existencia de rituales en nuestras vidas que nos permitan creer que nos facilitan el acceso a un estado mejor. Los rituales nos marcan pautas claras sobre que hacer para obtener algo mejor para nuestras vidas. Esos rituales utilizan un conjunto de símbolos que, por decisión propia, por imposición ajena, por aceptación tácita conlleva muchos mensajes que no siempre sabemos que implica. Solo queda la idea esencial. Así no todos saben porque se utiliza un color y no otro en algunas celebraciones, por citar un ejemplo.
Los rituales permiten un sistema de enseñaza de lo simbólico que es fundamental para todos. Después la vida hace que modifiquemos los rituales importantes por otros o simplemente los cambiemos por los que nos sientan mejor. En definitiva, los rituales son importantes porque nos crean la sensación que podemos llegar a un estado mejor cumpliendo una serie de pasos siempre ritualizados.
Los rituales y lo simbólico son importantes pues están en la base de nuestra humanidad en la que el dialogo la funda y la simbolización la estructura.

lunes, 28 de marzo de 2005

viernes, agosto 01, 2008

Reconciliarse con el mundo

Leer una entrevista con Saramago me reconcilia con el mundo. Será por que significa leer palabras que tienen eco de emociones y sabor de pura sinceridad. Son como aquellos encuentros que uno siempre sueña. Esos encuentros que uno se imagina teniendo en una charla de café, con él o con Juanito, “el Serrat”. Será porque son personas con las que uno tiene la convicción que escucharlas es empalagarse de utopías que permiten soñar y de realidades que nos permiten creer.
Una entrevista con Don José, es para mí, como una antología de valores, esas que trasmiten belleza entre las comas (como quedé alucinado con el uso vertiginoso que hace de ese signo de puntuación, aquel que tanto trabajo me cuesta).
¡Qué sé yo!, será amor a primera vista como dicen. Desde que leí la Caverna, o tal vez desde que lloré, con emoción total, leyendo el discurso que dio cuando recibió el Nóbel. Sea lo que fuera, lo cierto es que Saramago es más que un escritor, es la ambición de pensar que es posible encontrar en este mundo tan complicado a esas personas, las que van por la vida con la claridad de sus palabras, las dudas de sus inquietudes y la perseverancia que los caminos de la vida enseñan. Y si es posible encontrarlas, ¿por qué no imaginar que uno puede compartir una charla en un café con ellas?
No sé, Don José, cuando podré darme el gusto de sentarme con Usted a escucharle (sé que no podré contenerme y le daré la “lata” como dicen por allí con mis ideas, quizás porque, con mis limitaciones, pretenden ser el eco de algunas de vuestras ideas). Pero si esta vida no alcanza para este encuentro quisiera decirle que es una de esas personas a las que Borges llamaba “Los Justos”. Esas personas que, aún sin saberlo, están salvando a la humanidad.

E, Miércoles, 26 de Octubre de 2005

La discriminación


Estar lejos no es distancia. Es estar en lugares donde tu palabra no es reconocida. Donde tu nombre se repite en el eco de las preguntas que te reconocen. Donde la marginación se hace presente en gestos de exclusión de cualquier tipo. Discriminación que puede ser activa, pero que se hace, sobre todo, progresiva y pasivamente: te van poniendo trabas para que, día a día, veas la diferencia con los que están allí. Para que puedas sentir, experimentar, vivenciar la diferencia entre lo que los demás hacen normalmente y tu tienes todos los límites para hacerlo. La exclusión es un proceso que se genera, paso a paso, que parte desde la dificultad para tener un nombre, en el sentido administrativo, al dificultarte los papeles que te dan derecho, hasta impedir que se reconozcan las capacidades para ejercer la profesión, el oficio, que podías tener en ese lugar que hiciste distancia por la razón que quieras.
En este mundo está bien visto estar contra la discriminación de las personas. Es muy fácil estar en contra de esta “verdadera plaga social”, sólo hace falta elaborar discursos pletóricos de citas y elocuentes en sentimientos. Sin embargo, hacer algo para evitar la discriminación, favorecer la integración, combatir a los propios ciudadanos que excluyen al extranjero, desarmar las mafias que fomentan la carrera de obstáculos imposibles de sortear a las personas; en definitiva condicionar los discursos al ejercicio efectivo de la realidad, eso es algo que cuesta mucho más.
La sinceridad no es algo que se pague bien en política. La diplomacia exige discursos prolíficos de situaciones ideales. La realidad práctica exige el coraje de decir, decidir y realizar las cosas que muchas veces se oponen al poder real, que en este mundo capitalizado, está establecido por los intereses económicos.
Cada país tiene verdaderas virtudes en la lucha contra la discriminación. Pero en esta lucha no hay trofeos. Por eso no se trata de ensalzar las virtudes de las victorias, ni de hacer comparaciones con aquellos países que no logran ciertos beneficios. No, esta lucha se da en lo que aún fallamos, no en lo que ya conseguimos, logramos o concretamos. Puesto que eso, lo que aún fallamos, repercute claramente sobre las personas que todavía sufren esas limitaciones.
Enhorabuena por los logros, permiten alentar la esperanza de la victoria contra la discriminación, Pero no hay tiempos ni para discursos, ni para actos. Aún falta mucho por hacer, en todos sitios. Ser extranjero es todavía una lápida para algunos. Ser excluidos es una realidad para muchos. Ser diferente tiene aún un precio muy alto a pagar.
El poder te excluye, el poder te impide, el poder nunca pretende la igualdad, sino la exclusión. No podemos negar esa realidad del poder, pero si podemos avanzar, constantemente en la gestión adecuada, en el control exhaustivo para que el poder tenga menos radio de acción, más límites y que ellos estén dados por el derecho a la libertad, la integridad de ser uno mismo y el de poder ganarse el pan con el usufructo de sus capacidades.

E, lunes, 26 de abril de 2004

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