miércoles, diciembre 30, 2009

Mediocridad

De repente la sentís presente. Te da vuelta alrededor. La sentís como algo tan palpable como la humedad. Te rodea como una sensación informe, incomoda. Algo que no te deja trabajar con tranquilidad, ni respirar con entusiasmo. Te hace transpirar. Pensas que tu piel se pone roja, que no sabes como reaccionar y que te afecta. Crees que es fácil sacar la sensación, pero ella se afana es buscar formas de seguir estando.

La mediocridad surge constante a la vuelta de uno. A veces –lo digamos- también dentro de uno. Pocos están libres de ella. Aprovechan esa envidia que surge de la nada y crece, un poco o a lo ancho, ostensiblemente. Se trepa por todos lados y de repente la encontras dentro de ti o cubriéndote.

¡Oh, Mediocridad! Soberana en estados, universidades, grupos sociales varios y de personas simples. Su dúctil forma de aparecer, de hacerse presente con grandes vestuarios de excusas, de coloridos maquillajes de éxitos pasados. Su seductor andar de palabras vacías colgada sobre perogrulladas produce el fíat* que hace que su presencia sea necesaria por considerarla un mal menor, un mínimo aceptable, tolerable. Obviamente, no en los demás, en quienes resaltamos cuando podemos su presencia virulenta. Sino tolerable en nosotros.

Si. La mediocridad nos rodea. Nos invade, quizás nos ha tomado por sorpresa. Pero no es la mediocridad lo que importa. Ella sola no tiene mucha importancia. Como cualquier cosa. Lo que si toma valor es cuan asociado está quien ostenta la mediocridad con el poder. El poder que se tiene sobre los demás. Un mediocre con poder es cruel, perjudicial, dañino. Porque como Atila, procura que nada crezca. No vaya a ser cosa que algo pueda poner en evidencia nuestras carencias, nuestras limitaciones, nuestra simple mediocridad.


miércoles, 30 de diciembre de 2009.

martes, diciembre 29, 2009

Distribución de la riqueza

Desde tiempos inmemoriales dos cosas me parecen que fueron evidentes: que la riqueza se distribuye mal y que mejorar ese error sería la base de un principio de equidad que conduciría a un desarrollo necesario en una sociedad. Justicia social que le llaman. Aceptada la premisa, en un juego maniqueo, podemos decir que la humanidad se dividiría entre los que están a favor de distribuir las riquezas de forma equitativa, y los que no. Hasta hay todo bien. Casi estamos diciendo una perogrullada. Sin embargo, hay una complicación. El cómo distribuir la riqueza de forma equitativa. Aquí, todo empieza a convertirse en un problema mayúsculo.

Pero dejemos claro una cosa -obvia, elemental y hasta estúpida-: puedo estar de acuerdo con la necesidad imperiosa e impostergable de distribuir la riqueza al mismo tiempo que estoy en contra de una forma particular de querer hacerlo. Porque son dos cosas distintas, lo primero un principio de justicia y necesidad y lo segundo una estrategia, metodología o mecanismo de llevar a cabo algo.

Sólo, los imbéciles o los aprovechadores políticos querrían mezclar estas dos cosas haciendo ver que son lo mismo.

Dicho esto, agreguemos también que estamos a favor de los planes sociales, la asignación universal por situaciones particulares que a los habitantes les puede pasar y las ayudas necesarias para que las necesidades básicas estén satisfechas. Es un principio de equidad el que sostiene estas ideas. Si, estamos de acuerdo que ese tipo de distribución de la riqueza se haga, entendiéndola como un paliativo ante la urgencia mientras resolvemos las cuestiones de base: las causas de la mala distribución de la riqueza.

Entonces, se preguntará, ¿cuál es el problema? En una pequeña sutileza que termina siendo el angulito que hace que dos caminos se separen a lugares distintos. Lo que cohabita bajo el manto de esta distribución de riquezas. Allí si, estoy en contra.

En otros términos, estoy en contra de un proceso de distribución de la riqueza que incluya impunidad económica para grandes grupos como para todo el arco político (presidentes, expresidentes, gremialistas, jueces, parlamentarios, punteros). No es tan complicado de comprender: distribución de riquezas sin control excesivo, bien obsesivo de las cuentas de los que deben regular la distribución no es una buena estrategia.

La distribución de las riquezas tampoco puede ser acompañada de un sistema de enriquecimiento ilícito. Una distribución de la riqueza que no contemple que las ayudas sociales sean reemplazadas por trabajos estables que implican dignidad, por salud y educación para todos evidentemente es una forma negativa de ver a esta.

Hay que favorecer que toda la riqueza que tiene una sociedad se distribuya. Esto no implica simplemente que los que más tienen dejen de acaparar ganancias, sino también evitar que la clase política se enriquezca vía los procesos oscuros, la falta de un sistema independiente de control y de decisión sobre lo visto en el control de gestión. Un sistema de control que realmente sea capaz de actuar sobre la estructura vigente que se presente, a todas luces, como un sistema viciado soy el dueño de distribuir la riqueza a quienes son leales a mi propio ego. Un sistema cuasi feudal, sin entrar en mucho análisis. El objetivo de estas maniobras es, generalmente, mantener a quienes precisan en mi redil.

Finalmente dejemos algo claro: hay que distribuir todas las riquezas. Las monetarias, que en este mundo permiten acceder a necesidades elementales: comida, el pequeño lujo de algún placer –que uno elija y no que sea el “para todos” impuesto, educación de nivel, salud necesaria para cada uno en cada momento, pero también trabajo digno, acceso a bienes culturales, desarrollo intelectual, fomento de opciones creativas, debates constructivos y todo lo que podamos fomentar como riquezas. Lo que a la postre permiten que una sociedad aspire a su superación colectiva.

El camino para distribuir la riqueza es imperioso caminarlo. Sólo sabiendo donde queremos llegar, los atajos valen. Sino, son nuestras propias contradicciones, nuestras propias miserias, nuestras propias ineficiencias quienes son la brújula. El final, necesariamente será no haber hecho más rico a quienes deseamos darles riquezas. Distribuir la riqueza en pocas manos, aunque sean diferentes sigue siendo un atropello. Defender a quienes hacen eso es, también, un crimen.

martes, 29 de diciembre de 2009

sábado, diciembre 26, 2009

Estado laico …y si!

Antes que nada una aclaración. Consideramos al estado como el grupo de personas que están encargadas de hacer cumplir las reglas establecidas, siguiendo el orden dado por la constitución que funda a ese estado. El estado es un conjunto de personas circunstanciales que debe procurar una noción de bien común para todos y todas.

Hecha la aclaración debo decir que si pienso, creo, defiendo y promuevo un estado laico. No se adelanten con la inquisición, por favor. Las creencias están omnipresentes en las personas. Las personas creen independiente de las religiones. Estas pueden contribuir –lo hacen de hecho- en fomentar las creencias y ofrecer rituales, siempre necesarios para los humanos.

Un estado laico siempre esta formado por personas que creen, que sienten y viven sus creencias con mayor o menor apego. Con mucho o poco entusiasmo. Con claros ejemplos de maquillaje circunstancial o convicción del momento a momento.

Pretender un estado laico es un acto de fe. Efectivamente es confiar que las creencias que cada uno y cada una que los integran puedan tener se orienten a la idea central que tienen muchas de las religiones: el bien común como un deseo ferviente de integración.

Un estado laico no es contrario a las ideas matrices que gobiernan la verdadera espiritualidad de los seres humanos: pensar en la trascendencia, en la necesidad del otro y en la protección de quienes, permanente o circunstancialmente, necesitamos un buen samaritano.

sábado, 26 de diciembre de 2009

viernes, diciembre 25, 2009

saramago y caín

Leo caín de saramago. Lo disfruto. Confieso. Me hace reír en ciertos pasajes la prosa del portugués. Creo que hay un dios que también lo hace, si existe. Algunos que se proclaman sus servidores, seguidores y representantes, seguramente no. Dentro de los acólitos del señor, sabemos, no siempre hubo buen humor. Pero de dios, siempre esperamos que tenga mejor humor. Por lo menos lo intuimos. Sino, ¿cómo creer en la misericordia? Esta, si pensamos un poquito, tiene que ver con el humor. Con esa expresión sencilla y humana de la felicidad en estado simple. El humor es como el orgasmo. Se lo consigue de tantas maneras, pero sólo produce placer, verdadero gozo cuando se comparte y se hace como una coreografía espontánea.
Si, me regocija la prosa del portugués. Sólo soy un lector y no muy bueno, así que no sé de estilo ni tengo certezas literarias. Pero me apasiona el manejo furibundo y poético de ese signo que, para mí, siempre me pareció un arma de doble filo: la coma. Me conmueve y me estimula el uso que hace de este signo. Como una prueba de malabarismo, que parece mágico pero sabemos tan trabajado. A esto, debo agregarle –aunque no tenga nada que ver con la literatura- que he sentido en sus declaraciones mi voz diciendo cosas. Si, no viene al caso cuando uno lee las opiniones pero, valga decirlo, uno ya tiene un placer primero cuando se siente hablar con quienes cree que el diálogo es posible. Esos diálogos condenados a puntos de consenso y que, por ello, símbolos inequívocos de buena humanidad.
Leo y pienso mientras desgranó la historia de caín contada por saramago: No hay herejías en la literatura. No las puede haber. Contar una historia siempre es una ficción que sale de una pluma y se construye con interpretaciones. Por ello, deleita, agrada, enriquece o lo contrario. Los que ven otra cosa, son miopes, estúpidos o simplemente unos hijos de puta -que todos entienden que ya no tiene que ver ni con "hijos" ni con "putas", sino con personas execrables-. Para los primeros, anteojos, para los segundos oídos sordos para los terceros: revolución intelectual ya.
viernes, 25 de diciembre de 2009

jueves, diciembre 24, 2009

Navidad

Mi madre dice que en toda navidad debe haber tres colores: Blanco, rojo y verde. Colores que significan más que colores, sino que representan algo: el verde, la esperanza, el rojo, los sentimientos y el blanco, la pureza. Es maravilloso pensar las cosas en función de estos colores.
Para mí, también es una imagen de los tiempos de nuestra vida. Así, veo el verde esperanza como nuestro pasado. Es allí el terreno donde pueden surgir las esperanzas más reales. No podemos negar esas cosas –positivas y negativas- que nos hicieron llegar hasta aquí. Sólo viéndolas podemos acentuarlas, mejorarlas, cambiaras y ver las cosas con esperanzas.
El rojo son los sentimientos y es, para mí, el color del presente. Hace tiempo escribía que si uno piensa en dos representaciones de nuestros sentimientos la risa y el llanto surgen como imágenes. Esas dos cosas sólo pueden ocurrir en el presente. Es allí donde podemos producirlas o hacer algo para contenerlas –o quizás acompañarlas-.
El blanco pureza, es, sin dudas, el signo del futuro. Lo que aun podemos escribir a partir de nuestro pasado, de nuestras cosas y así, lograr que lo que viene sea mejor. En el fondo la pureza es, quizás, el color de la utopía que nos permite creer en un futuro mejor.
Llegamos al presente caminando – a veces deambulando- por el mar, como dice el poeta. Pero es en presente que vivimos, que amamos, que sentimos, que creemos. Sólo haciéndolo podemos hacer nuestro futuro mejor.
He aquí, sin dudas, el secreto de la navidad.
Pensando en ello, FELIZ NAVIDAD para todos y todas!


domingo, diciembre 20, 2009

Contra la tortura


Leo en alguna parte: el ser humano es el único animal capaz de reír y de torturar. Como síntesis de un hecho contundente el ser humano no existe fuera de la cultura. De esa red de significantes que construye, destruye y al hacerlo nace, vive, sexea y muere. Entre esas oscilaciones deambula con todos los matices. Si el reír implica el camino a la inteligencia suprema, aquella que permite avizorar la felicidad como una meta asequible, la tortura, por su parte, nos hace cercano a ese infierno que habla Sartre, la sensación de despojo ante la crueldad. No existe razón alguna para que la tortura sea un signo de la humanidad que ansiamos. Es, en ella, donde se reflejan nuestras privaciones, nuestras carencias, nuestras limitaciones, nuestra desazón como género humano. Hoy, la tortura me interpela. Noticias de aquí y de allá me traen a mi memoria colectiva dos situaciones puntuales que pasaron hace años –como ejemplos de una sucesión interminable que se remonta a toda nuestra historia-. Son historias pasadas pero hay algo de cruda actualidad que me subleva, me duele, me golpea, me reclama. Así, la tortura se me representa con un sin sentido que existe y que puede golpear en cualquier momento y, por ello, uno se siente desarmado, desnudo, desprotegido y como remedio inocente, la niega, la reduce al pasado y la cree desaparecida. Sin embargo existe. Por ello clamo por su existencia. Me desespera y, por ello, me surge como grito desde adentro. He defendido en otros escritos la necesidad de una revolución intelectual para avizorar un futuro mejor. En esos escritos he dejado claro que ninguna revolución es revolucionaria si debe utilizar las armas como un recurso inevitable, porque esto conlleva que la tortura, como una alternativa, encuentre los resquicios para volver a crecer. Revolución ya. Es mi grito. Pero no a cualquier precio, porque la revolución que necesitamos debe, antes que nada, proteger a cualquier inocente que esté en el camino, pertenezca a los que están de mi lado o del contrario. Mientras no lo pensemos así, la revolución serán parches para nuestras utopías.
Domingo, 20 de diciembre de 2009

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