viernes, diciembre 31, 2010

Cosas simples

Desear un feliz año es algo simple. Además hoy parece, muchas veces, sencillito. Internet ha permitido hacerlo con “un solo clik”, como dicen. En esto, tan simple, va una tracalada de cosas, bien revueltas. Así podemos identificar sin mucho esfuerzo: sentimiento, deseos, protocolos, compañerismos, sensiblería, profundidad, cercanía, circunstancia, distancia, ambición y sinceridad. ¿Cómo hacemos para separar esas cosas? Nos podríamos preguntar. Fácil, si recordamos la esencia de las cosas simples. Las cosas simples se las reconoce porque producen felicidad espontanea. Es como una pequeña sorpresa que está dentro de los planes. Es como cuando vas por la calle y ves a esa persona que no pensabas encontrar ese día y la ves, o, por ejemplo, cuando alguien te dice algo lindo porque si. Algo simple está hecho de lo que está al alcance en ese momento.
Las cosas simples son, sin dudas, el combustible más importante que podemos tener porque nos muestra que la felicidad es algo que se puede saborear. Eso sí, sólo si podemos percibir las cosas simples, cosa que a veces nos las perdemos.
Por eso, hoy, un deseo de Feliz Año Nuevo está cocinado con esas cosas simples, las que creen que la felicidad está allí, cerquita. Un feliz Año Nuevo para esas personas que están cerca y para aquellas que, circunstancialmente están en alguna distancia física –la espiritual, esa que nos define holísticamente esfuma la distancia- es un deseo simple y por ello, es, para mí, basado en lo lindo que uno tiene.

jueves, diciembre 30, 2010

Viajes

Viajamos para lo diferente. Un viaje necesariamente nos saca de la rutina, de lo cotidiano, de lo cercano y nos enfrenta, nos confronta, nos acerca a aquello que no está en lo que sentimos como diario. No solo por lo externo sino, ojalá muchas veces, por lo interno. La distancia de eso que es nuestro hábito, nos permite el saborear lo que sentimos, indagarnos sobre lo que creemos y darnos cuenta, en el mejor de los escenarios, donde eludimos a lo que nos hace felices; es posible que podamos, si nos animamos, bucear por las rendijas que nuestro ánimo permiten que se escabullan las buenas oportunidades.
¡Si! viajar es una de esas oportunidades que se nos ofrecen para sentir el peso y/o el valor de la diferencia (a nosotros de sopesar) y con ello sopear la certeza e incertidumbre de nuestros días. No estoy hablando solo de viajes como cosas esotéricas o reflexivas, sino como experiencias vitales de lo cotidiano.
Viajar al Machu Pichu, a Cafayate o a Europa nos ofrece ese abanico de sabores, fragancias y vivencias que pueden nutrir nuestra propia paleta de colores. Así, tal vez, seamos capaces cuando volvamos a nuestra rutina a estar más energizados, creativos y dispuestos para que en nuestro cotidiano podamos construir un poco más de felicidad para uno y para los demás.
Viajemos, en definitiva, saboreando. Pero al hacerlo, recordemos que un viaje siempre lleva implícito un regreso, donde nos espera aquel que los demás creen que somos o aquel que nos obligan a ser y, por ello, el desafío de ser aún mejores que lo que partimos, más cercanos a nuestro propio sueño, convicción y esperanza de ser, siempre, nosotros mismos: plenos, creativos, confiados, asertivos, abiertos y con cierta felicidad constante. Algo sólo válido si podemos compartir.

viernes, diciembre 24, 2010

Navidad

Pocas festividades tienen tanto consenso como navidad. Hay en ello, lejos de creencias y otras cuestiones una idea que estamos más cercas de los demás. La idea de familia, de reunión, de placer y de emoción se conjuga en esas cenas que se organizan, independientes de las muestras de fe, de ateísmo, o de otras cosas que puedan aparecer. Es como si en esas cenas que nos esforzamos en preparar y de saciarnos, haya algo que nos permite ser un poco más cercanos al otro.
El cine nos vendió la idea de un espíritu navideño como algo real que hace que la magia aparezca y, de pronto, nos sintamos con una serena tranquilidad y una noción agradable de paz. Lo cierto es, lo creo realmente, que esa sensación no surge por algo esotérico sino por la capacidad que tenemos los seres humanos de generala cuando la solidaridad aparece como una idea más cotidiana; cuando somos capaces de ver al otro de un modo más cercano no por ser familiar, sino por ser humano y reconocer, por ello, que está hecho del mismo manojo de haces de emociones, de sentidos y de vivencias.
Tal vez por ello, siempre vale la pena celebrar, porque en días como esto, nace, en nosotros ese niño que supimos ser y que siempre anhelamos volver a ser: un ser feliz, en paz y en comunión con lo que nos rodea.

¡Valga esto como un deseo enorme de Felicidad para todos y todas!

Sublime

En nuestra vida siempre podemos tener momentos sublimes. Esos momentos que aparecen y que nos ofrecen la posibilidad concreta de ser felices, plenos y, quizás, de sentirnos emocionalmente plenos.
Un momento sublime es aquel que nos “obliga” a conectarnos con lo mejor que tenemos dentro de uno pero también asumiendo que es un instante. Pero lo efímero, en este caso, no juega en contra, sino que potencia las sensaciones. Lo sublime está asociado, necesariamente, a un estado que nos produce un placer, que nos hace vibrar de algún modo y que nos permite reconciliarnos, si, reconciliarnos, con eso que nos acerca a las sensaciones que por algunas razones, quizás, hemos dejado de percibir en algún momento.
Lo sublime es una oportunidad para nuestro espíritu y es, sin lugar a dudas, los instantes que balizan nuestro andar a la instancia suprema en la que nos sentimos ser parte de algo más, en comunión con alguien, con el aroma de lo que es holístico, universal y, curiosamente, eterno: el saber que el otro está allí, esperando, llegando, pensando, sintiendo, creyendo, viviendo.
Abramos nuestros sentidos para que lo sublime, eso que necesariamente será efímero y de vez en cuando, nos produzca el éxtasis que siempre generan los sentidos dispuestos.

domingo, diciembre 19, 2010

Utilidad de escuchar

Leo: “Las cosas más útiles son las más evidentes, cuando las dice otra persona en cierto tono”1. Me regocijo con el descubrimiento de esta evidencia. Quiero agregar que también depende de la persona que escucha que sea útil. Efectivamente, aún lo evidente dicho en el tono exacto, necesita que nuestro oído –nuestro espíritu, se me antoja- esté dispuesto a escucharlo, a darle el peso de la verdad y la eficacia de lo importante y, por ende, de lo necesario para nuestra realidad.
En estas épocas de balances variados, de grandes promesas, de lamentos difusos, de expectativas pasionales, es bueno, pienso, preocuparnos para intetnar escuchar mejor, a pesar de nuestras diferentes limitaciones.
Eso sí, un detalle importante. Cuando se habla de escuchar, no se está hablando de interpretar al otro. Uno de los defectos más terribles que solemos cometer en las relaciones interpersonales. El creer que el otro dijo esto o aquello y asumir, por medio, de nuestras propios temores, de nuestras propias circunstancias algo que el otro, no quiso decir y, sobre todo, que no sintió.
El hacer que algo nos sea útil de lo que el otro dijo, en el tono adecuado y en el momento cierto para nuestro oído, sólo es válido cuando eso nos sirve porque lo elegimos. Nunca es válido para juzgar al otro, ni para condenarlo, obviamente.
Ojalá, escuchemos más, un poco más, al otro. Tal vez, no tanto con nuestros oídos sino con nuestro ser, que incluye el corazón, pero también el resto de nosostros.

1. ROTH, Philip (2010). Engaño. Buenos Aires: Debolsillo, p. 95.

viernes, diciembre 17, 2010

¿Qué miramos cuando miramos?

Quizás, el descubrimiento social más importante de la humanidad haya sido el darse cuenta que no vemos la realidad de manera objetiva sino que la construimos en base a nuestra percepción. Efectivamente los seres humanos, por su innegable complejidad, hacemos que lo que es, no es, necesariamente, lo que los demás ven. Sin embargo, nuestra visión, es, cuando la necesitamos, prueba irrefutable de objetividad. Este mecanismo hace que podamos construir un mundo a partir de lo que necesitamos, de lo que deseamos, de lo que tememos o de lo que nos protege.
No es que distorsionemos las cosas, sino que le vamos agregando interpretaciones, riquezas o límites en nuestra comprensión de lo que se presenta, valores, palabras, necesidades y todo eso como si fuera una receta que se va haciendo a “ojo de buen cubero”. Es lógico, entonces que lo que veamos sea de una variedad que nos siempre sabemos manejar y por ello, procuramos moldear siempre la realidad con el cristal que tenemos.
Es, sin dudas, una de las formas que tenemos de poder convivir, sobrevivir y superarnos. La forma que podemos comunicar, intercambiar y, sin dudas, intimar. Pero no sería malo pensar, más seguido, que estamos construyendo. Quizás, al hacerlo nos descubramos más sensibles a la diferencia, más dispuesto a la intimidad, más convencidos de la necesidad, más pacientes en el encuentro, más receptivos a la comunicación, más expuestos a la felicidad. Tal vez, sea el camino para poder hacer realidad eso que alguien dijo y que siempre pregonamos: "He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos".

miércoles, diciembre 15, 2010

Notas sobre la ternura

Pocas palabras representan tan bien el ingrediente que es necesario para la felicidad como la ternura. Ese sentimiento que nos surge y que nos motiva una sensación de tranquilidad, de relajación, de cercanía, porque no decirlo, de frescura. Es, quizás, el motor de los gestos que tienen que ver con la simplicidad de ofrecer a otro una especie de oasis.
Curiosamente no siempre tiene que ver con la cercanía física. A veces, una palabra simple y espontanea en la distancia, como por ejemplo: te mando un abrazo, o quisiera abrazarte –cuando el otro expresa una sensación de fragilidad- muestran el peso que puede tener esta palabra que sintetiza esa humanidad que ansiamos tanto. Vale decirlo la ternura es lo que se percibe, lo que el otro percibe que hacemos, decimos, pensamos o expresamos. ¡Qué lindo sería que esa percepción siempre vaya acompañada de nuestra intención de ser tiernos/as!
En este fin de año propenso a balances incompletos y promesas que deseamos sinceras, pensemos en las veces que ofrecimos ternura, las veces que el otro la percibió y nos comprometamos, un poco más, a ofrecerla de muchas otras maneras. ¿quién sabe si al hacerlo cambiamos el mundo de alguien y nos acercamos a esos instantes de felicidad que nos fortalece?

sábado, diciembre 11, 2010

El paraíso

La noción de paraíso es parte de nuestra cultura occidental. De cierto modo creemos que existe un espacio donde el mal no nos puede afectar, donde estamos fuera de su esfera y que llegamos por méritos propios luego de variados sacrificios.
El paraíso es un lugar físico, siempre nos imaginamos eso. Un lugar donde el sol, la fuente de la vida esta omnipresente. Donde los colores claros resplandecen. El paraíso es algo que recibiremos pero que está siempre lejano. Ese lugar físico que se asocia a naturaleza, claridad, tranquilidad es también el lugar esencial donde podemos encontrar la paz que nuestro espíritu ansia con casi desesperación. El paraíso es el lugar físico que nos permite expandir nuestra felicidad de modo ilimitado, que nos permite el gozo de sentirnos en libertad y sobre todo que nos hace sentir que el placer siempre esta al alcance de nuestras menos.
Dicen que el infierno debe ser lo contrario, solo por eso de polos opuestos. Donde la infelicidad reina, donde el placer esta oculto y sobre todo prohibido.
Creo que la gran diferencia es una sola, las necesidades satisfechas. Es esa la piedra angular que construye el paraíso y aleja el infierno. Sentir que las necesidades que uno considera esencial están satisfechas. Solo eso da la paz, la tranquilidad y por consecuencia la felicidad de poder disfrutar el espacio donde toca en suerte vivir.
Esta forma de pensar tal vez implique una verdad mas elocuente, el ser humano esta lejos del paraíso simplemente porque aún precisa demasiadas cosas para llegar a el.

El paraíso


La noción de paraíso es parte de nuestra cultura occidental. De cierto modo creemos que existe un espacio donde el mal no nos puede afectar, donde estamos fuera de su esfera y que llegamos por méritos propios luego de variados sacrificios.
El paraíso es un lugar físico, siempre nos imaginamos eso. Es siempre más fácil pensar en lo tangible. Un lugar donde el sol, la fuente de la vida está omnipresente. Donde los colores claros resplandecen y nos estimulan. También, creemos que el paraíso es algo que recibiremos en algún momento, como pensando -esperando- que está siempre lejos. Ese lugar físico que se asocia a naturaleza, claridad, tranquilidad es también el lugar esencial donde podemos encontrar la paz que nuestro espíritu ansia con casi desesperación. El paraíso es el lugar físico que nos permite expandir nuestra felicidad de modo ilimitado, que nos permite el gozo de sentirnos en libertad y sobre todo que nos hace sentir que el placer siempre esta al alcance de nuestras menos.
Dicen que el infierno debe ser lo contrario, sólo por eso de polos opuestos. Donde la infelicidad reina, donde el placer esta oculto y sobre todo prohibido. Donde el amor, no tiene cabida.
Creo que la gran diferencia en este mundo que conocemos es una sola, la que se basa en las necesidades satisfechas. Es esa la piedra angular que construye el paraíso y aleja el infierno y viceversa. Sentir que las necesidades que uno considera esenciales están satisfechas. Solo eso da la paz, la tranquilidad y por consecuencia la felicidad de poder disfrutar el espacio donde toca en suerte vivir.
Esta forma de pensar tal vez implique una verdad mas elocuente, el ser humano esta lejos del paraíso simplemente porque aún precisa demasiadas cosas para llegar a el. El camino a la paz interior siempre está balizado por lo caro que somos capaces de dejar de lado y de lo valioso, nunca pesado, que somos capaces de portar con nosotros. 

El camino hacia ese paraíso, en definitiva, es el constante andar por la vida con lo poco que deberíamos siempre caminar: sentimientos sinceros, acciones cotidianas, palabras sentidas y ese tejidos de vivencias que hilamos con esas personas que son las importantes, vitales y deseadas por nosotros.

viernes, diciembre 03, 2010

Encuentro

Al encontrarnos con alguien el universo nos ofrece una circunstancia irrepetible. Un encuentro, que puede ser tantos otros que vivimos o que viviremos, es, siempre, una oportunidad que nos define. Hablo de cualquier encuentro, pero pensando siempre en uno.
¿Por qué nos encontramos con el otro? Por deseo, por casualidad, por causalidad, no digamos por necesidad. Por sorpresa, por inevitabilidad, por religión, por obligación, por pedido, por exigencia, por lo que fuera. En cada encuentro que tenemos, con las mismas personas o con una persona en especial, lo cierto, es que estamos nosotros mismos frente a ese instante. De cara con nuestra circunstancia vital de ese momento, con el peso de nuestras cosas y la esperanza también que, tal como ritmo circadiano, evoluciona de mil maneras diferentes.
Un encuentro con el otro. Donde fuera y como fuera es más que algo que puede ser profundo o superficial es, sin dudas, la posibilidad que descubramos un poco más de nosotros, un poco más del peso de nuestros sentimientos, miedos, intenciones, expectativas, virtudes, deseos y miserias.
Cada encuentro puede ser la ocasión que nos insufla el aire que, a veces, nos permite respirar, en este mundo. En el fondo, nunca sabemos, cual aleteo de cual mariposa que nos encontraremos, sea la que hará que todo, absolutamente todo, adquiera el sentido que deseamos.

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