martes, diciembre 31, 2013

Fin de año o martes

Es el último día del año me dijeron. Yo pensé que era martes. Los dos hechos son verdad, en esta ocasión. Sencillo y claro. Dos hechos que coinciden, algo que también puede ser habitual. Pero, sin embargo, en esta situación estos dos hechos parecen que fueran de dos niveles de trascendencia bien diferente. El fin de año se presenta como un cambio, el día martes como lo cotidiano. Antes el lunes y luego el miércoles. Pero un año es algo más, es lo diferente. No por nada hacemos promesas y deseos para fin de año y no para el martes –tal vez, en ocasiones, algunos ni se casan ni se embarcan-. Un fin de año nos hace ser felices y compartirlo o, por lo menos, nos obliga a jugar a ello. Un martes no, nos sale lo que nos sale.
Un fin de año nos invita a balances, planteos, decisiones y recuerdo. Un martes pues no tanto. Puesto, en definitiva, que tenemos muchos martes por año y un solo “último día del año”. Así que, como dicen unos españoles que conozco, no hay color. El fin de año se merece la fanfarria y el martes, lo que le toque. El fin de año merece felicidad y lágrimas y las aceptamos como la naturalidad de la emoción. Exige una buena comida y hasta vestirse para la ocasión. Brindis seguro y también, música y, con alguna suerte, baile y todo. Se lo vive consciente que no habrá mañana  (nada de fin del mundo ni eso, sino que la mañana siguiente se la pasa uno durmiendo, con suerte y por eso a darle sin problemas.
Un martes es otra cosa. Tiene lo cotidiano pegado a la piel. Entonces es tan mundano que no pide ni fiesta, ni vestimentas particulares, ni comidas especiales, ni compañías deseadas y, mucho menos, baile. Un martes tiene mañana, tarde, noche y sueño. Porque luego, viene una mañana más, de esas donde se madruga a pesar de uno mismo.

Todo indica que es mejor que sea fin de año…a menos, claro está que aceptemos que un martes también es un buen día para imaginar cosas que deseamos hacer al día siguiente. De encuentros que soñamos tener, de esperanzas que renovamos, de la real y concreta intención de ser mejores o de dejar atrás algún par de problemas o vicios. Nos permitamos, simplemente, sorprendernos y darnos cuenta que, en ocasiones, un martes también puede ser un buen día para sorprendernos, festejar, bailar y trasnochar como si al día siguiente no “hubiese mañana”. Tal vez así, la felicidad, el amor, el encuentro y el placer estén allí, siempre a nuestro alcance un día cualquiera. 

domingo, diciembre 29, 2013

¿Porqué estamos aquí?

¿Porqué estamos aquí? no siempre nos preguntamos. Tal vez porque la respuesta no la tenemos. Estamos porque sí, podría ser la única respuesta sensata y veraz. Si, alguna vez un par de personas tuvieron algún tipo de sexo y eso nos permitió nacer o, alguna variante moderna de eso. Después, le podemos hasta agregar deseos anteriores, invocaciones a Dios o dioses y otras explicaciones más. Pero una respuesta concreta, parece ser que no hay más allá de lo que digamos. 
Tal vez, será porque no importa mucho porque estamos sino como vamos andando. Algo así, como ¿para qué estamos aquí?...si, a veces cuando no tenemos respuesta, es porque la pregunta no es la buena, podríamos decir. Entonces, ¿para qué? lo más simple es lo más sencillo: para encontrarnos con el otro y permitir que un otro nos encuentre. Si, estamos para encontrarnos. Para permitirnos  el simple y lujoso hecho de buscarnos en el otro. No existe nada más humano. La tentativa siempre diversa de intentar encontrar a un otro utilizando diferentes formas de hacerlo, para tantas cosas diferentes. 
El encontrar a un otro y ser un otro para los demás nos genera los mayores desafíos, logros y placeres que todo ser humano puede tener. Si, también, las peores cosas, pero hoy, permitanme quedarme con lo primero.
Así, en esas épocas de balances que son los cumpleaños o los fines de año, vale preguntarnos si hicimos el esfuerzo que debíamos para encontrarnos con quienes queríamos, con quien deseamos, con quien ansiamos, con quien necesitamos. Si hicimos de los encuentros que tuvimos, los que fueran, una escena de alto contenido "poético" -quizás no hay mejor forma de decirlo. Un encuentro que tuviese la profundidad elocuente de lo mejor aún en la simplicidad que tocase.
Así, quizás, podamos asegurarnos al pensar de esta manera que el año que inicia será un esfuerzo intenso, comprometido y eficaz para que los encuentros que tendremos, serán un poco más los que buscamos y deseamos y los otros serán lo suficientemente maravillosos en lo cotidiano. Quizás así, sólo podamos empezar el año con una sonrisa de concreta y esperanzadora felicidad.

jueves, diciembre 26, 2013

Sexo (III)

¿Algún consejo doc? Es una pregunta que uno escucha. Como si el sexo fuera una enciclopedia. Como si saber garantizará algo. Pues no, aunque saber siempre es bueno, positivo y eficaz. Combate la ignorancia que daña, genera anticuerpos contra la negligencia e incapacidad y potencia los recursos para un mejor desarrollo. Esto sin dudas. Pero el sexo real, el que se tiene con él o ella –o pensando en él o en ella o con él y ella- es aquel que se re-crea en el “aquí y ahora” que funciona  produciendo  una cantidad indeterminada pero necesaria de placer. Ese donde uno se satisface con las posibilidades que se permite de encuentro con el otro, donde el otro toma importancia por ser ese otro que comparte ese momento con uno.
Hoy, como vale la pena hacerlo cada tanto, pensé de nuevo en ese sexo. El sexo que nos motiva, nos entusiasma y nos enriquece. Aquel que se hace como una versión moderna de una danza cualquiera –cada uno busque la danza que le sienta mejor, donde se siente más cómodo- que se danza para uno y para el otro. Donde se genera la sensación “rica” de sentirse vivo, de sentirse pleno y con una energía que se trasmite. Una danza que precisa del otro y de su ingeniosa creatividad –sean en posiciones o, simplemente, en estar, acompañar, permitir y permitirse-. Y que en esa danza que es una expresión milenaria de la mirada sobre la vida, los colores, perfumes, sabores, sentires y experiencias modelan pasos, movimientos, gestos y demás.

Si, el sexo, aquel que busca siempre, encuentra a veces y lo hace carne en ocasiones al placer es el rito majestuoso que permite la magia maravillosa de saber que dos personas pueden recrear, en ocasiones, la suma de los placeres de nuestra humanidad.

martes, diciembre 24, 2013

Saludos

Buena época para saludar. Hacerlo al pasar, hacerlo con tiempo. Hacerlo por inercia, hacerlo por motivación, hacerlo por interés, hacerlo por conveniencia. Hacerlo porque creemos, porque queda bien. Hacerlo por emoción, hacerlo por nostalgia de otra época. Hacerlo por protocolo, hacerlo por convicción. En esta época se saluda. Casi como regla, podríamos decir. Todos y todas saludamos a alguien o entramos en esa lógica. Un gesto simple al que ponemos, en dosis variadas, un poco de entusiasmo y, en varias ocasiones, un sentimiento más que profundo.

Será, tal vez, porque el saludar es algo contagioso, como otras cosas. Esto es una simple maravilla. El ser humano puede todavía contagiar, en ocasiones, cosas simples, sencillas y agradables. Quizás es una evidencia que nos debe alegrar. Allí hay esperanza. Si, como especie, y a pesar de ser tanta violencia que generamos, tanta desazón que producimos, tanta desolación que gestamos, aún somos capaces de contagiar un poco de alegría, de crear espacios donde el saludo puede aparecer de manera espontánea, quizás, podemos decir, sin sombra de dudas, que hay esperanza.

Así que celebremos que aún somos capaces de saludar, de saludar a quien cruzamos, a quien nos saluda, a quien queremos y aún sin cruzarlos a quien sentimos como propios de nuestra vida. Confiemos entonces que “no todo está perdido”. Somos seres humanos, carajo, seres invitados a crear felicidad, sembrar esperanza y compartir alegrías. Hoy, a pesar de todo, tal vez podamos intentarlo nuevamente. 

miércoles, diciembre 18, 2013

Amores y amantes

El amor es ese sentimiento que nos inquieta y tranquiliza, como un ritmo cardíaco de la vida. El está en nuestros genes y en el medio. Se hace gesto desde la respiración misma que le damos. Se manifiesta desde la palabra, desde el silencio, desde el ser. Se disimula para el exterior, en ocasiones, pero se hace incontenible en el exterior. Se canaliza o se desborda. Pero está allí. En ocasiones su presencia encuentra eco en otro amor, en otras, simplemente, logra hacerse carne en la piel de un amante, ese "otro", esa "otra" que nos permite el disfrutar el ofrecer lo que se gesta en nuestro interior y se magnifica en el dar. 
El amante, valga aclararlo, no lo menciono como el clásico "tercera/o en discordia, sino como el otro que posibilita, alimenta, genera y potencia el amor. No se trata de un tercero, puesto que el amor es una comunicación personalizada entre dos personas. Valga aclarar que uno puede tener relaciones personalizadas con más de una persona (la discusión moral y demás, es importante pero no es univoca para todos y todas).
El amor depende de nosotros, el amante no, podríamos decir, simplificando. Dicho de otro modo, el amante puede irse, desaparecer, olvidarnos, alejarse, morir, abandonarnos, elegir a otra persona para ser eco y procurar el eco de su amor, casarse, o cualquier cosa y está bien que lo haga  (a pesar del efecto devastador que puede producirnos). Pero el amor, eso no depende lo que el/ella haga.
Debo hacer una segunda aclaración. El amor, también se va. No lo vamos a discutir y, también que el amor no produce el sufrimiento. Pero si nos duele la ausencia del amante, el recuerdo de lo que se compartió y no se puede hacer; nos afecta la indiferencia, el silencio y las imposibilidades que surgen por el amante. Recordemos, por otro lado, que nosotros también somos -o podemos ser- el amante aquél.
Pero, también, es el amante que nos permite -¿permitió? ¿permitirá?- el placer de lo que sólo se puede hacer por el encuentro con ese otro, donde nuestro amor puede mostrarse con más esplendor.
Si, definitivamente y, casi a pesar de los amantes, estamos condenados a amar. Ojalá que ese amor encuentre la respuesta en ese amante que, a pesar de tiempo, silencio, o lo que fuera, sigue presente.

martes, diciembre 17, 2013

Paz


Se murió Mandela. Todos tenemos idea de él. Todos lo sentimos un poco  (tal vez exagero, aún hay gente que está sumergida en la ignorancia y otras que se esfuerzan en sumergirse en el desprecio). Algo se ha perdido en este mundo. Pero la muerte es implacable como lo son las acciones que se desarrolla en vida.
Escribo hoy porque leo, en un periódico, el siguiente parágrafo: “Dos ejes confluyentes vertebraron el pensamiento de ese hombre excepcional: la memoria como deber imprescriptible y el perdón como gesto indispensable. No había, para Mandela, otra herramienta capaz de afianzar la paz, de disolver el sectarismo y neutralizar el odio profusamente sembrado. (Santiago Kovadloff dixit)[1]
Hay una elocuencia contundente en ello. Lo sabemos desde siempre y lo practicamos de vez en cuando –más lo exigimos en los demás-. Pero, independiente de ello, me aparece como una necesidad que surge como una  imprescindible e ineludible cita con el aquí y ahora. Porque la paz aparece como un pedido que surge de las entrañas misma de nuestra humanidad. Ansiamos la paz, la necesitamos como oxígeno.
La memoria y el perdón fueron el crisol donde el fraguo una herramienta para obtenerla en su interior y con ello ofrecerla.
Hoy, necesitamos de la paz. Memoria y perdón usó Mandela. Fue su propuesta. Que cada uno la fragüe como quiera pero lo hagamos ya. Es un grito, plegaria, lamento, dolor y esperanza que se escucha, como siempre, para los que quieren oir.

lunes, diciembre 16, 2013

Reciprocidad


Nos encanta la palabra. Nos produce un alivio de humanidad. Pensar que hay una justicia que existe. Uno da y uno recibe. Así de simple lo creemos. Reciprocidad ofrecemos y recibimos. Las cuentas dan un balance equilibrado. La reciprocidad nos gusta y nos enaltece. Sin embargo, ella, no es simple, aunque sea mágicamente sencilla hacerla.


Veamos,  para pensarla, una pequeña guía: en primer lugar debemos saber ¿qué ofrecemos al otro? ¿De qué está hecho lo que damos? No estoy hablando de lo material, sino del “material” que ponemos en ello. ¿Qué valor le damos a lo que damos? ¿Cuánta felicidad/sacrificio nos produce? ¿Qué sentido tiene para nosotros el hacerlo? Luego, la segunda pregunta, ¿qué valor tiene para quien lo recibe? ¿Cuán necesario es lo que esa persona recibe de nosotros? Es decir, ¿Cuánta felicidad agregamos a ella o cuánta necesidad colmamos?
De allí, luego, tal vez, deberíamos pensar si la reciprocidad la entendemos como un acto que sólo se da entre dos personas o es el mundo mismo el que interviene. Me explico, si esperamos reciprocidad de tal o tal persona porque le dimos algo o creemos que lo dado, en algún momento, en algún lugar, por intermedio de quien sabe quién, nos volverá de otro modo pero siempre eficaz para nuestra necesidad, esencial para nuestra felicidad.
Si pensamos en términos de una persona, el “azar” debería ser reducido al mínimo. Deberíamos ser asertivos para poder explicar, decir, comunicar, significar nuestras necesidades y nuestros pedidos. Procurar ser sinceros, concretos y claros sobre lo que deseamos y ansiamos. Pero siempre permitiéndonos el asombro de la creatividad y el diverso andar de la imaginación. Permitirnos renovar significados a partir de lo que un “otro” nos ofrece.

Si pensamos en términos del universo, la reciprocidad sigue siendo la apuesta segura para salvar nuestra humanidad. Una apuesta a la esperanza y al hecho simple de saber que siempre encontraremos un ser humano para ofrecer algo y que siempre, alguien será capaz de ofrecernos eso que buscamos.

jueves, diciembre 12, 2013

Límites

¿Cuál es el límite que debemos tolerar? Siempre es individual pero, ¿existen normas sociales que está más allá del límite que como grupo, colectividad, conjuntos de seres humanos debemos exigir? ¿Existen situaciones que pueden pasar que nos deben llamar a la reprobación a todos/as? ¿Es, tal vez, la violencia, usado como única moneda de cambio, una de ellas? ¿es la negación de la violencia evidente porque no nos afecta? ¿Es la indiferencia ante el miedo, el sufrimiento? ¿Es, el atropello del poder porque uno no cree en armarse? ¿Es cuando creemos que armarnos es la solución? ¿Es ante la imbecilidad de negar lo que salta como evidente?
A veces, la respuesta no debería ser complicada.

martes, diciembre 10, 2013

Libertad sexual


La libertad sexual no consiste en poder hacer todo, sino en poder decidir qué hacer. Así, decidir experimentar sexualmente algo, cualquier cosa, puede servir para mostrar la libertad sexual. Sin embargo, la verdadera libertad sexual también incluye el poder decidir “no quiero experimentar esto o aquello”. Cuando hablamos de decidir es fundamental que eso incluya la claridad sobre ese procedimiento racional y volitivo de considerar los elementos disponibles, los sentimientos involucrados, el conocimiento de uno mismo y otras cuestiones para elegir. No es simplemente el hacerlo. Es asumir y consentir en su sentido real y concreto.
La libertad sexual no incluye, necesariamente, el manual del kamasutra –aunque maravilloso es el poder seguirlo un poco o mucho-, ni tampoco la concreción de cada una de las fantasías que nos desvelan –aunque ellas puedan ser un festín de placer en tantas ocasiones-, ni tampoco el cumplir una lista mitológica de deseos sexuales –aunque sea espectacular poder hacerla y jugar con ella-. La libertad sexual incluye la capacidad madurada de encontrarse con el otro para recorrer caminos de placer e intimidad, donde el límite esté dado por la comunicación más diversa que podamos descubrir. 
La libertad sexual es la que nos permite experimentar la intimidad como un espacio de seguridad tal, que el otro pueda sentirse en la tranquilidad de desnudarse siempre un poco más y, viceversa. Quizás, un ejemplo concreto de esa libertad sexual sea cuando somos capaces de sumergirnos en una experiencia novedosa con el otro y, al no gustarnos, poder decirlo; decir no me gustó, no quiero repetirlo y lo que haya después sea, inevitablemente, una intimidad que respira aún más gozosa.

La libertad sexual es, tal vez, el  norte que marca el encuentro con el otro de un modo creativo, diverso y genuino. Por ello, la promovamos, sabiendo que ella, siempre nace en el pudor que se valoriza.


lunes, diciembre 09, 2013

Sobre comparaciones y...el hoy

Al fondo la luz. Como la vida misma -y la muerte dirán algunos-. Sin embargo, para que la luz aparezca, la sombra tiene que estar. Aunque sea la conciencia de ella. La percepción de algo necesita la comparación de otra cosa. Comparar. Es difícil que esta función cognitiva no nos acompañe un poco mucho, un poco siempre. Pero todo punto de comparación siempre implica que tomamos decisiones, si...¡como la vida misma! 
Decisiones sobre lo que queremos comparar y, sobre todo, con que lo queremos comparar. Pero eso, lejos de ser evidente, es una compleja formula que toma elementos objetivos y lo multiplicamos por factores que son muy variables: autoestima, estímulos, sensaciones y demás. Es decir, no somos objetivos, pero si lógicos. Lógicos en el sentido que encademos los elementos y con ellos encontramos resultados. A veces, no nos damos cuenta que en esa cadena que utilizamos hay varios eslabones que no creemos que están incluidos pero allí están.
Si, comparemos, pero lo hagamos con la intención de defender la equidad, de potenciar la compasión y de ayudar a que podamos andar un poco más ligeros de equipajes y más felices de andar

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