lunes, marzo 30, 2015

Extranjero



“No me llames extranjero”, reza un verso de un poema de Rafael Amor. Pero, los que alguna vez viajamos y estuvimos en otro lado sabemos que fuimos extranjeros. A ellos se los reconoce porque no estaban desde que nos acordamos en la rutina del cotidiano, porque su lenguaje es diferente, porque su lengua tiene ese acento de otro lado, porque la piel, o las formas nos distinguen. Tal vez, por esos detalles que tienen que ver con el cotidiano y que aunque hagan lo mismo que uno, se ve allí, en lo aparentemente imperceptible que son/somos diferentes.
Sin embargo, vengo de ver a unos padres despidiendo a unos hijos que se iban de excursión y he reconocido los mismos gestos en esa despedida. Todos los gestos diferentes pero semejantes, desde el llanto contenido, hasta el orgullo manifiesto. Desde la serena calma hasta la pose de “todo está bien”. He sido saludado, en otra lengua, pero con la distancia de la desconfianza pero también desde la soberana disponibilidad de acoger al otro porque está allí y con eso alcanza. He visto rezar, con otros rituales pero con la misma sensación de necesidad y de fe que he reconocido en aquella iglesia de aquel barrio, de aquella ciudad donde nací. He visto bailar con la cadencia de quien sabe armonizar con el ritmo y de aquel que, a pesar de todo, lucha sin cuartel contra él, tanto aquí como allá. He visto reír, llorar, gozar, besar en rostros de diferentes texturas, edades, colores y formas y en todos pude reconocer algo que atravesaba todo.

Si, definitivamente en las emociones aun cuando nos gustan cosas diferentes, cuando nos emociona lo opuesto, o lo mismo, aún cuando nos reímos de lo que es insípido para otros, que le damos valor a lo que es baratija para aquel y despreciamos lo que algún otro considera un tesoro. Aun en esas diferencias, detrás estamos tú y yo, y el otro pretendiendo ser felices, llorando por lo que nos golpea y, confiando, que el amor siempre nos conducirá a la paz y la felicidad.

viernes, marzo 27, 2015

El paraíso


La noción de paraíso nos lleva, en la mente, a un lugar idílico, generalmente. Un espacio donde rápidamente aparecen el cielo azul, el sol brillante, el agua transparente y una sensación de comunión con la naturaleza omnipresente. Podemos, sin dudas, imaginar otros escenarios posibles de ser evocados cuando la palabra paraíso surge en nuestra conversación.

Pero más allá de estos detalles y consideraciones pictóricas el espacio se hace paraíso solo cuando se dan algunas condiciones que aporta el “otro” y que se teje en la comunicación con ese otro. Es decir, que el “paraíso” también son los otros. Ahora, imaginemos ese paraíso con esta premisa que incluye al otro como actor real. La primera palabra que se viene a la cabeza es “paz”. En el paraíso la paz es una constante que está al alcance de uno. No conquistada sino reafirmada en los gestos. La paz que surge porque hay otro que nos la retroalimenta. No sólo porque surge de uno, o del otro, sino porque la alimentamos mutuamente.
Lo segundo es la armonía. Esa sensación que surge cuando todo parece estar en el lugar adecuado. Como una música que nos excita positivamente ya que nos estimula donde el placer reina. Pero recordemos, no es una música en particular. Ella puede ser rock, valses vieneses, forró o canción infantil. ¿Qué quiero decir? Simple, la armonía no es tranquilidad sino que la sintonía con el otro en un espacio que nos apacigua para que ese “ida y vuelta” sea sin prisa y sin pausa.

Lo tercero es la comodidad, que implica el poder “desnudarse” de las maneras que uno decida sin la sensación de fragilidad que puede generar la desnudez. La desnudez siempre nos muestra la imperfección de nuestra humanidad que se transforma en estado sublime porque el otro nos la devuelve perfecta. Siempre recordando que somos ese “otro” para la otra persona.




Como podrán sospechar, el paraíso no es un lugar, es el encuentro, la intimidad compartida, la comunicación desarrollada, la confianza redescubierta, el pudor protegido, la simplicidad tejida. No es un espacio sino momentos, no se hace de afuera, sino de adentro, aunque el afuera necesariamente ayuda. Es el intento serio que tenemos los seres humanos de permitirnos la sutil sonrisa que da el placer alimentado por los gestos.





lunes, marzo 23, 2015

Desaparecidos

Gente asesinada, desaparecida, excluida, expulsada. Gente fusilada, violada, sentenciada. Gente, como tú, como yo. Gente con sexo, placeres, juegos, discusiones, polémicas, errores y aciertos. Gente negada, pisoteada, muerta, desaparecida sólo por que piensan, dicen, imaginan, creen, juega o sueñan de otro modo. O, tal vez ni siquiera por eso, solamente porque a alguien no les caía bien su forma de hacer, de callar, de hablar, de pensar, de estar. Así se escribe la historia de la humanidad desde hace siglos. Tengo el poder y por eso silencio, de cualquier forma, a quien no me agrada, a quien me jode. Desaparecidos de mil formas y de tantos lugares.
30,000 allí, dicen que son menos. Poco importa. Uno solamente debería alcanzar para que pensemos en parar el horror. Otros más allá, y siguen, desde que la humanidad existe. Pasan los años y siempre se defiende a quienes hacen desaparecer hasta que ya no se puede hacerlo más y la mano del juego cambia y los que tenían prensa para decir que no era así, dejan de tenerla y los desaparecidos vuelven a aparecer, aunque de otra forma. En otros lugares, en otros sentidos, pero siempre los mismos. Siempre con el mismo resultado: gente inocente que es destruida porque a alguien de algún poder, sea cual fuera, no les gustaba o el color, o la forma, o la posibilidad o lo que se les ocurra. Desaparecidos podemos ser tantos y nos salvamos,  tantas veces, porque tenemos la suerte de no estar en el momento en que aquellos, que siempre odian tengan el poder suficiente para utilizar sus fuerzas para destruirnos.

Sigue el mundo dando vueltas, la humanidad sigue avanzando a oscuras y el poder sigue dando cuenta de inocentes y conjugando el verbo que más aprendió a utilizar: destruir. Van los justificativos, van las razones hasta que dejen de estar. Fusilan y tiene sentido, en algún lugar y tal vez en ese caso, los demás callan. Porque el poder reina, ya vendrán los años en que no tendrá sentido y nos quedaremos con un palmo de narices por haber defendido o callado frente a esos fusilamientos.
Desaparecidos siempre los demás y culpables, quizás, nosotros cuando, de algún modo, justificamos muertes inocentes creyendo que estamos defendiendo principios, utopías o proyectos, cuando en realidad dejamos hacer a quienes sólo conjugan el “destruimos”.
Basta de desaparecidos, basta de muertes inocentes, basta de cualquier poder que solo sirva para lo mismo, destruir a otros, ocultar que inocentes sean matados, olvidados, excluidos, denigrados. 


Basta de desaparecidos por el odio, por el engaño, por la indecencia, por la corrupción, Porque lo sepamos, la corrupción también mata: a veces no de la forma letal pero si de la agónica, de esa que mata sueños, mata esperanzas, mata posibilidades y nos entierra por la necedad de lo que no logran ver más allá de sus limitadas narices.

La memoria en esto, no nos puede perdonar. Digamos de nuevo basta. Digamos de nuevo que no lo permitiremos nunca más



miércoles, marzo 18, 2015

Emociones



Los seres humanos nadamos en emociones. Ellas nos cobijan, nos desnudan, nos incitan, nos excitan, nos apaciguan, nos atormentan, nos afectan, nos reconfortan, nos estimulan, nos tranquilizan, nos aíslan, nos acompañan, nos ofrecen, nos entregan, nos permiten, nos prohíben, nos desafían, nos sostienen y, algunas cosas más. Con ella llegamos a las estrellas y nos caemos en el abismo. Con ella vivimos y al hacerlo las vamos gestionando como creemos, pensamos, aprendemos y, en ocasiones, como nos sale. Sin tantas vueltas.
Las emociones son parte de esa sangre que se hace vital. La neurociencia ya puede explicarla mejor pero las emociones, ese sentir está en nuestra piel, en nuestras modalidades, en nuestra comunicación, en aquello que extrañamos, en lo que compartimos y en lo que soñamos despiertos.  
Es muy difícil ocultarlas, a veces y está bien que sea así. Nos permite el sano ridículo de lo que sale cuando sentimos. Aquello que nos remite a la infancia cuando no nos importaba tanto un capricho absurdo y una manifestación torpe de lo que nos daba vuelta por las tripas, como dicen.

Permitirse las emociones es un derecho que nos debemos; aprender a gestionarlas para que no produzca daño ni a uno ni a los otros, es un deber que necesitamos. El resto es un poco más de esto y algo menos de aquello, en esta situación y no en aquella, pero siempre con estas personas y no con las otras. O sea, una suerte de receta personal que se esconde en los libros inmemoriales de nuestras vivencias y de nuestros deseos, allí donde vamos aprendiendo el oficio de ser felices con lo que tenemos y de compartirlo con quien podemos.

domingo, marzo 08, 2015

Sin-cuentas sombras del 8°day

8 de marzo. Dia de la mujer. Dia para commemorar un duelo. El duelo de mujeres que fueron asesinadas por pedir por sus derechos. No grandes derechos, cosas simples pero que eran "insoportables" para ciertos hombres y, por ello, las mataron. Las quemaron. Nada de otra cosa. Ese día no hubo ni rosas, ni bombones, ni sonrisas, ni canciones de amor, ni mensajes lindos y edulcorados. Fue una masacre cruel. Eso es lo que pasó aquel 8 de marzo que se toma como testimonio para celebrar el dia de la mujer. Se recuerda que hay derechos que todavía no están presentes en muchas mujeres, que muchas mujeres sufrieron por culpa de una visión machista del mundo y por hombres que se creyeron con derecho para hacer esas cosas. 
Hemos avanzado, sin dudas, pero aún persisten varias sombras, Muchas, quizás incontables. 
Asi que hoy, volvamos a recordar lo que falta, celebrando lo que se hizo. No seamos ingenuos pensando que se celebra la feminidad, sino seamos conscientes que se recuerda y revindica la lucha contra la dominacion. No creamos por un momento que se celebra la alegria de vivir, sino que se recuerda que la promesa de vivir bien, libres, autónomos y con la capacidad de consentir a lo que se quiere es un derecho vital que aún no todas -ni todos- tienen. Nos permitamos brindar pero, al hacerlo lo hagamos pensando en  aquellas que todavía hoy sufren el simple hecho de ser mujeres.
Si, celebremos porque se ha avanzado, pero lo hagamos recordando que aún hay demasiadas sombras. Sombras que hacen que hay mujeres que sufran y que necesitamos hacer mucho más para evitar que eso pase.
La humanidad necesita mucho que seamos capaces de ser más humanos y eso solamente se conseguirá cuando todo ser humano tenga los derechos que todos y todas nos merecemos siempre, independiente de la voluntad del poder, de la "ley del mercado" o de algún profeta trasnochado.

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