viernes, septiembre 30, 2016

Besar

Me gusta besar. Encuentro un gesto tan maravilloso. Un gesto que alberga una simplicidad a la que aspiramos tantas veces. Un gesto al alcance de todo el mundo y que tiene una elocuencia que parece muy difusa (besamos por muchas razones diferentes, en distintos lugares –como espacios- y en distintas partes del otro), sin embargo, es muy claro lo que se trasmite, lo que surge de ese gesto en el instante que se está realizando, por más que luego no lo reconozcamos.
Siempre pensé que besamos menos de lo necesario. Que no nos permitimos tanto el placer que contiene esos movimientos de labios (en ocasiones, también de nuestra lengua). Besamos y con ello trasmitimos cariño, ofrecemos disponibilidad, encendemos el deseo, permitimos el placer, acordamos confianza, creamos erotismo, nos dejamos invadir por el sentir, simulamos el infinito, traducimos en  gesto mil palabras, nos abandonamos a la tentación, nos autorizamos la ingenuidad, educamos a la entrega, somos educados al encuentro, nos convocamos a más, nos traicionamos un poco, cedemos a la simplicidad, nos abrazamos al futuro, nos recordamos de lo pasado, nos permitimos la desnudez de nuestra alma, nos guarecemos frente a lo desconocido, nos limitamos en los sentires, nos sumergimos en los sentimientos. Un poco de cada cosa, un poco mucho de cada, un poco nada de cada cosa.
Si, el beso es la opción que nos ofrece nuestro cuerpo para en un movimiento de músculos y mucosas sintetizar milenios de evolución y de porvenir, aunque sean besos de un momento únicamente.
Siempre imagino que los besos dados son lujos de los sentires permitidos, que los besos no dados son un deseo no concretado, pero no necesariamente perdido, que los besos añorados son promesas de futuro, que los besos gozados –sea por placer, sea por cariño, sea por sentimientos- son epopeyas que no se pueden contar pero que tienen la potencialidad del infinito.

Por eso besa como si la vida se fuera en eso, como si al hacerlo sintieses que vives más. Besa para encontrar, besa para buscar, besa para ser, besa para vivir.

domingo, septiembre 11, 2016

Maestro



La palabra maestro tiene un valor ancestral. Reconoce a una persona que tiene un saber y, sobre todo, un “savoir faire” particular. Así, es una verdad de Perogrullo, que todo maestro es un docente pero que no todos los docentes son maestros. Aun cuando varios docentes que no son maestros son muy buenos en su tarea. Parece una complicación pero es muy simple. O sea para ser maestro, en el sentido simbólico específico, no alcanza con ser bueno enseñando una materia, tiene que ver con una conexión muy específica donde se desarrolla desde la rebeldía hasta la confianza.



Por eso, por lo general, reconocemos como maestros a muy pocas personas. Aquellas que han sido capaces de tallar, en el momento único de nuestra existencia, esa herramienta que nos sirve toda la vida. Aquella o aquel que tuvo la capacidad de mostrarnos un camino deslumbrante o tal vez aterrador –en aquel momento- y ayudarnos a poder emprenderlo y que hoy, ya camino adentro, vemos como el camino de nuestra vida.
No pretendamos haber sido maestro de todos. Es decir, dejemos la grandilocuencia y nos sintamos felices si alguien en el universo nos reconoce como maestros.

Días como hoy, en Argentina, se recuerda al maestro. Evocando la figura de un tal “Domingo”. Valga la ocasión para saludar a los docentes de nuestros hijos e hijas. Pero también es una de esas ocasiones para hacer memoria de otros tiempos y otras personas, también. En esos momentos donde hubo personas que lograron hacernos sentir capaces de ser felices, capaces de aprender, capaces de poder crecer, capaces de poder volar,  conscientes de tener raíces, y por todo ello, en definitiva, capaces de ser personas de bien; a pesar de todo lo que pueda caernos en suerte. Esas personas que contribuyeron a que veamos el mundo de otra forma y así aspirar a construirlo siempre mejor o intentarlo seriamente, sin pausa.
Ojalá alguien pueda decirnos siempre, aunque sea con otras palabras el ya famoso “Oh! Captain, my captain!

Va por aquellos, va por estos, mi homenaje.

viernes, septiembre 02, 2016

Día de la salud sexual






El 4 de septiembre se celebra el Día mundial de la Salud Sexual. Cada año se establece un lema para tal motivo. El objetivo de un lema es sintetizar alguna cuestión para reflexionar, promover y, en ocasiones, intervenir. Recordemos, antes que nada, que se parte de la premisa que la salud sexual es un derecho inalienable de todos los seres humanos. Este año el lema es “rompamos los mitos”. 
Quienes nos ocupamos de la salud sexual insistimos sobre una evidencia: muchos de los problemas que impiden disfrutar de una buena salud sexual - satisfactoria y plena-  nacen por errores de conocimiento o por malas interpretaciones sobre esta esfera esencial de la vida humana. 

Es decir, el lema de este año nos dice que debemos empeñarnos seriamente para que ni la ignorancia ni el conocimiento falaz nos impida disfrutar plenamente del universo que surge por disponer de una sexualidad; esto más allá de nuestras creencias, de nuestras formas de relacionarnos, de nuestras habilidades interpersonales, de nuestras posibles limitaciones. Sabemos que la salud es, aún, una deuda social que tenemos. Hoy, no digo esto como una crítica a lo realizado y a lo no realizado. Lo digo como una llamada a lo que viene. Esto significa que todos y todas deberíamos empeñarnos  en realizar nuestro mejor esfuerzo sobre esto y, sobre todo, exigir que existan mayores recursos para resolver las cuestiones relacionadas con esta temática. 
Estoy hablando, por ejemplo, que a nivel educativo se profundice la educación sexual integral, según manda la ley 26150 y que en algunos lugares se la inicia de una buena vez; que a nivel sanitario se optimice la atención en esta esfera del ser humano, con consultorios “amigables”, equitativos y accesibles sobre estas cuestiones pero también que los colegas médicos empiecen a preguntar sobre esta esfera del ser humano para orientar y derivar si fuese necesario; que a nivel social, aumentemos, aún más, el empeño en reducir la violencia, particularmente la de género; como también que se fomente la cultura de la diversidad, comprendiendo que el respeto nace de aceptar que la diferencia es inherente al ser humano, y es la base de nuestra riqueza como especie, entre otras cosas. 
Finalmente, sería muy positivo que aspiremos, siempre, a crecer a nivel interpersonal, porque es allí donde la vida sexual puede encontrar la plenitud, en el encuentro con el otro, donde, definitivamente, el placer, el sentir y la humanidad se gestan, y se transforma en la suma de los actos, siempre enriquecedores que la sexualidad permite.

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