lunes, enero 25, 2016

Arrepentimiento

Arrepentirse tiene mala fama. En esta época que se debe parecer seguro y completamente convencido de todo, arrepentirse parece como una falta a nuestra coherencia. Pero, si lo pensamos correctamente, el arrepentimiento prueba una de las cosas más sencillas, evidentes y contundentes de lo humano. Aquello que fue sintetizado en un verso que es tan popular: “Caminante no hay caminos, se hace camino al andar”. O sea, vamos por la vida con lo que tenemos y en ese andar intentamos acertar el camino y, cuando lo erramos procuramos la senda que sea mejor.  Lo hacemos cotidianamente y un buen día el camino parece más claro pero la posibilidad del equivocarnos está siempre en cada paso. No por eso, vamos a pensar ni a paralizarnos ni a poner todo como un riesgo que el universo colapse. Es la vida, simplemente.
Yo, por mi parte, me arrepiento de muchas cosas. Algunas de ellas totalmente pasajeras y, me doy cuenta en esta distancia, que fueron errores de principiantes, de ingenuo, de estar sujeto a códigos infantiles o cosas así. Por ejemplo, recuerdo, con cariño, y me arrepiento de no haberme quedado esa noche en Amsterdam. No cambió mi vida, ni hacerlo lo hubiera hecho pero allí está. Me arrepiento de placeres que renuncié por alguna cosa que hoy ya no le doy importancia. Me arrepiento de otros placeres que me permití, porque no justificaron ciertas cosas que originaron y podría haberlo previsto. Me arrepiento de besos (valga como síntesis) que no di y de algunos que, quizás, me podría haber ahorrado. Son tonterías. Cualquiera de nosotros tenemos en la vida innumerables anécdotas de ese tipo.

Esos arrepentimientos sólo son historias que nunca fueron escritas. No modifican el rumbo de nadie. Aún escritas, quizás nadie, las recuerde y, en último caso, al conocerlas podría abonar la imaginación de algunos. No más que eso.
Pero hay otros arrepentimientos que son más complejos. Son aquellos donde no se pudo prever –no se quiso, no se supo, no…algo- que lo que hacíamos – o dejábamos de hacer- producía daño. Esos son los arrepentimientos que hacen cicatrices. Algunas de ellas se ven, otras se las siente. No son la culpa. Son el simple hecho de haberse equivocado y de la consecuencia de ello. También tengo esos arrepentimientos. Algunos de esas acciones las pagué en carne propia y aún duelen las cicatrices invisibles. Están allí. Con sus bordes rugosos y grotescos recordándome que en aquel momento elegí mal el camino y no pude desandarlo. Me arrepiento de "aquella ventana", de "esos correos", de "esa noche", de "aquella playa" y "de esa habitación", entre varias cosas. 
¿Hay formas de evitarlo? Después de hecho uno quiere volver al pasado y hacerlo de otro modo. Pero, todos sabemos eso no es posible. Algunas veces, pocas, hubo una segunda oportunidad y creo que las hice mejor o, me di cuenta las razones por las que seguí eligiendo mi acción con una idea de es lo mejor aunque duela. Pero, tantas veces no hay segunda oportunidad. Hay cicatrices que siguen doliendo.
No debo arrepentirme por ser esa conjunción que somos entre genética y aprendizaje. Ese conjunto caótico, tantas veces, de sueños, límites, deseos, miedos, capacidades, sentimientos, carencias y tantas cosas que conjugan nuestras acciones. Pero si podemos y debemos arrepentirnos de las veces que nos equivocamos que, por ser humanos, siempre existen.

¿Cómo evitarlo? No creo que podamos. La vida implica un camino a hacer. Quizás podamos minimizarlo siempre con una consigna sencilla: intentar y ser consientes de poner el máximo de lo posible en cada momento, sabiendo que hay días que ese máximo no será el total de nosotros sino el que podemos. Al hacerlo, tal vez, nos permita ser un poco más indulgentes con nosotros por esas cosas que hicimos –haremos-  y que, cada tanto, nos arrepentiremos. 

jueves, enero 21, 2016

Separación

Las parejas se separan. Lo hacen un buen día como una lógica total o como una sorpresa general. Pero pasa. Se separan por muchas cosas: circunstancias, excusas, razones, equivocaciones están en el menú, entre otras. Pero debo decir que, en primer lugar, siempre está el desamor que justifica, exige, ruega por la separación. No obstante, no siempre es esto que aparece en primer lugar, sino que se manifiesta como consecuencia de la separación. El desamor, aunque duela tanto al que puede continuar amando, ocasionalmente, en la pareja es bueno. Porque permite la separación y con ello la posibilidad de amar bien, de amar de nuevo, de amar mejor. Así que de ese “desamor” no vamos a hablar hoy.
Dejemos también de lado aquellas que se separan porque deciden asumir que nunca fueron una pareja. Que solo lograron utilizar maquillajes e ilusiones pero que nunca se constituyeron realmente como una pareja, aún, en ocasiones, teniendo una vida en común. Esas parejas que nunca osaron ser realmente parejas por más que practicaron la ilusión de serlo para ellos y para los demás. Un día decidieron dejar de practicar ese “juego de roles” y optaron por verse sin el maquillaje y “se separaron” sólo para ser coherentes con su realidad. El compromiso era cartón pintado. Una historia que se contaban.
Nos detengamos en aquellas otras: las que nacieron contra las leyes que estaban vigentes para uno y el otro; en aquellas parejas para las cuales el terreno no era fértil. Esas que se hicieron parejas contra todo y contra todos (o casi). Esas que estaban rodeadas de personas que toleraron o, simplemente, esperaron la oportunidad para ser la cuña de la separación.
A ver, me explico mejor: una pareja siempre se construye entre dos personas que tienen su medio, sus “redes de contención” y estas, aún sin intervenir directamente, son ese medio que da contención, que permite el crecimiento, que favorece la constitución de algo. No siempre directamente, a veces como “adversarios” otras como “estímulos”. En ocasiones, como un verdadero “abono” frente a la adversidad del medio.
Ese medio donde se constituye la pareja, por más que sea circunstancial, pasajero, o lo que fuera, está allí´. Son los medios físicos, las personas cercanas, las personas circunstanciales, el medio social, las familias, las amistades, todas esas personas que están allí demarcando y alimentando esos tres espacios que siempre deben existir en una pareja real: el “yo”, el “tu” y el “nosotros”.
Cuando las crisis aparecen, esa red de contención, que siempre existe, es la que puede –en ocasiones, no siempre- favorecer que la crisis pase, se resuelva y con eso se pueda seguir tentando la armonía. Cuando esa red de contención no existe o está inutilizada o, muy común, quiere mantenerse muy neutral  (sea por cobardía, interés, estupidez, incapacidad o “falsa prudencia”) la pareja no tiene donde asirse en esa crisis para recuperar la memoria de lo vivido. Nunca los demás son quienes hacen que una pareja exista o deje de existir. Pero si, pueden ser aquellos que inciden en la memoria de nuestra “pequeña historia”. Sea para favorecer la ruptura, para hacer que la misma sea más fácil o para evitarla.
Los demás, nunca son responsables de la separación. Aunque a veces nos viene bien tener un culpable fuera de los dos. Aunque sea para canalizar la furia, el dolor o la impotencia. Pero nunca son responsables (aún en aquellos casos de una injerencia directa). Pero si pueden tener su responsabilidad, valga decirlo. Si, son responsables de como estuvieron en ese momento, en el epicentro de la ruptura y en los bordes (anteriores y posteriores). Son responsables de sus acciones, de sus inacciones, de sus omisiones. Es decir, tenemos responsabilidad tanto de las palabras que dijimos como de los silencios que impusimos.

Esto, si lo piensan, es lógico, siempre estamos en el mundo. Siempre somos, de un modo u otro, parte de la red de contención de alguien. ¿Nos damos cuenta? 

lunes, enero 18, 2016

Sobre “emoticons” y otras yerbas emocionales


Tengo mis bemoles con las redes sociales  (o lo que yo entiendo por ellas). Defiendo algunas porque las encuentro de una practicidad maravillosa. Otras las denigro. Algunas las uso. Las otras las rehúyo. Yo, y otros tanto hacen lo mismo o diferente. Encuentro maravilloso el poder comunicarse en tiempo real en la distancia. El poder comunicarse con alguien con quien no tenemos posibilidad de vernos por la distancia física o aquella que está definida por “el otro tiempo”. Siempre habrá alguien que tiene “un millón de cosas a hacer” y que no se da tiempo para un encuentro. La tecnología lo resuelve o te da unas buenas herramientas para zafar bastante bien.
A ver, veamos, existe actualmente, un modo de comunicarse cuando la distancia está como real, un medio que es directo, económico y “permanente”. ¡Vaya que hemos adelantado de la época de cartas a mano trasladadas por barcos!
Sin embargo, todos sabemos una evidencia, aunque cada tanto nos olvidemos: nada reemplaza aquella comunicación que podemos hacer cara a cara. Nada puede reemplazar el poder mostrar la emoción en la mirada, en los gestos, en la cercanía en el rostro. Ni emoticones, ni manifestaciones emotivas grandilocuentes, aun las que van llenas de corazones y, menos aquellas con estallidos de amor dicho sin filtros en los grupos de whatshap, por ejemplo. Veamos, la verdad es que me parecen una muestra adolescente que, en los adultos, es algo así como una simple estupidez.
Lo aclaro, yo fui adolescente. Sé lo que es buscar frases hermosas de poemas repetidos al cansancio y decirlas como si fuesen voces propias. Fui adolescente en la época donde “las redes sociales” eran tarjetas donde se escribían mensajes “cursis, edulcorados y muy poco originales” y hasta donde se podía incluir “símbolos” de sentimientos (los corazones en sus variaciones siempre existieron). Eran los antiguos emoticones hecho a pulso (quiero imaginar que los jeroglíficos también los incluyen). Pero un día dejé de ser adolescente y comprendí que el sentimiento es real porque somos capaces de expresarlo con la selección de lo bueno, con la precisión de la artesanía, con las certezas de lo comprendido.


Un mensaje con sentimiento tiene su forma, su contenido, su lugar y su destinatario. Es un acto íntimo, por más que podamos hacerlo público por alguna circunstancia. Pero es un acto dirigido a una persona. Es medido no por lo que se siente, sino porque hace la distinción con lo demás. No, no se quiere a todo el mundo igual por más que repitamos la forma de querer. 
Declaraciones colectivas en el whatshap tienen el aroma de la falta de compromiso. Esto es una verdad, sino piensen, a esas personas que le hablan de “cuanto lo quieres” seguido de emoticones varios y diversos, a esas personas ¿cuál fue la última vez que hiciste el esfuerzo de tomar tu tiempo, ese que ocupas con “un millón de cosas” para verlo, para estar, para hablarlo, para escribirle, para pensarla; en definitiva para poder hacer lo único que prueba que alguien es importante? ¿Qué cosa? El esfuerzo real, concreto, deseado, dirigido de poder comunicarte con esa persona a la vieja usanza, es decir personalizado. Esa es una de las pruebas del valor que le das a una persona, independiente que utilices, también para ello, las facilidades (siempre geniales) que la tecnología ofrece.

domingo, enero 10, 2016

Conversar

No soy un buen conversador. Lo sé. Pero disfruto mucho una buena conversación. No hay secreto: no son cosas antagónicas. Pero, sabemos, como pasa con las buenas cosas, no se hacen con cualquiera. Sólo con algunas personas. Eso me pasa. Con otras, no consigo conversar o perdí el interés de hacerlo.
Lo que hoy me pasa es tener claro el grupo de personas con quien ya no me gusta conversar. Son aquellas con las que la fluidez –piedra angular del diálogo- siempre esta jaqueada. Esas conversaciones que ya están viciadas porque uno tiene que pensar demasiado si lo que va a decir es lo adecuado, lo correcto, lo válido, lo justo. Sino va a generar situaciones que compliquen el momento. Una conversación con tantas pautas, sin poder delirar, no es conversación, es sumario.
Tampoco me gusta conversar con personas que son incoherentes. Esas personas que defienden una idea en este momento, confirmada como ley divina por alguna experiencia, exclusivamente, personal y dentro de un momento –digamos mejor: "momentito"- ya están defendiendo la idea contraria con la misma pasión y deliberación, basándose en el mismo pétreo argumento: la vivencia indiscutible. A ver no me jode que la gente cambie de ideas. "Nadie puede privarse de ser menos estúpido el día siguiente". Lo que jode es que hagan apología de una coherencia maravillosa; que salte de una idea a otra y no lo reconozcan
Otro grupo de personas con el que no quiero conversar es aquel que está formado por los que nunca se permiten sorprenderse. Nunca jamás puedes contarle algo que no saben. Por más que no sepan nada. Siempre lo que tus palabras dicen será utilizado como su conocimiento ya definido. Nunca jamás puedes aportar una solución, una idea, algo que los haga sonreír por descubrir. ¿De qué sirve una conversación sino se puede descubrir cualquier cosa, aunque sea una tontera?
Tampoco me gusta conversar con esas personas que acaparan todo el diálogo para sentirse dueños de la verdad. No aquellos que tienen la maravillosa magia de poder mantener la conversación de forma divertida y que son capaces de sacar risas por doquier. Esas personas que nos hacen partícipes de la conversación con la simple sutileza de dejarnos reír de sus ocurrencias, poniendo las pausas para que uno respire, hable o ría. No, estoy hablando de aquellas que sólo desean ser el centro y no dejar que nadie ose quitarles las luces. Si bien para ello deba exagerar, aumentar y desfigurar sin ninguna gracia cualquier motivo.
Conversar, un arte. Loados quienes pueden hacerlo. Pero debo aclarar: mis cuantiosas limitaciones y “exigencias” sólo son para mí, lo sé. Lo deberías saber. Cada cual sabe con quien le gusta conversar.

viernes, enero 01, 2016

Deseos "especiales" para el 2016.¡ Valgan también para el 2017!


Para el 2016, si son adultos, les deseo sexo:  
Sexo con amor, sexo con deseo, sexo con pasión, sexo con ternura, sexo con cuidado, sexo con sentimiento, sexo con compañía, sexo descubierto, sexo enloquecido, sexo tántrico, sexo erótico, sexo sin rutinas, sexo con rituales, sexo espontáneo, sexo con risas, sexo con orgasmo, sexo con fantasías, sexo especial, sexo con placer, sexo con deleite, sexo en la cama, sexo en otros lugares, sexo con entrega, sexo con disponibilidad, sexo con intensidad, sexo relajado, sexo como forma de estar, sexo como forma de acercarse, sexo íntimo, sexo porque quieren tenerlo, sexo sin preguntas, sexo sin respuestas, sexo como forma de decir, sexo como gesto,  gesto como palabras, sexo como silencio. Sexo de todas las formas que se animen, pero siempre -esto fuera de discusión- sexo consentido. Ojalá, también sea siempre deseado. Aún mejor, sexo con amor.
De todos ellos elijan aquellos que ya han experimentado y perfecciónenlo; prueben aquellos que no han osado y sumérjanse en la experiencia; repitan uno y otra vez la posibilidad de encontrarse y encontrar al otro. Háganlo con la misma persona o no. Pero dense el lujo de disfrutar una de las maravillas que el ser humano tiene, utilizar todo su ser para crear una forma única de hablar, de compartir, de entregar, de recibir, de construir o, simplemente de ser humano. En definitiva la disponibilidad para el otro convertida en orfebrería única, irrepetible pero infinita.
Que el 2016 sea un año sexual. Un año, donde el placer, el sentimiento, el goce estén presentes y surjan dentro de ti para ofrecerse como compromiso con el mundo.
Así que si, les deseo, entre otras cosas, esto.


Nota: y si son menores, ¿qué? Pues les deseo que en el 2016 comiencen o continúen con una verdadera educación sexual. Porque ella les permitirá decidir mejor cuando tener sexo, como tenerlo, como disfrutarlo y también a no tener sexo. Les permitirá siempre, con mayor claridad y asertividad, consentir a una relación y hacer que la misma sea placentera, constructiva, enriquecedora y que permita el encuentro con el otro. En definitiva, permitirá, si así lo desean, amar mucho mejor

Si, les deseo una educación sexual plena para que cuando decidan tener sexo, sean capaces de sumergirse en ese universo que debe ser espléndido. Un universo que lo permite nuestra humanidad. 






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