lunes, julio 25, 2016

Placer

El placer es una sensación positiva (rica dicen en parte de latinoamérica). Una sensación que nos produce un sentimiento de bienestar muy evidente. Es el encuentro de uno mismo con algo que está fuera de nosotros, con otro/a. Siempre por medio de nuestros sentidos y que hace que por un instante nos dejemos deleitarnos por la satisfacción de una felicidad que contagia.
El placer, siempre personal, necesita del otro/a. El ser humano es relacional, aunque muchos placeres uno pueda y prefiera disfrutarlo en soledad. Aún así, el placer repercutirá en los demás. Si, lo aceptemos como ley.
Pero el placer que más nos motiva es el que no sólo necesita del otro/a sino que hace imprescindible que el otro/a esté participe, nos devuelva la mirada, perciba nuestros sentidos, nos estimule con los suyos y que nuestras limitaciones se evaporen por un instante, fugaz pero magnífico.


El placer adquiere su dimensión más conmovedora en el peso que la mirada tiene, en la profundidad de la sonrisa que surge, en la tranquilidad que conservamos ante nuestra fragilidad. Pero me permito revisar esto con un poco más de detalle.
Todos podemos mirarnos. Es tan inevitablemente cotidiano que parece casi secundario. Pero cuando compartimos un placer la mirada adquiere un tono diferente. Un tono que navega entre la complicidad del momento y la certeza de un rapto de asertividad. Un placer compartido, aún con alguien que apenas conocemos, lo podemos saber en la calidad de la mirada que nos ofrecemos aunque sea por un instante pasajero. Por ello, los placeres compartidos con alguien que seguimos conociendo –nunca deberíamos terminar de hacerlo- mejora la calidad de nuestra mirada. Esa mirada donde el silencio habla y nos dice cosas de toda nuestra eternidad.
No hay placer sin sonrisa. Definitivamente. No hablo de la que los labios y dientes pueden mostrar, sino de la que ilumina el rostro tenuemente por la luz incandescente que ilumina nuestra alma. Si, el placer genera una llama que parece que surge de lo externo pero que se gesta en nuestro interior. En esa parte donde nuestro ser tiene claro lo que le gusta, lo que cree, lo que siente, lo que necesita y que los sentidos traducen de una forma eficaz. Esa sonrisa perfecta, que pocas veces conseguimos ver, es un tatuaje indeleble en nuestra alma.
Todo placer nos desnuda. Nos muestra en una intimidad cualesquiera (constante o transitoria), nuestro ser con nuestros detalles e imperfecciones. Nos muestra, de forma fehaciente que somos humanos y que, como dijeron, nada humano no es ajeno. Cuando el placer es maravilloso, nuestra fragilidad humana aparece de forma elocuente frente al otro/a. Por ello, cuanta más intimidad nos ofrece el otro/a más tranquilidad tenemos frente a nuestra inevitable desnudez. Eso, indudablemente, potencia nuestro placer. Si, sólo quien sabe el alcance de su fragilidad es capaz de abandonarse al placer que ofrece el otro/a, aunque parezca paradójico.
Disfrutar el placer, sería el mandato redundante que nos imponemos. Encontrar el placer es el camino que debemos transitar. El camino de la vida, del encuentro, del sabernos humanos. Ese camino que siempre estará hecho en la medida de las miradas, de las sonrisas y de la fragilidad. 

miércoles, julio 20, 2016

Carta Pública al amigo que nunca fue


Confieso que te tengo cariño. Quizás eso sea debido a cierto sentimentalismo que uno agarra en la adolescencia, hasta allí remonta nuestra siempre llamada amistad y son más de treinta años lo que pasaron desde el inicio. Pero hace unos días tuve un despertar, podríamos decir. Me pasó algo muy bueno, me llegó una noticias de esas que se deben compartir y me di cuenta que no tenía ganas de compartirla contigo. Tampoco me va  a molestar que la conozcas. Es más, ya sé que la conoces por otras bocas. Seguramente te alegrarás como uno se alegra que pasen cosas en el mundo. Pero no quise compartirla como lo que se debería hacer. El contarla a quien uno siente que es su amigo. Aquel que uno quiere contarle lo bueno porque ya se compartió siempre lo malo y porque uno encuentra en el rostro del otro la felicidad que uno siente que debería tener.
No, no quise compartirla. Fue allí que me di cuenta que en realidad ya no importaba. Como dicen, me cayó la ficha y de repente todo se hizo claro. Nunca estuviste en las 6 o 7 veces importantes que necesité tu ayuda, pudiendo estar. Te aprovechaste de las excusas para no estar. Siempre tuviste una crítica para mi aspecto y, confieso, no me acuerdo de tu alegría ante mis logros, que tampoco fueron muchos.

“Muerta ya la amistad huele igual que el fracaso” dice Sabina. Ni eso. Imaginé una amistad que nombramos cuando adolescentes y que creo que nunca hiciste nada para que sea. Duro, como evidente. A hacerse cargo, diríamos.

Bueno de todos modos, tampoco es que esto sea algo que merezca mucho más que eso, una simpática declaración adolescente que no tuvo posibilidad de ser nada. Aunque eso no quita, te tengo cariño y me alegré por tus logros y hasta traté de estar en tus pesares. Quizás no lo logré. Tú debes juzgarlo. Cuando mires tu espejo lo sabrás, como esta vez yo lo supe. Después, será nostalgia de la terrible por lo que perdimos o, simplemente, la alegría de saber que nos equivocamos, no teníamos madera para ser amigos. Darse cuenta es bueno, permite reconocer a los verdaderos amigos. Esos que siempre tienen una buena madera. Ojalá, sea eso para algunos de los que  me llaman amigo, aún.


domingo, julio 17, 2016

Besos: nuevos comentarios

Escribo, hace unos días, que el ejemplo más pleno de la humanidad seria el beso. Por la amplitud de sus significados, la simplicidad de su ejecución, la evidencia de sus efectos y las posibilidades de su alcance. Me quedo con esa idea que vuelve a mí. 
El beso, sigue siendo un gesto que encuentro indispensable para experimentar siempre. Casi como un motor del mundo, aunque sea indirecto. Efectivamente, es el beso que nos moviliza de varias formas. El beso que se busca, que se da, que se antoja, que se espera, que se sueña, que se ofrece, que se recibe, que se pide, que se entrega. Este y todos los besos son la puerta, el camino, la traducción del deseo y, es este, sin dudas, que hace que el mundo funcione.
Besar es más que solo una gimnasia de labios. Besar es una antología de nuestros andares. Un bosquejo de nuestras ambiciones, un plano del laberinto de nuestro futuro. Se condensan en esos movimientos tan simples, la imperiosa necesidad del otro que define a la humanidad. Por más que un beso sea circunstancial, por más que sea alejado de todo sentimiento, por más que sea un gesto vacío. Aún en esos casos, el otro siempre está presente. No pretendo por ello decir que el beso es la perfección del ser humano pero vaya que en el podemos exponer nuestras imperfecciones que, paradojicamente, es una de las perfecciones del ser humano. Perfección que se alcanza no por hacerlo de modo artístico o impecable sino porque podemos condensar, en ese movimiento, la suma de los universos que nos componen. 
Un beso es, o puede ser, la puerta infranqueable o el hilo de Ariadna para cualquier laberinto. Es lo que te invita a sumergirte en el arte del encuentro, en la vivencia de la intimidad o, en ocasiones las señales de atención para que te evites los problemas. 
Un beso, el buen beso, es, quizás, aquel que nos permite autorizar deseos, manifestar sentimientos, energizar el instante, codificar el infinito, o simplemente transitar un momento único -que queramos irrepetible por lo de eterno o lo de fugaz-, que, en ocasiones, nos permite respirar el alma. Ese beso es el lujo que nos debemos permitir, buscándolo sin prisa, sin pausa, sin vueltas, sin obligación, con deseo.
No corramos tras besos, pero lo busquemos como una oportunidad que la vida nos reparte sin límites. Besemos sin límites en todos los bordes del otro. 
No lloremos por los besos que ya no damos, pero no dejemos de soñarlos como una ambición, como una posibilidad, como una síntesis constante de lo vivido y un borrador de todo lo que falta vivir.
Cuando la vida se termine, cuando el ocaso llegue, nuestra desnudez, tal vez, se vista de los besos que dimos, allí, quizás, estará parte de nuestro triunfo.


Así que sí, deseo besar. Ayer, hoy y mañana.

Entrada destacada

Deseos 2020

Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcio...