jueves, octubre 20, 2016

El día después de “#ni una menos”


El 19 de octubre  Argentina se vistió de luto. El lema era “#ni una menos”. Los datos alarmantes de las muertes de mujeres por culpa de la violencia, en todas sus dimensiones, nos preocupan, nos inquietan, nos afectan y, por suerte, nos motivan a hacer algo.  Sin embargo, estamos abocados a lo que sería prevención secundaria o terciaria, la que es imprescindible en muchas situaciones. 
Pero, la pregunta que hoy quisiera hacer es ¿qué estamos haciendo y, también, qué no estamos haciendo para que en el futuro haya menos violencia? A ver, hoy se hacen cosa para prevenir: sensibilizar, señalizar, sancionar a las violencias como algo que no queremos. Esto ya es un paso importante. Tanto como reducir los riesgos de que sucedan, como también que, cuando pase, los daños sean los menores posibles. Todo es de una actualidad ineludible.  Es más, lo sabemos, existen muchas personas comprometidas y que se dedican a esto. Sin embargo, a pesar que hay mujeres y hombres convencidas y comprometidas con el trabajo a hacer, falta mucho: mayor presupuesto, mayor cantidad de recursos humanos, entre otras cuestiones que son necesarias y urgentes. 
Pero quiero insistir con algo que ya mencioné en otras cartas. Está faltando lo que puede salvar nuestro futuro. Existe una ley nacional en vigencia que aún se resiste: la ley del programa de educación sexual integral. 
Esta ley señaliza el camino de la prevención, entre otras cosas, de la violencia. Es una ley que ofrece pistas de acción fundamentales: habla de dotar de competencias para la vida a los estudiantes, esto incluye aumentar y/o fortalecer la autoestima, ofrecer y optimizar las formas de resolver los conflictos sin violencia;  de crear o perfeccionar los mecanismos personales para no exponerse a situaciones de violencia o para salir de ellas, el fomentar el desarrollo de habilidades para el diálogo, para el reconocimiento personal, para la protección y para el desarrollo integral; también estimula la igualdad de trato para varones y mujeres. Esto y mucho más. 
Por ello, sigo sin entender porque padres y madres no reclamamos su implementación total como algo urgente, imprescindible, ineludible. Esto no debe ser hecho porque la ley exista, sino porque está en juego el futuro de nuestras hijas, de nuestros hijos y de nuestra sociedad. La violencia contra la mujer, es una urgencia, la resolvamos día a día, al mismo tiempo que hagamos que la educación sea lo que siempre dijimos que es: la garantía de un futuro mejor.

(Publicada en "La Gaceta" el 21 de octubre de 2016)
http://www.lagaceta.com.ar/nota/704214/opinion/cartas-lectores.html 

domingo, octubre 16, 2016

Día de la madre



Soy hijo porque una mujer me hizo hijo. Soy padre porque una mujer me permitió ese milagro. En estas dos identidades, que son parte de mí, se muestra toda mi humanidad. 
En la primera, recibí dones, beneficios, vivencias y más cosas, todo envuelto en ese amor incondicional y que, lo sabemos, puede ser tan increíble de reunir ternura y "renegadas" bordadas en el día a día. ¡Si! Los hijos crecemos y hacemos algo con todo eso. 
En lo segundo, tuve la maravillosa cercanía con la vida creada y con la posibilidad única y casi perfecta de ser testigo directo y hoy, sólo un responsable necesario de “la alegría” compartida con una mujer, que me bendijo, en esa historia, con la posibilidad de ser padre. Algo que es irrevocable, aún cuando uno ya no sea aquel hombre visto como importante. El amor nos muestra realidad total o fantasía  o lo que fuera, según la distancia con que lo veamos.

Escribo esto porque, en Argentina, este domingo se celebra el día de la madre. Un día para evocar la magia de la vida y sentir el perfume de la capacidad humana de la entrega incondicional (no soy ingenuo, sé que existen otras madres, otras situaciones, otras vivencias, pero hoy, permítanme expresarme en estos términos).
El día de la madre evoca la sutileza de nuestra naturaleza humana. Ese día que se genera por una comunión que no es necesariamente perfecta pero que es, tantas veces, maravillosamente íntima. Así un buen día aparecemos en un útero y de allí la vida que hoy tenemos comienza  (biología mediante, horas más o menos). Los que tenemos la posibilidad de ser padres, recibimos, en ocasiones, la posibilidad de ser testigos, en primera fila, de ese evento que nos permite seguir esperanzados en un futuro, en lo mejor.
Luego, nos hacemos adultos y los recuerdos de la infancia donde nuestros padres, sobre todo nuestra madre, eran omnipresentes, se desdibujan un poco o lo ocultamos un tanto y empezamos a ver a esa mujer más como nuestra "madre" y un poco menos como “mamá”. Esta sutileza no merma ni sentimiento, ni cariño, sino que lo transforma.
Ella, por su parte, sigue siendo la única testigo que tenemos de la fragilidad que nos rodeaba cuando bebé, de la ingenuidad que hizo feliz nuestra infancia y de aquellas chiquilinadas de nuestra adolescencia y, también para muchos, de los vaivenes de nuestra adultez. Así vamos por la vida, con una de las certezas que justifica el universo, una mujer nos amó, una mujer nos ama. Ya con eso, las cosas tienen otra perspectiva siempre.


A mi madre, a la madre de mi hijo, y para todas aquellas mujeres que fueron, son o serán madres (o imaginaron serlo), vaya este sentir, como un homenaje.

miércoles, octubre 12, 2016

Tentación

Reveo mi idea de tentación. Está claro que la tentación es un estímulo que tiene como receptor a nuestro deseo. Es el deseo el que permite que la tentación surja como algo que nos atrae. En ese sentido simbólico es que escribí que la tentación tiene ese encanto que nos motoriza y que nos permite el placer. Que hace que 
eso que nos invitan a hacer suene como ¡qué bueno! Sin embargo, no es sólo el deseo que define a la tentación. Está la otra parte, aquella que nos afecta. Aclaremos el deseo es una suerte de motor que tenemos. Nos permite avanzar, en ocasiones, y cuando logramos satisfacerlo encontramos en ello el placer de lo encontrado y el gozo de lo disfrutado. La sensación que queda después es mínimamente de satisfacción y de máxima, una nutritiva sensación positiva de una riqueza “bio-psico-socio-espiritual”. El deseo no debe ser el problema.
Ahora bien, la tentación no sólo engancha al deseo, sino que apunta a ese deseo que aún no tenemos elaborado, el que se “linkea” con nuestra fragilidad expuesta. Estoy refiriéndome a ese estímulo a un deseo que una vez satisfecho nos sumerge en una sensación de culpa, a una vivencia de daño. Algo así como un efecto rebote. Aquello que sabemos que aún nos afecta mucho si caemos en esa iniciativa. La tentación como un peligro para nuestra unidad “bio-psico-socio-espiritual”.
Esta diferencia la señalo como importante. Que sintetizándolo sería algo así como no digas nunca no a tu deseo, pero siempre di no a tu deseo que aún no tienes elaborado, aquel que te hace daño.
Esto me recuerda un refrán que tenía hace tiempo, como una suerte de guía: “no pidas peras al olmo”; al cual le agregaba: porque si le pidas, la culpa será tuya y no del olmo. Entonces, lo importante es aprender rápido y de forma muy específica y concreta a diferencias peras de olmos, así a los primeros sacarle frutos y a los segundos sombra.

Aprendamos más de nosotros siempre para que la tentación no aparezca y siempre seamos capaces de dejarnos seducir por nuestro deseo. Quizás así hagamos que nuestro camino a la felicidad no sea una utópica realidad lejano, sino aquella que podemos vivir realmente todos los días.

domingo, octubre 02, 2016

Las certezas de fin de año- Valga para este Shaná Tová, también

Este texto lo publiqué en el 2012. Hoy, vuelvo a hacerlo. Hoy, por este ¡Shaná Tová! 

Termina el año y, creo, que una de las cuestiones importantes es lo que se tiene claro. La certeza real de ciertos elementos. Esto, quizás, nos permita el lujo de un balance prometedor. La certeza a la que me refiero es la que nace no sólo de convicciones sino de la realidad que nos rodea y que alimentamos. Aquella que nos permite no sólo creer sino vivir con más tranquilidad.
Hoy, en este fin de año, tengo certezas absolutas sobre algunos puntos. Tal vez sea la madurez, dicen. No es que voy a enlistarlas ni a dar ejemplos pero si marcar las cuatro que considero que, inevitablemente, están a la cabeza.
Sé a quienes amo. Por eso de estoy condenado a amar. Es tan importante ello. Saber, a ciencia cierta, a quienes amamos es fundamental porque no habla del pasado, ni del futuro, sino del “aquí y ahora”. Pero algo tan esencial incluye algunas cuestiones que no debemos negar. Amar a alguien no implica otra cosa que la convicción que tenemos, no conlleva, necesariamente, la reciprocidad. Si, valga decirlo, ojalá la acompañe. Pero no es lo que nos da una convicción, sino que la hace más “divertida” –si, permítanme ese término lúdico pero léanlo en su sentido más profundo, comprometido y compartido posible-. Confieso que he amado, decía, pero sé que lo haré también porque tengo claro a quienes amo. Esto, independiente de esas personas. La autonomía también alimenta el amor.
Lo segundo de lo que tengo certezas es en mi fe. Saber que he llegado a ella por vivir, por compartir, por comprender, por sentir, por ser racionalmente idealista y por ser utópicamente racional. Por mis errores y aciertos que, nunca son iguales. Por el dolor sufrido, por la alegría compartida, por el daño recibido, por el que hice, también. Por lo que me dieron y ofrecí, por lo que me quitaron y quité.
Lo tercero, son mis amigos. Pocos, como corresponde pero sé cuáles son y, por ende, cuáles no. En esta línea divisoria que sólo se manifiesta cuando hay problemas radica la esencia de la tranquilidad para las crisis siempre probables. No quita que en el segundo grupo, siempre uno pueda sorprenderse con gestos que enaltecen y animan, con actitudes que facilitan el sentirse vivos. Pero mis amigos y amigas, ese puñado de personas vaya que tengo certezas sobre ellos.
Lo cuarto, el placer. Sé lo que me produce placer, sé lo que no lo hace y sé en qué dirección avanzar para que su búsqueda sea con muchas probabilidades de tenerlo. El placer, valga recordar, es siempre una tierra exótica que nos invita a descubrirla un poco más. Por más que haya algunos lugares que visitamos y sobre los cuáles tenemos certezas, es bueno imaginar, creer y asumir que existe un mundo que aún podemos intentar descubrir y que nos producirá placer hacerlo. He aquí, me permito decirlo, un pequeño secreto de juventud símil eterna. Pero lo dicho no quita que tengo la certeza del placer que recibí, de algunos de los que di, no de todos. También sé, con convicción absoluta, aquellos que, aún hoy, me gustaría revivirlos.
Tengo algunas certezas más, sobre personas que están y otras que no están. Sé con quienes me gusta hablar por más que no lo haga, sé que el arte, por más que no lo maneje, es vital para expresarme, sé con quienes aún me debo largas charlas y con quien algunos besos, sé algunas de esas cosas con la certeza que da el haberlas sentido, pensado, creído y aceptado.
He aquí, sin dudas, los elementos que me permiten pensar un año más para poder vivirlo, de poder pretender que sea pleno y enriquecedor, aunque sepamos que en eso no hay certezas por eso de “caminante no hay caminos sino estelas en el mar”.


Y tú, ¿cuáles son tus certezas en ese año que se termina?

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