viernes, febrero 17, 2017

Humor siempre

Contra viento y marea pero también con lluvia pasajera. Esa que te rompe los esquemas porque despreciaste el paraguas o porque la municipalidad ignoro las baldosas flojas o tu saltito para cruzar es menor que aquel que dibujaste en tu mente. Humor siempre.
Humor contra todo y no siempre sobre todo. Andamos con límites que son de cada uno y lo montanos como podemos. Pero que el límite que lo conozcamos no quiere decir que busquemos saltar la cerca cada tanto que queramos y nos permitan. Humor....cuando se pueda humor.
Humor compartido y nunca humor despreciando. El humor es una forma de conversar, en ocasiones, y en otras, es el arte de hacer caminos con el otro. Humor siempre. Relajado o para aliviar ese stress que nos sorprende, a veces en el recodo o, en otras, ese que nos acompaña durante un trecho largo. Humor, buscado.
Humor, hasta cuando las lágrimas necesiten decir presente, también humor para que su aroma no se escape. Y por más que creamos que no es un buen momento, aunque sea lo pensemos para guardarlo como ese traje que nos queda como una segunda piel (o lo hacía hace unos años) o como aquel relojito de la abuela que no anda tan bien pero es tan bonito,  para que allí estén prestos para la próxima ocasión que deban estar. Humor como garantía.
Humor, aunque nos hundamos en el lodo, y que parezca que nos consumimos en las brasas. Humor, no por el dolor, sino por la esperanza de algo mejor ( aunque no haya mañana). Si las cosas son duras que no nos quite tanto, y menos el humor y si lo hace, que nunca jamás nos saque el recuerdo de ese humor porque allí radica la esperanza que vuelva. Quizás sea el paraíso…poder reír sin más y gozar con menos.
Humor con amor y, sobre todo, en medio del amor  y, aunque las endorfinas te ordenen ¡duérmete!, humor. Porque el humor y el amor, no solo riman sino que son una de las formas que el futuro esté allí, presente y dispuesto a seguir construyéndose. Humor.
Humor del que te guste y del que puedas compartir. Humor de ese que no se entiende y de aquel que te dicen que es malo. O sea humor por convicción, no por suceso. Humor pensado para compartirse. Reírse sólo es necesario, pero compartido siempre es mejor.  Humor como bálsamo, como energía, como proteína, como catalizador, como compañía, como esperanza, como deseo, como intervención, como diálogo. Humor que no es más que pensar que el otro merece esa pequeña alegría que aparece en algún rincón y que se muestra en el borde la comisura de los labios, en la mirada que ilumina y en ese baile de recuerdos.

Humor, resiste, siempre. 



martes, febrero 14, 2017

Día de los enamorados

Enamorarse es una experiencia maravillosa. Tiene su encanto. Muchas veces por esos detalles tan variados: cursis, medio tontos, sorprendentes, íntimos, espectaculares. En ocasiones, no siempre, se gesta el amor que luego debe venir. Sí, porque enamorarse no es lo mismo que amar, aunque en algunos casos la continuidad nos hace creer que es semejante. Pero, lo digamos, ¡Qué  bueno que lo primero –el enamorarse esté siempre!, aunque lo segundo, el amor, sea lo realmente importante, aquello que debe perdurar. Como decía Vinicius: “Que o amor não seja imortal, posto que é chama, mas que seja infinito enquanto dure”.
Ahora bien, que haya un día para hacer gestos de estar enamorada/o, para recordar que hay un alguien allí, es una de esas ideas que nos “enamoran”. A ver, enamorarse tiene que ver con detalles y con crear el ambiente necesario para sentir que es verdad que el mundo necesita –o nuestro mundo- pocas cosas para estar en paz, felicidad y creatividad. Vaya que vale la pena, enconces.
Flores, bombones, lencería, libros, películas, elogios, cena, desayunos, joyas, regalos de todo tipo: son opciones; Pero lo que el día de los enamorados nos recuerda – o debería hacerlo- es que el otro, el que nos enamora merece tiempo, intimidad, dedicación, gestos cotidianos, palabras hermosas tanto como una comunicación permanente. Eso nos permite descubrir nuestras pasiones y ayudar para que "eso", que deseamos, pase. Siempre recordando, más que nada, que uno es el otro también. El amor, aunque en ocasiones nos duela, necesita del otro para ser, para estar.
Así que si, ojalá los enamorados siempre celebren el día de ellos/as. Ojalá sea un ritual que se repitiese no de forma calendario, sino de forma constante y fluida. Si eso pasa y si existe lo que debe existir, el amor tendría en la vida todo eso que nos maravilla en el arte: ser refugio, ser vuelo, ser perfume, ser viento, ser concreto, ser mar, ser compañía, ser amanecer, ser luna llena, ser lo que nos permite ser. Quizás así uno pueda pensar que es cierto “Eu sei que vou te amar…”
Feliz día a todos y a todas. A aquellas que me permitieron enamorarme por aquel gesto que despertó las sutilezas donde anidan las mejores emociones, las mejores intenciones y las tentativas torpes de ser creativos. Felicidades, también a aquellas y aquellos que se enamoran y las que se imaginan haciéndolo. ¡Sí que pueden! Pero, recuerden, que por más que está disponible para todos, necesita ese pequeño salto al vacío para “tener esas alas” para llegar. Y, también, felices para aquellos que aún no se enamoraron porque como decía Serrat, “la oportunidad está a la vuelta de la esquina”. 

Que mi amor dure lo que debe durar y él del otro, también. Ojalá coincida y, sino, pues recordar que la vida es un andar siempre donde lo probable es mucho más posible cuando cuenta con nosotros.

viernes, febrero 10, 2017

Variantes sexuales

Parto de una premisa elemental: la diversidad de actividades sexuales que la humanidad puede realizar es “infinita”, pero la que los seres humanos concretos podemos hacer es finita. Todos podríamos hacer de todo pero en realidad hacemos lo que podemos (ojalá siempre sea solo lo que consentimos).
Sin embargo, por más que uno no haga ciertas cosas (por decisión, límites de cualquier tipo, desconocimiento o miedo) no quiere decir que los demás no lo hagan. En sexo, a veces confundimos lo que no hacemos con lo que no se debería hacer. La diferencia es clara, no somos propietarios ni tampoco los gurúes de la moral del mundo, ni siquiera de la moral de nuestros próximos. Pero me permito recordar que la violencia incluida en la actividad sexual, que ignora al otro, que le impide el consentimiento no lo considero una actividad sexual sino un crimen, una violencia inaceptable.
Aclarado estos puntos, me quiero detener unos minutos en esa variante de la actividad sexual que es el trío sexual. Tres personas que deciden libremente de compartir por un momento una relación sexual. Esto implica que será un tiempo de mucha intensidad erótica.
No olvidemos un detalle clave: cualquier actividad humana, no sólo sexual, tiene formas de hacerse y cuestiones a tener en cuenta. En el sexo, lo prioritario es “quererse un poco mucho”. Eso implica que debemos comprender que el límite es –o debe ser- hacer todo aquello que no nos afecte o que creemos, con un margen de certeza razonable, que estamos protegidos. Esto, si lo pensamos, ya excluye de nuestras actividades aquello que hacemos por el otro sin pensar en nosotros o con una expectativa no realista de lo que va a pasar.
Lo segundo es evidente: hay criterios que permiten que las experiencias sean positivas. Límites que parten de lo conocido y de lo que pretendemos descubrir. Esto hace que sea obligatorio establecer reglas y las reglas no son las que suponemos, sino la que definimos. En el sexo no siempre se habla, pero quizás para hacerlo, para disfrutarlo, para crearlo, para permitirnos el lujo de hacerlo mejor, el hablar es un recurso maravilloso. Antes, durante y después forma parte de la experiencia. En la dosis necesaria, ¡of course!
Volvamos, entonces a nuestro trío. Tres personas que optan por tener relaciones sexuales conjuntamente. La gran mayoría de las veces es una decisión de dos personas que incluyen a una tercera. Pero aun así son tres personas independientes que llegan con su cohorte de deseos, de expectativas, de imágenes, de ambiciones y de estilos. Es importante tener en cuenta eso. Como también recordar una verdad de Perogrullo, nuevos estímulos pueden producir nuevas respuestas. Segundo elemento clave, es una experiencia de carácter sensual y erótica. Esto implica que lo que está en juego son los sentidos en búsqueda del placer. Es el sumergirnos en una situación donde el tiempo es marcado por lo sexual. Valga la redundancia. No es una relación afectiva, aunque pueda haber afectos. Es permitirse el lujo de los sentidos estimulados de una forma nueva, aunque sea repitiendo actividades.
Lo tercero es una actividad que excede el tiempo real en su comienzo. No comienza en el momento que los tres están juntos, sino antes. Desde que se lo decide, desde que se acepta hacerlo, desde que empezamos a desnudar sentidos, muchos antes que los cuerpos se desnudan. Eso lo hace también personal. No comenzamos todos al mismo tiempo y eso no es un problema. Nos alimentamos de los diferentes inicios para darle más intensidad. Pero, aún más importante, termina cuando uno decide que termina. Siempre cada uno debe garantizar y garantizarse que el fin es una decisión personal. El consentimiento siempre.
Cada uno entra en esto por motivaciones personales, por gustos particulares o por decisiones diversas. Si esto es así, creo que dos elementos son fundamentales, que: ya los mencionamos. Conocer y consentir. Lo primero define lo que queremos y lo que nuestro deseo debe permitir, lo segundo –que debe ser una realidad constante- nos da garantía que podemos hacerlo, disfrutarlo y,  no olvidarse, terminarlo, por nosotros mismos.
Lo segundo fundamental es recordar que como toda experiencia sexual busca dos cosas, conectarse con uno mismo y, con otro, sea esto circunstancial o más constante y, lo segundo, que el deseo ande los caminos del placer para este nutra nuestro deseo. El gozo, como siempre, está no en el final sino en todo el camino.

Así, comprendamos que nuestras elecciones solo serán valiosas, productivas, creativas, nutritivas, enriquecedoras no por la diversidad en sí, sino por ser nuestras, con nuestro ser eligiendo, con nuestro ser participando, con nuestro ser presente.





jueves, febrero 09, 2017

Toples

Hoy no quiero hablar de tetas. Sería una estupidez eso. Porque lo que estuvo y está en juego no son las tetas sino la libertad, la autonomía, la asertividad, la justicia, en definitiva los elementos centrales de toda la humanidad. A ver si me explico. Lo que nos interesa y surge como cuestión elemental y central en el llamado “tetazo” es que las personas tienen derechos que no siempre son reconocidos porque las leyes, a veces, son retrogradas o no siguen el ritmo adecuado de la vida. Que las leyes no contemplan ciertas situaciones porque los que las dictan no piensan tanto como deberían (aunque, aceptemos, no es un requisito "sine qua non" para ser legislador el pensar) o porque los códigos de convivencia son rígidos en su forma y los que los aplican, en ocasiones, hacen gala de ser estúpidamente rígidos en su percepciones y, por consiguiente, en el mal uso del poder.
Hacer toples, el mostrar las tetas es una decisión de quien las tiene. Pero no seamos cortos de vista. Estamos hablando de tener derecho a decidir por su cuerpo que es mucho más que mujeres que quieren mostrar las tetas o gritar consignas. Eso es una lucha que la humanidad no renunció jamás desde que existe, desde que comprendió que hay una libertad que aún debemos conseguir, que hay un derecho que aun debemos logar que se universalice, que hay una situación que no es equitativa, que hay injusticias que aún deben ser corregidas.
Ver en esta manifestación solo las tetas y sus consignas para luego reducir todo a discutir “el estar de acuerdo o no” con esta o aquella es ser,  en lo mínimo un poquito corto de mente pero sobre todo no entender la cuestión central. Es como pensar que un paro es porque la gente no quiere trabajar. No seamos miopes civiles en la necesidad de los derechos que existen y de los que faltan. Demostremos que estamos avanzando como humanidad.
Así que cuando pase esta marcha, otras quizás la reemplace porque el fondo de la cuestión es de una actualidad permanente y axial para nuestra sociedad: hay una libertad que aún necesita desarrollarse, protegerse y exigirse.

Soy partidario, como ya lo dije en otras oportunidades que para conseguir ello hay una medida urgente a tomar tanto en presente y, sobre todo, cara al futuro: educación sexual integral. No hay otra respuesta para que el futuro sea mejor. Pero en este presente…también nuevas leyes, nuevas percepciones y nuevas libertades y la acción para ella es también una urgencia.




domingo, febrero 05, 2017

Autorizar

La vida es encuentro permanente. Por más que nos aislemos los encuentros están allí, al borde de nuestra piel con la distancia que ponemos, que necesitamos. La cual es el reflejo, entre otras cosas, de nuestra memoria, de nuestros pensamientos, de nuestros deseos, de nuestros miedos. Pero eso no quita, es el encuentro el que nos permite ser humanos y es por los encuentros que nuestra humanidad tiene esperanza, a pesar de todo.
Si pensamos en los encuentros la clave central vuelve a ser la misma. Hay muchos que no podemos evitar, el andar por la vida nos cruza con más personas de las que, quizás podemos manejar. Piense en un día común y nos cruzaremos, en la mayoría de las veces, con muchas personas. Encuentros circunstanciales, mínimos, protocolares, inevitables, algunos quizás indeseables para nosotros, pero encuentros en fin. Hasta lo que podemos y decidimos evitar son encuentros que no se realizan activamente por nosotros, eso precisa de un encuentro en nuestra conciencia.
La clave, como la vida misma para mí, es cuál de ellos nos autorizamos y en función de qué. La pregunta entonces sigue siendo: ¿A quién permitimos que se nos acerque y por qué? Es fácil imaginar que la repuesta es individual, aunque sigamos patrones reducidos pero, al mismo tiempo, intuimos que responder a eso es fundamental. Las respuestas son múltiples y, como lo experimentamos lamentablemente, a veces nos equivocamos. Las personas no son como imaginamos aún en las ocasiones que “sentimos” que eso pasa. Si a esto le sumamos la “vida”, ese caminar constante donde fluye pasado, con sus alas y cadenas en un presente que es un instante antes que un futuro predecible pero no seguro, obviamente las variables son diversas y, en ocasiones constante, inmanejables. A pesar de todo, la vida seguirá siendo un camino a hacer.
Entonces, ¿sobre qué podemos apoyarnos? ¿Intuición? Quizás podemos llamarlo así, siempre y cuando que  no olvidemos de dos condiciones previas e innegociables: la primera que eso que llamaremos intuición debe nacer de un saber o, por lo mínimo de un esfuerzo para saber sobre lo que somos, lo que queremos, lo que deseamos, lo que esperamos, lo que nos interesa, lo que deseamos, lo que nos protege, lo que nos fragiliza. Lo segundo, tomar conciencia que la verdadera protección está en la capacidad que tengamos de desarrollar la asertividad. Esa capacidad de expresar mejor lo que queremos a partir de nosotros y no en desmedro de los demás. La capacidad de no sentirnos obligados y de saber que consentir es la opción de vida que tenemos que buscar. Un consentimiento que para cada uno siempre es “aquí y ahora”. Porque es la renovación de ese consentimiento lo que da la posibilidad de la libertad como hecho real y concreto.

En definitiva, autoricemos a entrar en nuestros espacios a quien decidamos hacerlo, sabiendo que esos encuentros que nos permitimos son una decisión personal a la cual jamás debemos renunciar, por más que renovemos nuestra decisión cada vez que el encuentro se realice. Los encuentros son infinitos, son, muchas veces inevitables, pero están ese manojo de encuentros que hacen la diferencia sobre los cuales somos los dueños.



jueves, febrero 02, 2017

La vida es corta

Leo por allí: la vida es corta. Quizás sea así, pero para poder responder habría que compararla con algo. Pero la verdad que siempre pensé que la vida es una colección de momentos vitales que nos permitimos tener y conservar. Al pensarla así nunca será el recuento del tiempo que nos toca en suerte, sino la capacidad que hemos tenido de hacer que otro, cualesquiera, sea capaz de recordar lo compartido. Eso no quita, hay vidas que duran en tiempo muy poco y que si son personas cercanas nos tocan muy fuerte y hasta pueden abatirnos de manera demoledora. Si compartimos con alguien la vida, nunca será mucho y el que sobrevive al otro, le parecerá que hay algo de injusto por eso que el tiempo es repartido por un ser loco que no sabe ni de equidad ni de justicia. Sólo acierta cada tanto.
La vida será corta, aun cuando dure. Pero siempre será esa eternidad efímera donde somos capaces de sentir, de crear, de hablar, de compartir, de disfrutar, de intentar, de reír, de amar, de gozar, de llorar, de acompañar, de buscar, de encontrar, de caminar, de contemplar, de escuchar, de callar, de “deprimirnos un poco” y de extasiarnos un montón. Frente a ello, lo que aparece como evidente es que cada uno debería montárselo como quiera (léase como pueda también), que cada uno se permita lo que se le antoje (o lo que se autoriza por su propio código subjetivo), que cada uno descubra sus límites tanteando el andar y que cada uno los amplíe como piense.
La vida será cortísima, pero en eso que dura, el tiempo pierde valor frente a los momentos que somos capaces de compartir, de crear, de saborear. Porque dure lo que dure, será médica por aquello que hicimos y, sobre todo, amando ysiendo amado

. Si fuese así la respuesta a esta pregunta de Friedrich Nietzsche  “¿Qué dirías si un día o una noche se introdujera furtivamente un demonio en tu más honda soledad y te dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y como la has vivido, deberás vivirla una e innumerables veces más […]?, sería maravillosa.


Vamos, hoy, un nuevo día comienza, no dejes pasar esos jugosos momentos que solo están disponibles hoy.

miércoles, febrero 01, 2017

Sexo....nuevamente

Antes que nada una acotación. Voy a hablar de sexo, en este caso, heterosexual y del que realiza una pareja, sea esta el tipo de pareja que sea. Valga aclararlo. 
Dicho esto digamos que el sexo es una decisión individual de un acto que se comparte. Es decir, se necesita de la decisión del otro en la acción pero sigue siendo una decisión personal con la que podemos construir un mundo completo. Esto lo hace tan elemental y, al mismo tiempo, capaz de construir un universo. Trato de explicar: el sexo como tal, lo vamos a entender como el acto a carácter sexual que decidimos hacer. Decidir es la primera palabra clave. Decidir es permitirse y permitir al otro lo que se va a hacer. Es más que una condición, es uno de los elementos imprescindibles para disfrutar del sexo. Lo permitimos porque lo decidimos, lo decidimos porque habla a nuestro deseo, lo hacemos porque nos permitimos explorar ese deseo de un modo particular y  con alguien en especial. El decidir implica tomar conciencia de nuestro cuerpo sexuado, de los gestos que recibimos y que los vamos sintiendo; de lo que vamos haciendo pero también de lo que vamos dejando que nos hagan. El permitir algo nace de nuestra decisión y existe, en ello, una intención cierta de pensar el placer o de intuirlo. Allí comienza, por más que, lamentablemente, no siempre se llegue. He aquí la primera distinción fundamental el sexo, por ser personal, por más que se haga con otro, es la decisión personal que lo define. Hay sexo porque yo decido que lo haya. Si no es así, no es sexo, es violencia.
Esta consideración inicial lleva un segundo implícito. El sexo es, al mismo tiempo, un camino y una estancia con un otro. Lo que significa que tiene en si mismo un abanico de posibilidades. Por ello, el sexo dura no lo que dura el coito, sino, dura lo que decidimos y nos permitimos, sumado a lo que el otro, partícipe necesario, también decida y se permita. Es la suma, entonces, de dos voluntades que deciden y se complementan. Comienza antes de la penetración y dura el tiempo que esta termina más el tiempo en que la desnudez es paz. Veamos si lo explico mejor. La penetración es una de las partes del sexo, el cual forma un todo más completo que alimenta el conjunto del encuentro. Esperar todo de la penetración es tan absurdo como pensar que la misma define el acto sexual. 
El sexo comienza en el momento que decidimos de forma concreta que el sexo es uno de los caminos a recorrer con esa persona que está con nosotros. Esa decisión abre la puerta a las formas que conocemos, las que tenemos para llegar al resto: caricias, palabras, besos, toques, abrazos, etc. O sea, el conjunto de elementos sensuales que conocemos y pensamos útiles, eficaces. Es allí, donde la decisión se transforma en voluntad y en acción. 
De allí recorremos los que nos autorizamos y nos facilita nuestra propia intuición y, a veces, nuestra inteligencia sexual. Bordeamos los límites que nos impusieron o que pensamos ciertos y, tal vez, los superamos un poquito, pero siempre decidiendo. De un modo u otro, salvo excepciones, la penetración aparece como parte del deseo, de la ambición y de la necesidad. Nunca debería surgir de la obligación. Esta dura lo que dura y no debería ser un problema salvo cuando lo es, pero es tema para otro artículo. Esto significa que estamos introduciendo nuevamente la palabra como parte de lo que debería seguir, la palabra compartida o la que uno se dice. La penetración podría terminar en eyaculación, ofrecida y recibida. Pero lo que debe importar es que esté la búsqueda del orgasmo como parte real, concreta del deseo del encuentro. Un orgasmo personal que se comparte pero no necesariamente que deba ser al unísono. Básicamente importa llegar con el otro presente.
Y, luego, ¿qué? Pues los caminos, también, son varios. La excitación desanda el camino, todo o una parte. En ese desandar, la desnudez aparece con más claridad. El otro se transforma en presencia con más peso, más real y con ello, la intimidad se ilumina para bien o para mal. Es allí, por lo tanto, cuando nuestra decisión se impone de nuevo como necesidad. Efectivamente, en ese momento, el sexo, vuelve a precisar que lo que nuestro cuerpo nos dice, lo que nuestra mente nos habla y lo que el otro, presente, nos genera, eso sea manifestado.

El sexo seguirá siendo uno de los fenómenos más maravillosos, plenos y profundos que los seres humanos podemos disfrutar en la medida que comprendamos que es una decisión que tomamos, asumimos, decidimos y, sobre todo, vivimos.




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