Celestina es un apelativo que deriva del personaje de la tragicomedia protagonizada por Melibea y Calisto atribuida a Fernando de Rojas. Pero, ese nombre es utilizado para referirse a una persona, generalmente –machismo distributivo que le llaman- una mujer, que contribuye para que dos personas establezcan una pareja sentimental. La celestina funcionaba como un nexo que permitía unir, no por casualidad sino por decisión, a personas interesadas en estar con otras personas. Para ello, la celestina conocía intereses, gustos, necesidades y atributos de alguien y buscaban las coincidencias en otra persona, con el principio de procurar que ambos se complementen y, al hacerlo, se conviertan en una pareja. Sólo era una de las formas posibles. Aclaremos, no todas las celestinas consiguieron que se formen parejas, tampoco todas las parejas formadas por esa matriz fueron felices y también, algunas veces, podían ponerte en pareja con una persona “tóxica”, nombre que se utiliza para tres tipos diferentes: incompatibilidades serias de carácter, personas violentas y las personalidades psicopáticas.
Pero
llegó el siglo XXI y con ello la tecnología que permitió que tantas cosas que
antes se hacían de otro modo se simplificarán o se adaptaron a esos recursos
que aparecieron con la idea de resolver problemas con otras herramientas. Pues era
lógico que la función de la Celestina tuviera una contraparte tecnológica: las aplicaciones
pensadas para favorecer los encuentros llamados amorosos. Es decir, herramientas
tecnológicas que permiten hacer que una persona que busca algún tipo de
relación con alguien pueda conocer a personas en función de los tres temas
importantes que movilizaron siempre la búsqueda de alguien: gustos que nos
parecen compartidos o agradables, una atracción física determinada y,
finalmente, la disposición para acercarse de algún modo. Pues estas
aplicaciones permiten eso, más fácilmente y sin que medie otra persona. Tienen
riesgos, claro que sí. Pero como hacemos frente a cualquier riesgo, debemos
disminuirlo y gestionarlo para evitar sufrir daños. Pero el riesgo existe,
porque, como pasa en la vida, vamos a buscar conocer a alguien que es, lisa y
llanamente, un desconocido. Como cuando contactamos a alguien en cualquier
sitio.
Actualmente
las redes sociales de encuentros son numerosas, variadas y hasta con diferentes
objetivos. Saberlo es esencial, porque lo peor que puede pasar siempre es
confundirnos del lugar donde estamos. Así hay redes sociales que propician la
infidelidad, otras que buscar el sexo lo más rápido y simple posible, otras que
se orientan a construir relaciones más serias o constantes otras que favorecen
los encuentros homosexuales, algunas pensadas para ciertas franjas etarais y varias
otras posibilidades.
Cada
aplicación tiene sus “consejos” sobre como postear, tanto fotos, como datos,
hasta formas de responder. Esas sugerencias son como la que tiene toda
tecnología: leer las instrucciones antes de accionar. Pero no siempre lo
hacemos, lo sabemos. Por ello, quiero sugerir una pequeña ayuda memoria, en
relación a los encuentros que debemos buscar, tanto en las redes, como en la
vida. Ellos son:
1]
Nunca jamás hay que hacer lo que no se desea en las relaciones. Porque la
palabra clave es consentimiento. Para ello, saber lo que se propone y aceptarlo
en función de lo que se quiere.
2]
Una relación saludable no incluye violencia en ninguna de las formas, incluido
en esto, los celos o la violencia psicológica en cualquiera de sus formas
3] Situar
nuestras expectativas de lo que buscamos es clave, porque si nos mentimos,
después la evaluación será injusta con nosotros mismos.
4]
No confundamos lo virtual –o lo ideal- con la realidad. Las relaciones que se
busca, aún las pasajeras, pasan en el “aquí y ahora”, en función de la
disponibilidad presente y del encuentro que nos permitamos.
En definitiva,
lo que quiero decirles es lo que ya saben: nos merecemos el encuentro siempre,
porque en ello está la prueba que somos humanos y, en cada encuentro, podemos
encontrar las formas de disfrutarlo, de hacerlo valioso y de ser uno mismo. En
el fondo se trata de ser honestos, cariñoso y generosos, primeramente, con la
persona del espejo y, luego, con el que nos permitimos. Para eso, nos
dispongamos y utilicemos la técnica –o tecnología- que nos parezca mejor.