sábado, febrero 17, 2018

Apología de la Educación sexual



Comienza un año lectivo. Nuevamente nuestros hijos e hijas irán a clase. Se inician las actividades escolares y todo lo que ello implica: problemas matemáticos que tanto nos cuestan, caligrafía y ortografía que quien no la tiene, la sufre. Horarios y sus complicaciones. Pequeños grandes logros y algunas que otras renegadas. Clases de historia con efemérides que casi todos recordamos. Geografía y tantas otras materias. En el medio, atravesando todo sociabilización, gestión de emociones, interrelaciones fáciles y problemáticas, en el medio, esa violencia que nos atraviesa, lamentablemente. Con todo ello, también empieza  la educación sexual de todos los años. Si, lo dije correctamente. 
Debemos comprender que el debate no es sobre si hacer o no educación sexual. Ese debate es una de las falacias que mantienen algunos para evitar que haya una construcción seria, serena y adecuada sobre el tema. Es decir, lo sepamos la educación sexual se está haciendo en el aula. Lo único que, evitamos con los debate estériles, es no hacernos responsables que la misma sea estructurada, sistemática, formal, analizada y construida adecuadamente. Pensar que en esta época no se hace educación sexual todo el tiempo es ignorar las evidencias. Vivimos en un mundo donde los estímulos están en todas partes, donde el mundo virtual, con sus virtudes y defectos, está casi omnipresente, donde los mensajes de cualquier tipo llegan a todos lados y de todos lados, donde la prensa con su famosa libertad dice lo que se le antoja y encima los foristas del diario –o por vía de las redes sociales- van, aún más allá, enunciando, en ocasiones, estupideces sin ningún sentido de análisis crítico; un mundo en que la publicidad pretende vender como sea armando discursos edulcorados o sin freno. Es una época, donde la violencia contra el otro es una forma de comunicarnos, en ocasiones, y, aunque nos pese, mucho en adolescentes; donde se enuncian barbaridades como si el conocimiento sólo es consecuencia de poder emitir una opinión. 
En esta época, tenemos, por todo ello y por otras cosas, una educación sexual que dice, opina, critica, genera comportamientos, calla, no permite hablar, no deja que podamos tener más conocimiento, ni ofrece herramientas para el encuentro con el otro sea mejor. Si, gente, hoy se hace educación sexual en todos lados. La realidad se impone como cotidiana. 
Por todo ello, la pregunta fue es y será: ¿este año, nos haremos cargo, seriamente, que la educación sexual sea la mejor que los educadores puedan dar? Omitir el hacernos cargo de esta educación es grave. Para algunos será un pecado, para los no creyentes es una irresponsabilidad que no se puede tolerar. Es hora que sepamos que estamos en deuda con nuestro presente y con nuestro futuro.

jueves, febrero 01, 2018

Consentimiento

 
En sexualidad la palabra clave sigue siendo “consentimiento”. Sobre ella se erigen todas las posibilidades y, a través de ella, la salud sexual es una realidad factible para cada uno. Pero el consentimiento es todo un tema que aún nos cuesta mucho comprenderlo y desarrollarlo. He sostenido que la causa de eso es porque se ha privilegiado el aspecto legal. Un juez debe determinar si hubo consentimiento o no lo hubo, frente a la agresión. Como si fuese una fotografía. Pero lo cierto que el consentimiento real de las personas es más una película donde, en ocasiones, pasamos por distintas situaciones y decisiones. No es lineal ni mucho menos. Pero volvamos a la cuestión esencial. 
Imagínate que alguien te pregunta si “¿consientes a esto?” sería genial si lo hiciese y así tú puedas decidir, con tu libertad el consentir o no. Pero este enunciado simple ya implica dos cuestiones axiales: “saber exactamente lo que es “esto” y, en segundo lugar, sentir que tu decisión surge de tu libertad. A lo que agregamos dos cuestione subsidiarias. De lo primero, quien te ofrece “eso”, ¿comprende lo mismo que tú sobre eso? (en esto recordemos que la venta de productos por televisión es un claro ejemplo que se aprovecha que yo entiendo una cosa y el vendedor no la está diciendo en esos términos ni en ese sentido). De lo segundo, tu libertad, la cuestión subsidiaria sería como medirla en términos reales, sabemos que no alcanza el mencionarla. El concepto de libertad y su vivencia es algo fácil de mencionar pero realmente difícil de experimentar realmente.
O sea, consentir no es decir “si”, aunque los jueces puedan aceptar esta hipótesis, porque están atrapados en sus propios códigos. Es hasta entendible. Sin embargo, es necesario ver con claridad que el consentimiento como acción privada y personal necesita más elementos para ser juzgado, evaluado y considerado. Simplificarlo a eso es una limitación que impide el crecimiento.
Sugiero por lo tanto los siguientes elementos:
1-                 Conciencia del consentimiento: debemos ocupar un tiempo para comprender a qué consentimos y, valga decirlo, a qué no. Esta diferencia nos permite tener claro cuando lo que aceptamos ya no es lo que deseamos y, por lo tanto, lo que exige un nuevo consentimiento o no.
2-                 Comunicación del consentimiento: en esto vuelvo, antes que nada, al concepto de asertividad. La misma se define como “la habilidad para ser claros, francos y directos, diciendo lo que se quiere decir, sin herir los sentimientos de los demás, ni menospreciar la valía de los otros, sólo defendiendo sus derechos como personas". Consentir implica ser asertivos pero también es una exigencia para serlo.
3-                 Autoridad del consentimiento: cuando uno consiente es la autoridad total del consentimiento, esto implica que consentimos nosotros, valga la redundancia. El otro es depositario de nuestro consentimiento. Es decir, en ese momento, él se rige por nuestra comprensión de lo que consentimos en relación a nosotros. Esto exige saber que nosotros, también, somos el otro para él, para ella.
4-                 Límites del consentimiento: aunque parezca una tontera sepamos que el límite del consentimiento es lo que no consentimos. Aun cuando esté al lado de lo consentido. Un paso más allá de lo consentido EXIGE un nuevo consentimiento.
5-                 Lenguaje del consentimiento: el lenguaje del consentimiento es, muchas veces confuso para el otro. Pero debemos saber que quien lo recibe tiene una obligación mayor de aprenderlo. Dicho en otros términos, si yo, ante el consentimiento del otro no entiendo claramente lo que ha consentido debo aclararlo específicamente. Esto excluye la suposición como mediador del consentimiento.
6-                 La renovación del consentimiento: ningún consentimiento es eterno, aunque pueda durar toda la vida. Es decir, siempre consentimos a lo que queremos “aquí y ahora”. Esto es, si lo piensan, maravilloso. Nos permite la dicha de renovar compromiso, intimidad y pasión de un modo creativo e intenso.
Nada más importante que el consentimiento para una vida mejor. Pero recordemos que el consentimiento no es algo simple, necesita nuestro compromiso y trabajo todos los días. De allí se desprende una de las cuestiones más urgentes de nuestro presente: ¿estamos enseñando “el consentir”? Para mí, eso depende principalmente de la educación sexual que nos debemos y de la que estamos dando. No por el sexo, aunque lo incluye, sino porque la verdadera educación sexual es una herramienta fundamental para el autoconocimiento, la autoestima, el auto respeto, la comunicación, la gestión de los conflictos, las habilidades sociales, entre otras cosas (deberíamos entenderlo de una buena vez.).
Promover el consentimient, desarrollarlo como expresión humana, deifnirlo como determinación de la persona, reconocerrlo como derecho insustituible es una de las formas que tenemos de combatir la peor plaga que la humanidad tiene, la violencia interpersonal.  
Consentir, definitivamente, es una pieza elemental para la humanidad. Porque en ella radica su fuerza que no es otra que la que permite expresar nuestras mejores virtudes. Consentir es garantizar el amor, la esperanza, el bienestar, la paz.

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