miércoles, diciembre 26, 2018

Deseos 2019

Puesto a desear es mejor pensar cosas simples y posibles, dirán. Pero las vistamos con los mejores ropajes de utopías que se renuevan y nunca, pero nunca, destiñen o se olvidan. Dicho esto, valgan mis deseos para el 2019. Son mis deseos y se los ofrezco, que cada uno tome de ellos lo que les plazca. No por generosidad, quizás, sino porque estoy seguro que deseos compartidos ya tienen mayores posibilidades de hacerse realidad.
Deseos encuentros, porque la vida es encuentro. Deseo sentimientos, expresados y compartidos, porque así prueban que lo son y no simples protocolos. Deseo comidas elaboradas y ofrecidas, desde un sándwich de queso en la cocina, hasta una paella de larga preparación. La comida podrá variar en lo nutritivo y saludable, pero nunca debería variar en la sutil manera de decirle a alguien que es importante.
Deseo sexo, carnal, pasional, melodioso, intenso, cotidiano, placentero, íntimo, sin horarios, como si nos bajásemos del mundo un instante o una semana. Si eso fuese mucho, deseo que lo ansiemos o lo pensemos como una posibilidad en cada intento.
Deseo “deseo” porque es fuerza motora y además porque tantas veces se enhebra con otros que lo hacen posible y te empujan un poco más y te permite llegar allí donde es necesario.
Deseo libros, esos que leeremos y otros, que todavía nos inviten a ser leídos. De todo tipo o de alguno, por lo menos; pero dado a pensar que, por lo menos, uno sea de poesía, o una poesía al menos leer. Porque no puede haber literatura sin un verso que valga la pena una vida eterna.
Deseo música, para sentirla con la emoción y vibrarla con el cuerpo. Tanto como deseo baile, como forma de acercarme y como forma de elevarme. Que el baile no pare, que el cuerpo invite y grite que la vida tiene esa alegría que nos permitimos y, que a veces, contagie. Baile de todo tipo pero dado a elegir un tango por lo menos, porque ese "abrazo" lo merece largamente. 
Deseo salud, por más que primero la de ellos, los que uno anda amando por sobre todo, un poco también para uno para poder acompañar todavía a quien aún necesita esa compañía. Deseo que si hay enfermedad puede disimularse sin riesgo, sin molestia, sin cambiar el cotidiano.
Deseo trabajo, ese trabajo que te permita el viaje y los pequeños lujos de vivir tranquilo pero también, ese trabajo que te permite ser útil, sentirte bien y ofrecer ese cotidiano que hace que el otro sea un poco más feliz con los detalles compartidos.
Deseo ver teatro, cine, música. porque al hacerlo escucho el maravilloso cantao de sirenas que me dice: vamos, vos podes, vos necesitas el arte. Y por ello, deseo más arte porque hay demasiado para decir y pocas formas más intensas que el arte para hacerlo. Que sea el que pueda y que el talento, aunque sea un amante pasajero, me acompañe cuando decida hacerlo. Que cuando lo pueda hacer alguien sienta que valió la pena a pesar que uno termine repitiendo lo ya dicho por tantos otros.
Deseo que el deporte sólo sea una excusa para divertirse, sentirse bien y encontrarse.
Deseo que la amistad siga siendo la posibilidad de no sentirse solo, nunca y de saber que encontrarse está siempre al alcance de la mano.
Deseos besos, como artesanía, como posibilidad, como realidad, como quimera y como gesto único aunque cotidiano. Valga también como promesa: prometo besar más, porque nunca es "mucho".
Deseo abrazos porque darlos es un lujo y recibirlos es necesario. Deseo que el abrazo sea una de esas formas que tenemos de decir aquí estoy, conta conmigo. Siempre recordando que los abrazos buenos son los que tienen nombre y apellido. No se abraza al azar, se abraza a alguien.
Deseo, nuevamente, educación sexual para todos porque estoy convencido que hacerla bien y completa permitirá dejar para el futuro un mundo mejor que espero que mi hijo pueda disfrutar.
Deseo que haya un poco más de equidad hasta el punto que la pobreza no sea esa herida interior que sufrimos, aunque la ignoremos.
Deseo que mi hijo sea feliz y ser parte de ello. Reirse con un niño ya es un monumento a la vida. Reírse un poco más es un ejercicio de vitalidad. 

Deseo que la vida sea eso que anhelamos, decimos como importante, elogiamos como esencial, aspiramos como algo simple, aunque la escondamos muchas veces, tras las excusas de la complejidad inexistente.
Deseo que la felicidad sea la forma de ver, sentir, estar y soñar en este 2019.

domingo, diciembre 23, 2018

Sobre lo que llamamos navidad




Un buen día te das cuenta que la navidad no es sólo una fiesta religiosa, aunque su contenido lo sea. Es un pequeño oasis en el caos de nuestro mundo. Es la palabra que hemos utilizado para decirnos que vale la pena pensar que el otro es importante siempre. Es tomarnos un espacio en el trajinar cotidiano para decirle a alguien, aún el que no compartimos lo cotidiano, que merece la pena ser feliz. Es un momento que nos podemos tomar para no pensar en el ombligo de uno sino que la vida está llena de pequeños gestos que están en nuestro ADN humano. Que pensar que la solidaridad, el celebrar la vida que existe, el ofrecer un presente (deseado, sentido o circunstancial, da igual) es un lujo para quien lo ofrece y que puede generar esa sonrisa que vale una vida entera: la que nace del corazón o del simplemente sentirse que uno vale, sin tener que hacer un listado, aunque mental, de méritos.


Si, nos merecemos tener 365 días como esos para que nuestra humanidad sea más humana que lo muchas veces demuestra ser. Pero, sin contentarnos con eso, celebremos que aunque sea por un día más que los habituales que “salvan a la humanidad” todos los días, la humanidad se acuerda que el otro siempre nos dará sentido. 
Así que feliz “navidad” que a algunos les recuerda una fe y a la mayoría sólo nos recuerda que celebrar, disfrutar, sentir, encontrarse, regalar, emocionarse, reír y compartir es una de las formas más reales que tenemos de crear porvenir, mucho mejor que el que tenemos.

miércoles, diciembre 19, 2018

El mundo gira



El mundo gira con nosotros o sin nosotros. La inevitabilidad humana es que todos somos prescindibles, innecesarios para la humanidad. Nadie, absolutamente nadie de toda la humanidad es vital para que esta exista. Mi ausencia será una ausencia más de los tantos millones de personas que ya están ausentes desde que existimos como especie. Aunque parezca insensible es una descripción manifiesta de la realidad humana.
El mundo continuo girando aunque se murieron las personas más trascendentes que uno puede imaginar. Sean estos científicos, santos, escritores, artistas, creadores, emperadores, reyes, mesías y lo que se les ocurra poner en la lista. Aun cuando Caín mató a Abel, el mundo siguió girando. Por eso ese hecho no tiene ninguna importancia para que el mundo gire, el tiempo siga su curso y todo lo que ello implica.
Si, así es. Pero también existe otra ‘verdad’. El ser humano existe porque hay otro. Este principio básico es, tal vez, el punto más fundamental donde la humanidad toma valor en lo cotidiano y no en ese macro incontestable. Es decir que para este ser humano (tú, yo y el del frente), lo que sigue siendo vital, esencial, contundente fue, es y será ese instante de eternidad donde uno se encuentra con el otro. Ese lapso brevísimo donde la presencia se hace infinita y, que produce, en consecuencia, que la ausencia pueda tomar el peso del vacío.
La vida de la humanidad no es la vida del ser humano. La vida del ser humano es ese camino donde somos capaces de recrear la humanidad entera en nuestro cotidiano. Donde podemos desafiar la eternidad y el infinito en el minúsculo gesto del encuentro. Donde podemos, sin más, percibir como real que el mundo deja de girar por esa alegría o aquella tristeza.

En esa inevitable capacidad de síntesis de la humanidad que existe, cual código genético, en todo ser humano es donde se depositan, tal vez, la esperanza de lo que aún nos falta mejorar para que el mundo siga girando pero que quienes están dentro “giren” mejor, cada día, en cada lugar, en cada encuentro.

miércoles, noviembre 21, 2018

Contra la violencia.

Siempre en memoria de las Mirabal



Este 25 de noviembre es el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, establecido por las Naciones Unidas desde 1999. No existe ninguna ideología, creencia, saber respetable que considere que la violencia como actitud ante el otro sea positiva. Aun no compartiendo alguna idea con el otro, aceptamos que la violencia no es el camino. Así, la humanidad no deja de pensar estrategias y decisiones para evitar, disminuir y erradicar la violencia. Pensando en soluciones, creo que para eliminar la violencia hay tres áreas sobre las que debemos trabajar de forma consciente e ineludible:
1-La educación sexual integral: no existe dudas de su necesidad, urgencia e imprescindible premura en realizarla. Es más, voy a sostener que no hacerla o interferir en ello es una de las formas que tenemos de evitar dotar de herramientas útiles a las personas para hacer frente a muchos problemas concretos, incluido la violencia. La ESI si sigue una “ideología”. Aquella que toda la humanidad, a través de los siglos y de muchas manifestaciones espirituales y sociales, ha puesto como norte: el otro es importante porque es otro. La ESI, compréndalo, sirve para dar conocimiento, habilidades y valores para hacer frente a los problemas que el vivir nos plantea.
2- El desarrollo sistemático del acceso universal y completo a la salud como una de las formas esenciales de prevenir, resolver, tratar y promover cuestiones tan complejas como es la violencia, no solo sus efectos visibles sino aquellos intangibles pero reales. Esto incluye la salud sexual como derecho postergado, pero imprescindible.
3- Un sistema socio-jurídico: que garantice que el acceso a la justica, pase por la noción de equidad y que no haya razón alguna para que la discriminación no sea una forma arcaica y, utopía mediante, olvidada de nuestra sociedad. Esto incluye una lucha también contra la corrupción, que atenta, en democracia, principalmente, a los Derechos Humanos.
Combatir la violencia activamente, promover la paz, aún más efectivamente. Las Naciones Unidades plantean este año como lema para este día: “Pinta el mundo de naranja: # EscúchameTambién”. Es la Campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres y dura 16 Días desde el 25 de noviembre hasta el 10 de diciembre, día de los Derechos Humanos. Sólo se trata de sumar para la paz, que incluye eliminar toda violencia. No puedo entender que alguien crea, en nuestro país, que esto va en contra de valores positivos o de la familia.

jueves, octubre 11, 2018

Defensa de la educación sexual integral


Durante mucho tiempo escuché como alguna vez la Argentina fue el granero del mundo y dejamos, algunos argentinos, que esa realidad se evaporara por errores y negligencias, con mucho accionar de la desidia y, sobre todo, porque los actores importantes permitieron que cierta ceguera de los intelectuales frente a la mezquindad de los llamados políticos destruyera lo que podíamos ser. Para los economistas ese despilfarro de un “capital” es algo terrible.
Hoy, encuentro un titular de un diario español que dice: “El Gobierno maneja un texto que propone que la educación sexual empiece a los seis años”[1]. Como una novedad a discutir en el año 2018. La Argentina, como otrora granero, votó en el año 2006, por amplia mayoría, una ley que no sólo decía esto, sino aún más a favor de la educación sexual integral. Una ley modelo, la 26150. No sólo eso hizo eso, además, en el 2009 definió los lineamientos curriculares para que la letra de la ley tenga caminos concretos para hacerse acción. Simbólicamente, la Argentina tenía todo para ser el “granero” de una educación no sexista, pro-vida (en el sentido real y no en aquel que usurparon algunos en una discusión nefasta en el último debate sobre el aborto), pro equidad real y activa; una educación a favor de las personas y de la sociedad, en defensa de los derechos y en la promoción de la libertad, de la autonomía, de los sentimientos, del crecimiento individual, de la erradicación de los problemas que afectan a todas las personas a nivel de la vida sexual, desde la lucha contra todo tipo de violencia, hasta la prevención, promoción y búsqueda de soluciones a los problemas de los embarazos no intencionales, de los abusos sexuales, de la infelicidad, entre tantos). Porque la educación sexual integral se orienta a ello, y cuando es de calidad, sistemática, convencida, actualizada, en evaluación permanente, apunta a que eso no sea una utopía sino un camino que recorremos de forma real.
Sin embargo, como otras veces lo hicimos, nefastos políticos que creen que su cargo electivo les da capacidades intelectuales, intelectuales que creen que su voz le da sabiduría osan despilfarrar ese “granero”. Así, hoy, en el 2018, se vuelve a discutir la educación sexual integral. No hablo de aquellas discusiones que surgen de la preocupación genuina de padres, madres, educadores e interventores sociales que procuran conocer, comprender y optimizar todo lo que tenga que ver con la educación. Me refiero a la discusión donde se esgrime argumentos de una perversión indisimulada, con algunas mentiras que rozan lo criminal, con un muestrario de lo peor de nuestra historia y con una manifiesta incapacidad para pensar el presente y crear un futuro. Ellos, negando la evidencia y la realidad, creen que ganan, pero, la historia, la vida, la ciencia, las personas y hasta los dioses, si creen, saben que pierden. Por eso la consigna es clara: ¡No ceder!, la educación sexual es más que un derecho, es más, es ese “granero” al que no debemos renunciar.


11/10/18



viernes, agosto 31, 2018

Día de la salud sexual

El 4 de septiembre se celebra el día de la salud sexual. En este año el lema es “La salud sexual y los derechos sexuales son fundamentales para el bienestar”. Cada año, desde el 2010 se busca, con este día, reafirmar la necesidad que la salud sexual sea considerada como un elemento axial para las personas y que forme parte de las políticas sanitarias, educativas y sociales. Como ya reivindique en otras cartas esto implica comprender que la sexualidad es mucho más que lo genital y atraviesa a toda la persona. Por ello se insiste con acciones concretas que deben realizarse en pos de obtener lo que básicamente queremos todos: el bienestar de las personas, optimizando su calidad de vida, promoviendo la salud y generando los espacios necesarios para poder responder a inquietudes, problemas y dificultades. La salud sexual es, así, uno de los desafíos más trascendentales que tenemos en nuestra sociedad. Concretamente hay tres puntos que se han puesto en relieve en los debates que nuestra sociedad desarrolló en los últimos tiempos. 1] la necesidad de la educación sexual integral como una de las garantías que tenemos para con el futuro. Que la educación sexual integral se desarrolle de la mejor manera y de un modo real, consistente y de acuerdo a los principios de la ley vigente en todo el país, la 26150; 2] la urgencia de desarrollar aún más las consejerías en salud sexual o de promover que estas consultas encuentren respuestas, orientativas y/o activas para promover calidad de vida (ley 25673) y 3] Potenciar las políticas sociales  que buscan evitar la discriminación, favorecer la inclusión y luchar sin cuartel contra todo tipo de violencia.

La salud sexual es un derecho de las personas, consagrado por tratados internacionales y, también, indirectamente, por la Constitución que busca “promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad”. Por ello, sostenemos que pensar en la salud sexual como esencial para el bienestar es más que un slogan, es una forma de considerarse uno mismo, de considerar a los demás y, en consecuencia, exigir como habitantes de este bendito suelo que las leyes vigentes 26150 (ESI) y 25673 (Salud Sexual y Procreación Responsable) se cumplan sin demoras. Somos tucumanos y, por ello, argentinos y argentinas, tenemos que tener el mismo derecho que tienen otros ciudadanos donde esas leyes se cumplen sin dilación.

lunes, agosto 27, 2018

Impunidad oral

Hablar o escribir implica pocas cosas. Muy pocas habilidades y conocimientos se requieren. Hacerlo de modo que tenga sentido, ya necesita más habilidades. Procurar que tenga sentido y que sea veraz conlleva sumar a las habilidades algún tipo de conocimiento. Si a esto nos obligamos a que sea atinado, implica no sólo conocimientos, sino además necesita lo que podríamos llamar empatía. Si además pretendemos que sume a algo que creemos, con sinceridad y compromiso, como bien común debemos agregarle a esas habilidades, a ese conocimiento y a la empatía generar la posibilidad del debate real que significa poder contrastar con otros argumentos y crear espacios de devolución. Creo, a pesar de mis errores, que esto serviría para mejorar lo que fuera a nivel de relaciones humanas.
En esta época de redes sociales, de poderes con poco control, de un individualismo creciente veo con preocupación la sensación que existe una impunidad oral sin tantos límites. En los foros de los diarios, en las redes sociales, en los grupos de whatsApp con alguna temática en común (defensa de cualquier cosa o grupos de amigos) la impunidad oral crece como una epidemia (me tiento a llamarla plaga). Ahora bien, lo peor aún es que a esa impunidad oral se suman personas públicas (tanto profesionales que ya es llamativo, como los que ocupan espacios políticos) que, con una clara sensación que el fin justifica los medios, liberan su propio delirio. El poder, en cualquiera de sus vertientes, debería ser más cuidadoso con sus dichos. En ellos, para mí, valga el subrayado, la impunidad oral puede ser una forma velada de abuso de poder.
Una aclaración pertinente: es verdad que hay casos donde la “catarsis” como forma de sacarnos de adentro las emociones es un buen recurso. Pero la catarsis también tiene su espacio. Las redes sociales no son el ámbito para ello. La catarsis precisa, luego la reflexión posterior que nos devuelve la serenidad y la autoevaluación sobre lo que decimos. No es una muralla a defender.
Debo señalar la diferencia que existe entre “libertad de expresión” y está “impunidad oral” que me refiero. Creo en la libertad de expresión como sinónimo de una madurez social y personal. El poder expresar las cosas tiene valor sin dudarlo y debe alentarse. Pero no todo lo que se expresa tiene valor y, por lo tanto, no se le debe dar valor. O sea, brindar siempre porque alguien pueda expresarse, pero no por ello hay que darle entidad a lo que creemos afecta lo que sentimos como fundamental para nosotros. Esta diferenciación nos parece clave. Que todos puedan expresarse, aunque lo que digan no tenga valor para nosotros tendrá valía en la medida que ante ciertas cosas se puede señalar el error o ignorarlo sin que implique un desatino.
La pregunta clave, entonces, que quiero sugerir, como una suerte de interpelación, es: ¿la impunidad oral nos ayuda como sociedad? Reformulando: ¿Sirve para construir algo que yo pueda tirar la piedra (la palabra) contra lo que sea y pueda esconder la mano (no hacerme cargo de ninguna manera de lo que digo)?
Que jamás se deba prohibir el hablar. Esto es algo que estoy convencido que se debe tener en cuenta. Lo aclaro para evitar los malentendidos. Mi planteo no pasa por allí. Pasa por otra convicción: la impunidad oral de nuestra época muestra no sólo que, como es normal, muchas veces estamos desnudos de habilidades, desprovistos de conocimientos, carentes de empatía. Esto no sería un problema. Es normal. Lo que veo como un síntoma preocupante es que esto no sólo se extiende a todos y todas, sino que parece que no nos importa y que no debemos hacer nada. 

jueves, agosto 23, 2018

Tucumán y la ESI



Soy tucumano. Pero también soy argentino, una obviedad dirán. Pero la remarco para poder argumentar sobre un hecho que me parece evidente en relación a la ley de Educación sexual integral (26150). Esta ley fue sancionada por el parlamento argentino en 2006. Daba derechos a los argentinos a recibir esta formación de manera sistemática, actualizada, científica, desarrollando habilidades y promoviendo valores que quiero ver como universales y que voy a sintetizar asociándolos directamente a los Derechos Humanos. En su momento fui referente del programa de Educación sexual en Tucumán, o sea que el mismo estaba presente y sigue presente en nuestra provincia. Ahora, se sigue discutiendo la adhesión a la ley mencionada. Una ley vigente en Argentina para, como reza, el preámbulo de nuestra constitución: “…para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”. Pensar que ese derecho expresado, taxativamente, de la siguiente manera: “Todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal” (art. 1º de la ley), no corresponde a alguien de Tucumán porque uno de los poderes no se adhiere a esta ley, no lo puedo aceptar. No puedo consentir que los tucumanos, o todos quienes viven en esta provincia, sean habitantes de segunda categoría, al no gozar de los derechos que tienen otros argentinos. Por ello, dejemos que los legisladores eviten discutir este tema o den vueltas semánticas para retrasarlo. Los demás, los que viven el día a día, desafiando la realidad con los recursos que puedan, comprendamos que dar educación sexual integral con responsabilidad y con decisión no depende de una “adhesión”, depende del coraje de ser educador, de la convicción de buscar el bien común y de la constante vocación de saber que la educación sexual es una de las formas certeras de garantizar un Tucumán mucho mejor para nosotros y para nuestra posteridad. Sigamos haciendo educación sexual, algo inevitable, y empecemos, de una vez, a asumir que la misma debe ser con nuestra mayor responsabilidad. El futuro no puede esperar tanto. Nuestra provincia, juró la independencia, no podemos ser menos que aquellos que lo hicieron: ser activo en la lucha y promoción de los derechos de todos y todas los que viven en este suelo.

jueves, agosto 09, 2018

Salvar las dos vidas….si se puede

Eso sólo sería posible si el aborto sería legal. Pero no, se perdió esa oportunidad. Se perdió la oportunidad al no legalizarlo. Es curioso que no se den cuenta de eso, los que creen luchar por la mejor causa. Si el aborto es legal la consulta médica se hace, donde si el quehacer médico funciona se escucha adecuadamente a la paciente, se escucha claramente lo que está pidiendo y se le ofrece soluciones posibles y juntos con ella se construye la mejor opción. Así, se deriva cuando la solución escapa de nuestras manos (por especialización o por “objeción de conciencia” – ¡qué expresión justa que puede llegar a ser patética en ocasiones!). Pero también a nivel social se esfuerzan por resolver temas como la adopción con rapidez y apoyo socio-emocional y económico. Además se esfuerzan en que el programa de educación sexual integral sea una forma contundente de acción sostenida, sistemática, científica, humana, activa y con un esfuerzo real.
Si, salvar las dos vidas cuando se puede, implica no prohibir lo que se hace, con ley o sin ley, sino generar cambios a partir de la realidad. Cada cual con sus convicciones. Cada cual con lo que quiera poner, pero después de todo, lo que importa es que el otro –ni uno- sufra porque alguien sentadito en un lugar de poder lo decida.
Vamos, carajo, esta oportunidad pasó….pero la próxima está a la vuelta de la esquina. Se puede. El objetivo es claro: que la sexualidad cumpla su función: contar la historia de cada uno hecha en el cotidiano con la libertad que se consigue a cada paso. Con la sensación hermosa de descubrir la suma de nuestras capacidades y de poder,  decidir, con autonomía como podemos crecer mejor, disfrutar más y ser más nosotros mismos, cada instante. 

miércoles, julio 25, 2018

Sobre el "conmigo no cuenten"

De repente nos equivocamos, pero no por eso nos damos cuenta rápidamente. Lo hacemos sin pensarlo o, sobre todo, pensándolo mal. Creemos que sostenemos una premisa simple, contundente y clara y que ella avala una forma de pensar y una profesionalidad. Pero, como en ocasiones puede pasar, cegados por una idea nos olvidamos de la construcción del pensamiento y terminamos con una contradicción para nuestro espíritu, nuestra mente y nuestro accionar. No es el problema grave en sí mismo, el riesgo mayor radica en el tiempo que demoramos en rectificar, arrepentirnos y corregir el daño que hicimos, a pesar o, sobre todo, por nuestra llamada buena intencionalidad.
Aunque esto vale para todo, me surge como idea a partir de eventos relacionados con la discusión de la despenalización del aborto y los caminos frente a ello. Estar en contra del aborto por las razones que sean (llamadas humanas, ideológicas o por creencias) es algo que le sucede a muchas personas. En este tema, está ya claro que el cambio de posición no pasa por el debate, sino, a lo sumo, por circunstancias (tal vez por eso, muchos insisten en describir casos personales o tragedias particulares). En definitiva las circunstancias son las que van surgiendo en eso que se llama vida, la cual al transitarla, nos permite adquirir nuevas formas de ver las cosas o, quizás no; aunque siempre serviría para reafirmar que somos seres pensantes o deberíamos serlo la mayor parte del tiempo. Quienes están a favor o en contra de la despenalización del aborto están convencidos que ese tema es una opción por la que vale la pena jugarse un poco mucho, o, para ciertas personas, hasta el extremo. En eso, hay que ser tolerantes con los que piensan diferente, lo dicen y lo expresan sin dudar y esperar que los demás tengan la misma gentileza con los que disienten. Mundo mágico, pensaría.
Pero, en esta ocasión, no pasa por allí mi razonamiento. Pasa por el deber y el derecho que tiene un profesional de la salud de hacer frente a lo que le produce sufrimiento a alguien y al esfuerzo que debe intentar hacer, cuando la situación lo supera, para brindar el confort necesario, el apoyo crucial y la posibilidad de aligerar el sufrimiento derivando a quien pueda intervenir. Nadie está obligado a hacer lo que no sabe, pero derivar si es algo que todos podemos hacer. Aun cuando uno no puede tratar la situación porque no está en condiciones de algún tipo para hacerlo (desde limitaciones técnicas, hasta de conocimiento o, en este caso particular, de objeción de conciencia), su accionar está regido por un compromiso con esa persona, establecido por códigos deontológicos, por la llamada vocación de servicio, por el mentado juramento hipocrático o simplemente porque la ley nos obliga a eso. Un médico, por ejemplo, tiene esa posibilidad cierta de saber que su palabra, cuando acoge a alguien en situación de “detresse” (el francés tiene esa palabra tan intensa, que es más que sufrimiento) es una encrucijada que genera una situación que nos excede por lejos. No siempre sabemos manejar esas situaciones, pero sabemos reconocerla en ocasiones.
Anunciar a los cuatro vientos, con supuesto orgullo, a las pacientes reales o potenciales, que estén cursando una situación difícil (personas que hasta pueden no saber lo que es correcto o no sino que viven ese evento con desesperación), que con ese profesional de la salud no pueden contar, no es ni ético, ni moral, ni profesional. No implica que tengan que hacer frente a eso a pesar de sus convicciones. Sino que anunciar que no están para ellas es un ultraje grosero al juramento que se empeñan en utilizar como argumentación. Efectivamente, esas personas tan convencidas de su credo anuncian que no son capaces de acoger a la paciente, darle confort, solidaridad y, hasta, opciones sanitarias o sociales mejores que las que tiene.
Esos médicos, que anunciaron “conmigo no cuenten”, han vejado con ese anuncio su famoso juramento, que no es por apolo, sino por quienes crean. Aún peor, me parece, es qué los comités de ética y sus señoriales miembros, qué el sistema de salud que apoya a los “humildes”, que las instituciones que se tomaron la exagerada atribución de hablar en representación de todos sus miembros, que ninguno de ellos no les llame la atención y les diga, mantengan su convicción sobre las “dos vidas”, eso no discutimos es más, en ocasiones, lo apoyamos, pero no cometan el error de anunciar que van a escabullir la responsabilidad que les cabe como médicos: recibir al que sufre y ofrecerles el famoso, no curar, sino consolar siempre.
La ética real, la que interesa, la que sirve, la que nos hace falta, no es la de las majestuosas cosas irreales, sino la que hace que hagamos frente a estas situaciones. ¿Dónde están, ahora, cuando es imprescindible, esas voces que no sostienen otra cosa que una verdad: ayudar al otro no es opcional, no es algo que podemos dejar de lado porque el deber nos llama nos incomoda?

Ser sensatos no implica defender lo contrario a nuestras convicciones pero allí es donde deberíamos revisar las convicciones que rigen nuestro andar: porque la incoherencia con nosotros mismos es una de las plagas que vemos en quienes, se supone, son más eruditos y eso debería ser celosamente protegido y denunciado.

Soy varón

Como tal no tengo útero. Evidencia biológica. Eso quiere decir que nunca jamás voy a tener la experiencia de saber lo que se siente cuando una persona crece en mi interior. Puedo sentir empatía con ello, racionalizarlo pero nunca la viviré. La maternidad como tal está vedada a mí. Obviedad, como también que nunca jamás deberé pensar, vivir, transitar la posibilidad de realizarme un aborto. No forma parte de mis posibilidades biológicas. Dicho esto, discúlpenme las mujeres por decir algo al respecto. Pero resulta que hay tantos varones que se toman en serio el hecho de las dos vidas que opinan sobre lo que pasa en el útero femenino con una certeza que es increíble.
Por ello, me tomó la opción de escribir frente a lo que considero una negación de la obviedad: es la mujer la que debe elegir, realizar y vivenciar un aborto, en ocasiones. Es su cuerpo el que está en juego, no son las ideas que circulan. Son personas reales que se ven confrontadas a esa vivencia, por las razones que sean. Los ordenamientos sociales intentan comprender, razonar y establecer criterios con mayor tino, científicos o de creencias. Pero luego de ello, es la mujer, la que tiene útero, la que puede concebir, la que puede engendrar, la que se enfrenta al hecho, en “x” número de casos, de pensar que un aborto es su solución. 
En esta realidad que me parece de una obviedad clara, todo se reduce, entonces, a una sola pregunta: ¿tiene la mujer derecho a disponer de su cuerpo? Si la respuesta es si, el aborto es una situación sanitaria que debemos pensar en términos de protocolo y de salud. Si la respuesta es no, el aborto sólo es una de las formas que queremos imponer de control sobre ellas, curiosamente, nunca sobre ellos.

Allí, creo, se resume todo el debate serio. El resto, sólo son cuestiones prácticas que debemos resolver: ¿cómo hacemos que sea mejor lo que estamos obligados a hacer como sociedad: reconocer la autonomía y la libertad del otro?

domingo, julio 22, 2018

Hay límites

Hay límites donde la estupidez deja de ser simple estupidez para ser crueldad, para ser injusticia, para ser despreciable. Lo es cuando se compara libremente dos cosas incomparables para crear una mezcla ideológica perjudicial y sumamente peligrosa. Eso, sobre todo, es peor cuando lo hacen seres pensantes que se presentan como intelectuales y encima con una intención moral. Allí, esos seres, directamente, pasan a ser malas personas. Sumado que, de forma tan indigna, atentan, principalmente, contra lo que pretenden defender, dando cabidas a quienes, en la vereda opuesta, ya los ven como retrógrados, fascistas puros y enemigos de la realidad.
Comparar el holocausto nazi con el aborto es un ejemplo claro de lo que acabo de mencionar. Puedo llegar a entender a quienes pretendan defender la posición contra el aborto. Puedo encontrar en su razonamiento argumentos que sostengan esa posición, por más que no sean ni únicos, ni de verdad absoluta. Pero, la comprensión tiene aquí un límite inaceptable. Comparar el holocausto nazi con el aborto es un ultraje a la humanidad, a la posibilidad de pensar al ser humano como un ser espiritual, a la memoria vital de nuestra especie, a la posibilidad cierta de imaginar utópicamente que, jamás, podremos volver a repetir tamaña destrucción.
Si quienes lo hacen, encima, se presentan como universitarios (o sea con una formación sistemática en formas de construir razonamientos), con una idea moral “superadora” (lo que implica una idea de bien común constructiva para todos los seres humanos), como una forma de mostrarse defensores de la vida (en el sentido del valor concreto que tiene toda vida para el universo), la comparación se hace no sólo deplorable, sino inaceptable, proclive a la apología de la destrucción de la humanidad en sus valores esenciales de la alteridad, de la creación, de la trascendencia.

Aceptar este razonamiento es aceptar que somos monstruos, que somos aquello que desde el inicio mismo de nuestra especie es el lastre peor que tenemos: somos capaces de destruir al otro simplemente porque es otro. No quiero transar, ese razonamiento es inaceptable desde cualquier punto de vista, desde cualquier credo potable, desde cualquier forma de sentir que la humanidad emana de la materia o de algún Dios. No cedo, no negocio, no permito que la estupidez sea crueldad. Es mi límite.

viernes, julio 20, 2018

Emojis y felicidades

Hoy se celebra el día del amigo. Esos días que uno se permite la excusa de reunirse con gente que, generalmente, se reúne muchas veces. Sólo que este día uno se justifica un poco más porque es, justamente, el día del amigo. Pero lo sabemos, la distancia, en ocasiones, y las circunstancias en otros casos, nos impide estar cerca de esos amigos que lo sentimos como eso. Así que, muchas veces, nos arreglamos con quienes tenemos relaciones amistosas, que parece lo mismo pero no lo es. Pero aún en esos casos, hoy whatsApp y las redes sociales han posibilitado que la amistad sea una suerte de evento global donde recibimos una vez por año saludos de alguien que vemos una vez cada cierto tiempo, determinado por las circunstancias. Es verdad, con algunos nos gustaría tener más contactos pero con otros, ni siquiera eso pero con muchos de ellos, no haríamos un esfuerzo para tal.
En esos mensajes edulcorados, repetidos y cansinos, ahora se cuelan los emojis (y parió la abuela, dirían los dichos anticuados). Los emojis que, valga decirlo, te resuelven el silencio de la mente, la incapacidad de los gestos, la limitación del lenguaje. Los uso, en ocasiones, lo reconozco. Pero, a pesar de eso, no quita que hay varios que detesto de un modo certero. De entrada, puedo decir que los emojis repetidos me joden, sobre todo los que se envian en salva en los grupos. Obvio no es lo mismo si tenes menos de 12 años. O sea en la niñez y un poquitito más me gustan. Hasta en una relación más íntima hasta pueden ser simpáticos, pero sólo cuando no reemplacen el resto de la comunicación. Uno sabe que a ciertas personas le perdonas ciertos exabruptos. Porque los "emojis", son cosas que le permitis a ciertas personas, eso es verdad también.
De los emojis hay varios que considero aún mas detestables, en individual y en repetido (casi todos). Por ejemplo: los "aplausos" (los encuentro teñidos de hipocresia) y los "músculos" (estereotipo masculino repudiable de la fuerza) son repelentes. Sorry, pero debía decirlo, aunque sólo sea para sentirme bien conmigo mismo. Corazones de color es una de las formas de producirme disgusto, aún peor si son varios y se agrandan. Ni hablar de caritas con los ojitos de corazón, me parece una pequeña abominación de la incapacidad emocional. Son, personalmente, un poquitito vomitivos.

Pero, en días como este, aparecen con una lógica que uno debe aceptar con cierta comodidad. Como diciendo, hay que pasar el día. El día del amigo, ese invento que hicieron para permitirse disfrutar algo. Así que este día aceptemos un poco más los mensajes repetidos y los emojis (aunque bien podrían evitarse). Tal vez porque me parece que sigue siendo esencial y verdadero que amigos y amigas todos deberíamos tener. Tal vez por ello, vale todo. Así que si, felicidades por el día del amigo para todos, como un símbolo de humanidad. Para mis amigos y amigas ojalá que cualquier día del año, el que se les ocurra, sean capaces siempre de contar conmigo para el reír, el llorar, el sentir, el disfrutar y el vivir. Al final para eso son los amigos, para pensar que no estamos solos y que eso no hay forma de sintetizarlo en un emoji, pero si en los gestos cotidianos que tenemos por ellos, con ellos y para ellos.

miércoles, julio 18, 2018

Educación sexual

Nuevamente vengo a escribir sobre la educación sexual integral. Una de las deudas más claras que tenemos con la educación y, nunca mejor dicho, con la vida y, aún más, con los valores más positivos que la Constitución Argentina proclama: equidad para quienes desean habitar en su suelo, justicia, paz interior, bienestar general, libertad. Por supuesto, para afirmarlo parto de la idea de educación sexual como se define en la ley que la rige en la Argentina. Además me apoyó en los estudios serios sobre educación sexual en el mundo. Si usted, lector, no conoce la ley o simplemente su idea de educación sexual está restringida únicamente a una noción de genitalidad o estancada en alguna experiencia equivocada, sea por contenidos o metodología erróneos, sepa que no es de lo que hablo.
La educación sexual es una lamentable deuda que tenemos con nuestra sociedad. Sostengo esto porque sé que su implementación real (sostenida, activa, permanente y decidida) es la forma eficaz que tenemos de revertir la violencia, la inequidad y otras dificultades que generan insatisfacción y sufrimiento en las personas.
Pensar en educación sexual eficaz es apuntalar, de un modo pragmático, a tener una sociedad integrada por seres humanos capaces del dialogo constructivo, de la gestión de conflictos interpersonales de maneras positiva, de desarrollar antídotos para que cada uno pueda protegerse en todas sus dimensiones, tanto física, mental, social y espiritual en sus relaciones con los demás.
Educación sexual integral es el derecho que permite que todo educando reciba conocimiento sobre sexualidad acorde a su edad, habilidades que faciliten su vida personal e interpersonal y que apuntale los valores más preciados por todos para que sean vividos: el respeto al otro y a uno, la libertad, manifestada en un consentimiento nacido del conocimiento propio y la convicción.
Una educación sexual no sólo es la apuesta segura a evitar los diferentes inconvenientes que una relación sexual puede, en ocasiones, generar, sino a hacer que todo encuentro con el otro, sexual o no, sea una forma más clara de avanzar en la única necesidad imperiosa que el ser humano tiene: la autorrealización en función de sus propios deseos, de sus convicciones y de sus decisiones.

Hacer educación sexual integral es más que un desafío, es un imperativo moral, social, científico y personal. Retrasarla es imposible. No empezarla con conciencia es irresponsable. A nosotros decidir si seremos negligentes o soberanos.

domingo, abril 01, 2018

Pascuas, por ejemplo

Toda religión tiene fechas que sintetizan su creencia, su fe, por ejemplo, las pascuas para los católicos, pesaj para los judíos y otras para cada una. Para los que no son creyentes esas fiestas no le dicen mucho o les resutal indiferentes o raras.  Sin embargo, podemos aceptar algo con más facilidad. Cuando los creyentes viven realmente esas fechas  siempre incluyen por lo menos tres cosas: tiempo de reflexión y de auto-reflexión, convicción que esa creencia implica la esperanza de algo mejor para toda la humanidad e intención de compartir con desconocidos algo. Esto, en sí mismo, es algo hermoso. Puesto que si hay alguna posibilidad que la humanidad supere su desazón, su autodestrucción, su incapacidad de vivir en paz permanentemente es haciendo eso de manera más constante.
Así que por ello, solamente, todo momento que una religión convoca a sus fieles, sean estos muchos o pocos, hay quizás una llama de esperanza que se enciende. Aún sin creer en esa fe, hagamos voto de creer que la humanidad tiene la posibilidad cierta de salvarse o, por lo menos, de no destruirse y violentarse tan rápido. Así, quizás, lo consigamos. ¿qué? Lo más elemental: vengamos de quien vengamos, el ser humano está llamado a algo mejor que lo que demostró en general: está llamado a la paz, a la alegría, al amor. 
¿Por qué lo digo? Porque aun cargándonos como especie a mucha gente, destruyendo parte del planeta por imbecilidad total y egoísmo, habiendo hecho tanto mal a tantas personas, el ser humano aún persigue la utopía de ser un ser superior. Y, todos hemos conocido, sin dudas, personas justas que, como bien dijo Borges, “salvan al mundo”.
Así que en cualquier fiesta religiosa, respiremos un poco de la humanidad que queremos, solo por lo que se hace, vale la pena. 

martes, marzo 13, 2018

Violencia y punto


Uno tiene el derecho a decir que una expresión artística cualquiera no te gusta. Es un derecho simple y concreto. No tiene por qué gustarme lo que le gusta al otro. Es más, hasta debería poder expresarlo. Aunque mi gusto sea el construido por el estudio o el que surge por ver las cosas y sentirlas. Pero de allí, a creer que mi opinión sobre lo que me gusta es suprema, emana de la verdad absoluta, es rectora y capaz de autorizar cualquier comportamiento, hay un abismo. La opinión es personal y al serlo puede ser rebatida, discutida, mal interpretada, condenada, alabada, cuestionada, ignorada y lo que se pueda hacer con la palabra. Pero creernos que, porque es nuestra opinión ya es sesuda, según nosotros y nuestro círculo social hay una diferencia: tanto como si pensamos que nuestra opinión es atinada, según nuestras creencias y, por ello, sostenemos que las de nuestros pares que dicen otra cosa no lo es. Pero, de allí, pensar que porque mi opinión es “lo más”, estoy autorizado a imponerla como el régimen de verdad, hay un trecho. Una opinión es personal y, ¡ojalá!, haya otras opuestas.
Ahora bien, sobre opiniones que se creen como  verdad todos tenemos algo. Pero, cuando hablamos sobre gustos, sigue teniendo valor la opinión de uno. Insisto, todos tenemos derechos a decir esto me gusta, esto no me gusta (aunque no nos privemos que alguien nos enseñe a gustar algo nuevo, diferente. No nos prohibamos la posibilidad de descubrir un arte que nos ilumine como no imaginamos que podría hacerlo). Ahora bien, cuando yo creo que el arte que no me gusta no debería exhibirse hablamos de censura, y, la censura SIEMPRE es un acto de violencia.
Este fin de semana hubo un acto de barbarie en una exposiciónartística en Tucumán, mi ciudad. Una exposición que puede no gustarme a mí y a otras personas. Es más, hasta puedo preguntarme ¿Cómo pueden hacer eso y llamarlo arte? (todos podemos ser ignorantes). Pero cuando el ultraje aparece, la agresión, la violencia escondida, la negación que el otro pueda hablar (el arte es una forma de hablar) ya no podemos aceptar. Porque lo que está en juego es que en nuestra sociedad haya gente que aun piensa que destruir lo que no me gusta, lo que es contrario a mí, lo que no me parece moralmente aceptable es un camino válido.
Condenamos el vandalismo cuando lo hacen sin ton ni son, cuando rompen una plaza o un juego. Esa agresión que nace de una envidia o de un dolor. Pero esta, la que surge de personas pensantes, capaces de ver metáforas o de interpretar significaciones es más que aquella. Ya que es la que habla de la esencia de nuestra sociedad. La pregunta entonces es: ¿Qué tipo de sociedad tenemos y que sociedad queremos? El arte no puede responder, la debemos responder nosotros porque en esto, no vale solo la fe, como diría el antiguo refrán español: a Dios rogando y con el mazo dando. Así que “argentinos”, como diría el español, a las cosas”, que en esto significa que hagamos la sociedad que queremos y para ello, digamos BASTA  a la violencia.


sábado, febrero 17, 2018

Apología de la Educación sexual



Comienza un año lectivo. Nuevamente nuestros hijos e hijas irán a clase. Se inician las actividades escolares y todo lo que ello implica: problemas matemáticos que tanto nos cuestan, caligrafía y ortografía que quien no la tiene, la sufre. Horarios y sus complicaciones. Pequeños grandes logros y algunas que otras renegadas. Clases de historia con efemérides que casi todos recordamos. Geografía y tantas otras materias. En el medio, atravesando todo sociabilización, gestión de emociones, interrelaciones fáciles y problemáticas, en el medio, esa violencia que nos atraviesa, lamentablemente. Con todo ello, también empieza  la educación sexual de todos los años. Si, lo dije correctamente. 
Debemos comprender que el debate no es sobre si hacer o no educación sexual. Ese debate es una de las falacias que mantienen algunos para evitar que haya una construcción seria, serena y adecuada sobre el tema. Es decir, lo sepamos la educación sexual se está haciendo en el aula. Lo único que, evitamos con los debate estériles, es no hacernos responsables que la misma sea estructurada, sistemática, formal, analizada y construida adecuadamente. Pensar que en esta época no se hace educación sexual todo el tiempo es ignorar las evidencias. Vivimos en un mundo donde los estímulos están en todas partes, donde el mundo virtual, con sus virtudes y defectos, está casi omnipresente, donde los mensajes de cualquier tipo llegan a todos lados y de todos lados, donde la prensa con su famosa libertad dice lo que se le antoja y encima los foristas del diario –o por vía de las redes sociales- van, aún más allá, enunciando, en ocasiones, estupideces sin ningún sentido de análisis crítico; un mundo en que la publicidad pretende vender como sea armando discursos edulcorados o sin freno. Es una época, donde la violencia contra el otro es una forma de comunicarnos, en ocasiones, y, aunque nos pese, mucho en adolescentes; donde se enuncian barbaridades como si el conocimiento sólo es consecuencia de poder emitir una opinión. 
En esta época, tenemos, por todo ello y por otras cosas, una educación sexual que dice, opina, critica, genera comportamientos, calla, no permite hablar, no deja que podamos tener más conocimiento, ni ofrece herramientas para el encuentro con el otro sea mejor. Si, gente, hoy se hace educación sexual en todos lados. La realidad se impone como cotidiana. 
Por todo ello, la pregunta fue es y será: ¿este año, nos haremos cargo, seriamente, que la educación sexual sea la mejor que los educadores puedan dar? Omitir el hacernos cargo de esta educación es grave. Para algunos será un pecado, para los no creyentes es una irresponsabilidad que no se puede tolerar. Es hora que sepamos que estamos en deuda con nuestro presente y con nuestro futuro.

jueves, febrero 01, 2018

Consentimiento

 
En sexualidad la palabra clave sigue siendo “consentimiento”. Sobre ella se erigen todas las posibilidades y, a través de ella, la salud sexual es una realidad factible para cada uno. Pero el consentimiento es todo un tema que aún nos cuesta mucho comprenderlo y desarrollarlo. He sostenido que la causa de eso es porque se ha privilegiado el aspecto legal. Un juez debe determinar si hubo consentimiento o no lo hubo, frente a la agresión. Como si fuese una fotografía. Pero lo cierto que el consentimiento real de las personas es más una película donde, en ocasiones, pasamos por distintas situaciones y decisiones. No es lineal ni mucho menos. Pero volvamos a la cuestión esencial. 
Imagínate que alguien te pregunta si “¿consientes a esto?” sería genial si lo hiciese y así tú puedas decidir, con tu libertad el consentir o no. Pero este enunciado simple ya implica dos cuestiones axiales: “saber exactamente lo que es “esto” y, en segundo lugar, sentir que tu decisión surge de tu libertad. A lo que agregamos dos cuestione subsidiarias. De lo primero, quien te ofrece “eso”, ¿comprende lo mismo que tú sobre eso? (en esto recordemos que la venta de productos por televisión es un claro ejemplo que se aprovecha que yo entiendo una cosa y el vendedor no la está diciendo en esos términos ni en ese sentido). De lo segundo, tu libertad, la cuestión subsidiaria sería como medirla en términos reales, sabemos que no alcanza el mencionarla. El concepto de libertad y su vivencia es algo fácil de mencionar pero realmente difícil de experimentar realmente.
O sea, consentir no es decir “si”, aunque los jueces puedan aceptar esta hipótesis, porque están atrapados en sus propios códigos. Es hasta entendible. Sin embargo, es necesario ver con claridad que el consentimiento como acción privada y personal necesita más elementos para ser juzgado, evaluado y considerado. Simplificarlo a eso es una limitación que impide el crecimiento.
Sugiero por lo tanto los siguientes elementos:
1-                 Conciencia del consentimiento: debemos ocupar un tiempo para comprender a qué consentimos y, valga decirlo, a qué no. Esta diferencia nos permite tener claro cuando lo que aceptamos ya no es lo que deseamos y, por lo tanto, lo que exige un nuevo consentimiento o no.
2-                 Comunicación del consentimiento: en esto vuelvo, antes que nada, al concepto de asertividad. La misma se define como “la habilidad para ser claros, francos y directos, diciendo lo que se quiere decir, sin herir los sentimientos de los demás, ni menospreciar la valía de los otros, sólo defendiendo sus derechos como personas". Consentir implica ser asertivos pero también es una exigencia para serlo.
3-                 Autoridad del consentimiento: cuando uno consiente es la autoridad total del consentimiento, esto implica que consentimos nosotros, valga la redundancia. El otro es depositario de nuestro consentimiento. Es decir, en ese momento, él se rige por nuestra comprensión de lo que consentimos en relación a nosotros. Esto exige saber que nosotros, también, somos el otro para él, para ella.
4-                 Límites del consentimiento: aunque parezca una tontera sepamos que el límite del consentimiento es lo que no consentimos. Aun cuando esté al lado de lo consentido. Un paso más allá de lo consentido EXIGE un nuevo consentimiento.
5-                 Lenguaje del consentimiento: el lenguaje del consentimiento es, muchas veces confuso para el otro. Pero debemos saber que quien lo recibe tiene una obligación mayor de aprenderlo. Dicho en otros términos, si yo, ante el consentimiento del otro no entiendo claramente lo que ha consentido debo aclararlo específicamente. Esto excluye la suposición como mediador del consentimiento.
6-                 La renovación del consentimiento: ningún consentimiento es eterno, aunque pueda durar toda la vida. Es decir, siempre consentimos a lo que queremos “aquí y ahora”. Esto es, si lo piensan, maravilloso. Nos permite la dicha de renovar compromiso, intimidad y pasión de un modo creativo e intenso.
Nada más importante que el consentimiento para una vida mejor. Pero recordemos que el consentimiento no es algo simple, necesita nuestro compromiso y trabajo todos los días. De allí se desprende una de las cuestiones más urgentes de nuestro presente: ¿estamos enseñando “el consentir”? Para mí, eso depende principalmente de la educación sexual que nos debemos y de la que estamos dando. No por el sexo, aunque lo incluye, sino porque la verdadera educación sexual es una herramienta fundamental para el autoconocimiento, la autoestima, el auto respeto, la comunicación, la gestión de los conflictos, las habilidades sociales, entre otras cosas (deberíamos entenderlo de una buena vez.).
Promover el consentimient, desarrollarlo como expresión humana, deifnirlo como determinación de la persona, reconocerrlo como derecho insustituible es una de las formas que tenemos de combatir la peor plaga que la humanidad tiene, la violencia interpersonal.  
Consentir, definitivamente, es una pieza elemental para la humanidad. Porque en ella radica su fuerza que no es otra que la que permite expresar nuestras mejores virtudes. Consentir es garantizar el amor, la esperanza, el bienestar, la paz.

miércoles, enero 24, 2018

Notas sobre la violencia

La sexualidad es muy amplia, sin embargo, es en la actividad sexual o a carácter sexual donde centramos muchas de las conversaciones. Pero, lo digamos, la sexualidad excede lo sexual como genital y sus relaciones para ser algo que cubre la integridad física, social, psicológica y espiritual de la persona. Dicho esto, volvamos a la actividad sexual o a carácter sexual. 
La palabra clave de todas esas actividades es el consentimiento. No se trata de otra cosa. Para decirlo claro: hay consentimiento en la actividad sexual que se realiza, se propone, se ejecuta, se vive estamos en un campo donde somos capaces de aspirar y de vivir el lujo del encuentro, de la magia del placer, del encuentro efímero pero deseado o de la increíble aventura más antigua y con mejores perspectivas de futuro que el ser humano dispone. Ahora bien si esas mismas cosas no incluyen el consentimiento es un crimen, aunque la legislación aún no lo vea. Así de simple y concreto: hay consentimiento, lo intentemos, lo busquemos, lo deseemos, lo procuremos. No hay consentimiento: es crimen.
Con esta primera idea en la cabeza partamos para diferenciar dos cosas distintas que pueden hacerse idénticamente pero que, en ese “pequeño” detalle radica toda, absolutamente toda la diferencia. Específicamente: puedo tocarle el culo a alguien como un acto erótico sólo si esa persona me lo permite. En ese caso puede ser una experiencia maravillosa; pero si no lo permite, es un crimen. Hasta aquí, supongo, vamos entendiendo porque si no el problema ya no es de explicación sino es de neto corte cerebral, o sea de no tener desarrollado el cerebro más allá del nivel ameba.
Ahora bien, el problema surge con la palabra clave: “consentimiento”. Consentimiento es una decisión personal de aceptar algo “aquí y ahora” sobre uno mismo. Depende de un complejo mecanismos de decisi
ón que, la mayoría de las veces se simplifica enormemente. Sin embargo, también incluye que el otro, comprenda exactamente lo mismo. Todos hemos vividos situaciones donde pensamos haber sido claro sobre algo y que él otro terminaba entendiendo diferente o, peor aún, actúe como si nuestra comunicación no sería necesaria tenerla en cuenta.

Pero allí el problema no es el consentimiento sino la claridad para decir, sostener el mismo y, sobre todo, que el otro lo entienda. O sea que ya comprendemos que el consentimiento es un acto complejo que debemos perfeccionar adecuadamente desde el propio auto-conocimiento, hasta la asertividad para poder expresarlo y sostenerlo adecuadamente.
Otra cosa que olvidamos con una frecuencia increíblemente estúpida es que el consentimiento no es otra cosa que una autorización “aquí y ahora” y que depende solamente de quien la da que, por lógica total, es quien guarda la potestad total y absoluta de retirarla cuando se le ocurra en relación a la actividad que se acepta o propone.
Volvamos al inicio, parece ser que todo se reduce a tres cuestiones:
1-                 Comprender que el consentimiento es de uno y de nadie más.
2-                 Asumir que ese consentimiento es algo que se comunica y por lo tanto surge de una certeza propia de darlo y que debe ser claro y que se debe aprender a como escucharlo claramente.
3-                 El no respeto del consentimiento es un crimen.
A partir de allí el resto sigue siendo la libertad que tenemos de participar en lo que deseamos, el desarrollo de la capacidad lúdica de reírnos y de jugar, por ejemplo, juegos de seducción, la certeza construida día a día de todo aquello que nos favorece y permite que nuestra salud sexual sea el pilar donde edificamos un futuro.
Seré obsesivo pero la clave sigue siendo la educación sexual integral. Cuando la comprendamos veremos que como un buen plan de vacunación integral, sirve para prevenir y eso nos economiza “gastos” en salud pero sobre todo, sufrimiento, así mismo es la educación sexual integral, no evita lo que existe, pero aumenta todas las posibilidades que tengamos un futuro mejor para todos y todas. La Educación sexual integral es la vacuna eficaz que desarrolla anticuerpos contra la plaga de la violencia, puede evitar sufrimientos y es capaz de hacer que el futuro sea promisorio. Evitarla es, sencillamente, un error injustificado en esta época.
Estamos en el siglo XXI, lo demostremos de una vez: nos comportemos como seres desarrollados y hagamos lo único que aún no pudimos resolver: que la violencia no siga siendo un recurso actualizado.

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