miércoles, diciembre 30, 2015

Fin de año

Todo fin de año es un ejemplo más de nuestra humanidad. Tiene, efectivamente, muestras de todos los ingredientes que definen nuestra esencia como especie. Así, en nuestros cambios de almanaque se suelen acumular -de forma agradablemente caótica-: promesas (realizables y no), deseos (públicos y prohibidos), ambiciones (pequeñas y desmedidas), festejos (sentidos y desechables), palabras (usadas y vividas), encuentros (casuales y buscados), expectativas (imaginarias o reales), miedos (antiguos o nuevos), alegrías (pasajeras o intensas), tristezas (circunstanciales o profundas), sueños (de castillos en el aire o de casas en la playa), realidades (turbias, crueles, magníficas), desazón (de recuerdos o de presente), esperanza (personales o del mundo), sensaciones (de las unas y de las otras también), ausencias (de las que duelen, estas sin opción) y mucho más, seguramente.

Así, creemos que el mundo, el que nos rodea, y el otro también, van a cambiar y al sonar las campanadas soñamos que los egoístas dejarán de serlo, que los asesinos dejarán de matar, que los mediocres dejarán de vivir a costa del pueblo y los hijos de puta que pululan por doquier se convertirán en alguien mejor; luego -con un baño de realidad- sólo nos imaginamos que dejaremos ese vicio que nos jode, que superaremos esa pena que aún nos lacera el alma, que compartiremos un poco más. En definitiva nos convencemos que haremos lo que siempre decimos que haremos y que, varias veces, postergamos. Con todo ello -en el fondo- pretendemos creer que, finalmente, nos daremos cuenta que las cosas que importan son pocas y que merecen más atención de la que le damos.
Pero, lo sabemos, existen casi todas las posibilidades que los egoístas sigan siendo igual de egoístas, que los mediocres continúen a obstaculizar los trabajos comprometidos, que los hijos de puta perfeccionen su arte ancestral de hacer daño, que los asesinos sigan encontrando placer en serlo; como también que hay probabilidades que no dejemos ese vicio que aún nos produce placer o que no terminemos ese curso que iniciamos con tantas ganas pero sin ningún deseo. Frente a ello, quizás todo se reduzca a aceptar que tenemos un sólo un desafío que sintetiza la evolución que nos falta conseguir: el darnos cuenta que la paz, la felicidad, el amor se construye con pequeños momentos que tantas veces postergamos y que siempre incluye a un otro.
Por eso, les deseo algo mucho más pequeño, más accesible, más vital para este nuevo año. Algo que nos haga creer que seguimos evolucionando al convencernos que lo importante son esas pequeñas cosas que se pueden compartir en momentos simples.
Así quisiera que nos decidamos y nos prometamos no postergar más ese encuentro, ese deseo, ese orgasmo, ese beso, esa caricia, esas palabras, ese baile, ese encuentro, ese perdón, ese libro, ese viaje, ese "etcétera" que tanto deseamos. Ojala que este año podamos disfrutar de todas esas cosas simples o de algunas de ellas. Esas cosas que siempre decimos que son esenciales, imprescindibles, importantes y para las cuales, muchas veces o casi siempre, no encontramos el tiempo para vivenciarlas.
Así que, en este 2016, hazte un momento para algo de ello con ese alguien con quien quieres hacerlo y así este año será, definitivamente, una maravilla.



Felicidades y el resto también.





martes, diciembre 22, 2015

Navidad

Se acerca el fin de año y comienzan los festejos, por aquí y por allí. Parece ser que la gente se desespera por encontrarse, mandarse sus cartones virtuales, buscar producir emoción y encontrarse con la familia, amigos o simples conocidos. Son momentos fáciles de realizar por la época y efectivos en conseguir los objetivos. En definitiva no hay muchas pretensiones por parte de nadie como si por unos días nos permitiésemos disfrutar lo que hay con lo que hay.
Efectivamente, la navidad sigue siendo una de las ocasiones que  nadie la cuestiona demasiado como un motivo legítimo para encontrarse. Si, siempre quedan los que mantienen sus convicciones antirreligiosas como una identidad necesaria pero, para la mayoría, la navidad es encuentro con gente y se acabó. El ritual religioso está presente para algunos y para otros es secundario, o ni siquiera existe. Pero lo cierto es que la gente la celebra. Así, se intenta disfrutar con las alegrías y tratar de hacer caso omiso de cualquiera de las múltiples razones que podríamos encontrar para lo contrario. De alguna forma, aceptamos que son una buena razón, creencia, excusa para sentirse acompañado, permitir el ser acompañado, el ofrecer compañía y nada más. Así, se puede decir que la navidad -con fe o sin ella- bien vale una cena con personas cercanas o con las que fingimos cercanía por unos momentos y, permitirnos un rato de infancia disfrutando el romper un envoltorio para disfrutar ese regalo que deseábamos, que nos imaginábamos o los otros, los que nos producen la bella sonrisa de la sorpresa.

Frente a esta simple alegría compartida, ¿para que complicarnos la vida?, pues, disfrutemos con el otro, el que está cerca y que nos da la ilusión o las pruebas de sentirnos queridos. Acompañemos y nos dejemos acompañar y, sobre todo, aceptemos la ilusión de creer y hasta de asumir que esas alegrías simples son la sal de la vida y, valga decirlo, también el azúcar.
¡Feliz navidad!, dicen las tarjetas, los saludos y los carteles. Se me antoja leerlos con esa  historia de celebrar un nacimiento, de un niño
, sea por la fe o por la tradición. Pero un nacimiento siempre es una idea que nos une, es un simbolismo que nos permite compartir en paz una cena, procurando sentirnos cerca de alguien. Esto, sin dudas, bien vale la pena. Quizás por eso, renovamos siempre ese permiso que nos concedemos de sentirnos participes de una celebración que no siempre tiene algo de religioso, pero si mucho de nuestro mejor deseo como humanidad: el deseo ferviente que la vida merece la pena ser compartida con alegría.

Por eso, Feliz navidad con los mejores deseo de....eso lo dejo para ustedes. ¡Que cada uno elija los que mejor les sientan!

lunes, diciembre 07, 2015

Silencios

La vida está plena de silencios. Cohabitamos con ellos y ellos nos permiten universos. No hay como un silencio para definir encuentros, distancias, sentimientos, situaciones. Un silencio es, muchas veces, esa línea que separa lo imprescindible de lo innecesario. Una delgada línea que nos acerca a lo profundo de nosotros mismos y de los demás. Pero también puede ser, el silencio, un flagelo, el castigo brutal que no deja marcas pero desangra. Aquel que nos quita el aire, nos sumerge en la desesperación. 
Por ello silencio es, sin dudas, un arte difícil de manejar. Será porque el silencio es aquel prisma que permite que lo que lo atraviesa se convierta en tantas cosas. Un silencio es pacto, es entrega, es necesidad, es voluptuosidad y, en ocasiones, lo contrario; en su interior puede albergarse el frio de la distancia y la secreta intimidad que pocos elegidos pueden alcanzar.
Hay en el silencio espacio suficiente para manifestar con toda amplitud la virtud y el vicio; el pecado y la redención; el interés y el desprecio. Convive en su sutil arquitectura el diálogo y la negación del otro. No existe, quizás, algo que pueda hacer más esencial el compromiso con el otro que el uso consciente del silencio, en la medida que usarlo nunca acalla ninguna voz. Porque el silencio es válido cuando es decisión, cuando es manejo, cuando es libertad y cuando permite que su existencia sea también bálsamo para el otro y para uno. 
Dejemos que el silencio nos acompañe como una forma más de acercarnos al otro, nunca de alejarnos, de perdonarnos, recibiendo perdón, de permitir que sean la arquitectura donde los sonidos nos deleiten y nos permitan el lujo de estar acompañados.

martes, diciembre 01, 2015

Reacción


Soy hipoacusico. Así, ciertos sonidos, ciertas sutilezas y otras cuestiones musicales, no me han sido revelados, podríamos decir. Es decir, escucho menos que muchas personas. Esa dificultad en el oído produce efecto en muchas esferas, como varios pueden imaginar.
Esto implica que hay un pequeño universo al que no accedo. Un universo al que otros acceden sin tanta dificultad. Esa limitación, muy concreta, existe y forma parte de mi forma de percibir el mundo. Ahora bien, eso que está dentro de mi cotidiano no es, para muchos, algo ni evidente ni, en algunos casos, ni un problema. 
Pero lo cierto que, como dije, varias cosas de lo que los demás pueden decir o disfrutar, está realmente fuera de mi alcance auditivo. No se trata, en este caso, de “hacer un esfuerzo”, sino que ciertas cosas están fuera de mi capacidad fisiológica de escuchar. Es decir, por más que me digan que escuchen ciertos sonidos, varios de ellos se me escapan. Alguno de ellos muy altos para mis interlocutores. Me pueden pedir, por lo tanto, que escuche algo y no podré hacerlo. Esto independiente, en muchas ocasiones que el pedido ser hecho con mucho cariño, con mucho desprecio, con mucha bronca o con mucho amor. Esto, no es simplemente, sino que más allá de toda la intención de quien me exige, pide o ruegue que reaccione y escuché, en eso no podré reaccionar. Es más, aunque lo desee con toda el alma no podré hacerlo, porque hay ciertos sonidos que no existen para mi oído. 
Todos pueden ver, seguramente, como evidente lo que estoy diciendo. Lógicamente, porque las limitaciones físicas –la hipoacusia no tanto, por lo general tengo que anunciarla o mostrar mis audífonos-. siempre parecen más comprensibles que otras situaciones. Sobre todo aquellas que están ligadas al comportamiento. Como, por ejemplo, cuando frente a una persona deprimida le gritamos, le pedimos, le suplicamos, le rogamos, le insistimos en que reaccione y haga algo por nosotros o por el mundo y esa persona no reacciona. Este es uno de los ejemplos que podemos mostrar, de esta forma de no-reaccionar.
Es verdad que algunas personas tienen la capacidad de reaccionar y un buen sacudón es esencial para romper la inercia y conseguir el movimiento que uno desea. Esto no lo discutimos. A algunos les viene bien esa sacudida. Esto se puede notar en mi caso, por ejemplo, cuando en ciertos momentos prefiero no escuchar o, sobre todo, no hacer el esfuerzo para escuchar. 
Es decir que obviamente, hay veces que no puedo reaccionar, a veces que prefiero no reaccionar y otras que no sé reaccionar y, seguramente, otras que no me animo a reaccionar. ¿Qué debe hacer uno frente a eso? Sacudirme es una de las opciones. Eso es obvio. Como también lo es que no es una buena opción para todos los casos. 
¿Cómo elegimos que hacer? Conociendo al otro, uno estaría tentado a decir. En realidad, lo dinámico de las cosas hace que la respuesta no sea tan lineal. Creo, realmente, que muchas veces es necesario dos cosas: la primera acompañar al otro del modo que necesita y no del que pensamos que es mejor y, la segunda, saber que al elegir cualquiera de nuestras opciones podemos acertar y equivocarnos. Está bien que sea así en la medida que somos capaces de volver sobre nuestros pasos. Definitivamente, hacer reaccionar es mucho más fácil que acompañar al otro. Lo primero necesita, a veces, solamente nuestro dolor; lo segundo, exige siempre nuestra ternura.

miércoles, noviembre 25, 2015

Violencia contra la mujer


Esto lo escribí hace 4 años. Aún está vigente. Aún es tiempo de empezar a hacerlo de otro modo, más eficaz. Vamos por más, en este caso es un pedido necesario, impostergable. Vamos por más seguridad, vamos por más educación, vamos por equidad, vamos por más justicia. Vamos por más derechos Humanos vigentes activos.
Golpear a la mujer. Hacerlo como hábito, como constante, como norma, como inevitable, como lógico. Golpearla con la mano, con el pie, con objetos, con armas, con la palabra, con el menosprecio, con la inequidad. Golpearla con indiferencia, con saña, con alevosía, con excusas, con ira. Golpearla como hecho anodino, como forma de ser, como modalidad de relación. La base de toda esa violencia no radica en la naturaleza perversa de la humanidad, ni en el juego biológico de las hormonas, ni en desequilibrios bioquímicos. La base de esa violencia radica en una forma de considerar al otro. En el modo de construir nuestras relaciones con los demás, en la forma de plantear una educación.
25 de noviembre es un día. Sólo un día. Un día que debemos gritar que esa violencia que pasa todo el año debe parar. Un día que debemos tomar aire, conciencia y energía para que el trabajo de todo el año nos haga pensar que al año siguiente no será necesario este día, que alguna vez lograremos eliminar esta violencia. Si, sé, suena a utopía. Pero, recordemos, la utopía de un día, y el trabajo del resto del año. El trabajo constante y convencido que podemos cambiar las cosas.  Hoy tenemos el recurso indispensable para acercarnos a ello: la Educación Sexual Integral.
La Educación Sexual Integral es, sin lugar a dudas, uno de los recursos más poderosos, eficaces y decisivos contra la violencia de género. Es la posibilidad cierta que seamos capaces de avanzar a pasos seguros y a un buen ritmo hasta esa utopía. Implementarla en su conjunto, es más que una cuestión circunstancial es la necesidad imperiosa de nuestra sobrevivencia.
La implementación de la Educación sexual integral en los términos de la ley que la promueve es una llave que abre un futuro que todos y todas ansiamos. Aquel donde aprendemos a convivir con el otro, aprendemos a respetar al otro, somos firmes contra la lucha contra la violencia, la discriminación y los abusos. Aquel porvenir donde el placer –en su maravillosa acepción- está encarnado en nuestra realidad. Aquel destino donde la felicidad es una alternativa real para todos y todas. No nos demoremos, exijamos una Educación sexual Integral, la exijamos y la hagamos. Es, sin dudas, el camino cierto y univoco para lograr una sociedad sin violencia contra la mujer.

martes, noviembre 17, 2015

Fechas redondas

Solemos hacer balances en fechas redondas. Sea semanal, anual o, la mayoría de las veces, cuando pensamos que toca una fecha redonda. Como si fuese una suerte de límites imaginarios. Entre un tiempo y el otro. Imagínate, por un momento, si hoy 17 de noviembre de 2015 fuese tu cumpleaños y que festejarías 49 años. No tiene nada de redondo pero para ti, en esta ocasión, sería una fecha redonda. 
Un balance es un ejercicio sencillo en los números e injusto en la vida. Porque para hacerlo no evocamos todo, sino invocamos a las cosas por el estado de ánimo. Apelamos a nuestra memoria que mira hacia atrás, hacia las penumbras donde esta lo vivido. Nunca recordamos tanto, ni todo. Así nuestra mejor aliada para el balance, nuestra memoria nos recuerda cosas y, en ocasiones, estoy seguro, nos perdona. Con ello intentamos hacer una selección con las emociones como guía y el intento serio de permitirnos, por un momento ser capaces de ver las cosas con cierta distancia. Pero aún en el mejor de los casos pintamos un cuadro aquí y ahora de una vida en 3 D. No existe forma que todos los detalles aparezcan. ¿cómo hacerlo? Pues todos nos damos maña con lo que podemos. Reconstruimos una vida en un instante poniendo lustre a lo que nuestras emociones del momento refuerzan un poco más. No existe receta, solo formas de hacerlo. Yo, por mi parte, si tuviese que hacerlo, sé que en mi haber habría algunas cosas, que las pienso general porque son las que se podrían usar para todos.
Lo primero sería cuantas veces amamos y fuimos amados. Recordando siempre que el amor es un intento humano, por ello limitado por nuestro propio ser, de ofrecer lo mejor a alguien. De hacerlo combatiendo nuestras limitaciones, superando nuestros miedos, pretendiendo hacer lo mejor, lo más justo, lo más completo, lo más permanente, lo más intenso, lo más todo, para una persona en un momento dado y que se piensa como trascendente, eterno, infinito, aún sabiendo que es una utopía. El amor como esfuerzo para que un otro esté mejor un poco más por hacer compartido un momento, sea duradero o simple y también, valga, el que nos ofrecieron. Valga esto como todo lo amplio que implica el compartir la desnudez de los sentimientos y de las emociones. Valga desde ayudar hasta orgasmear. Valga desde lo completamente pasajero hasta aquello que soñamos que dura una vida entera
Lo segundo que pondría, obviamente, sería las veces que logramos hacer que la comedia humana sea perfecta. Valga decir que hicimos que las emociones representadas sintéticamente, por la risa y el llanto) de quienes estén a nuestro lado se puedan canalizar mejor. 
Lo tercero, de esta lista fugaz y limitada, es las veces que logramos compartir algo que nace simplemente de nuestro deseo de hacerlo. Una suerte de entrega con intención y dedicación. Aunque sea tan simple como un contacto fugaz pero que nos permite eso de "como muestra basta un botón". Ese gesto que nos ofrece la delicadeza de ver al otro como un igual al cual le ofrecemos un detalle. 
Lo último que agrego como quien hace una lista simple es lo que se refiere a cuanto nos sumergimos en el arte. Cuánta poesía nos permitimos, cuantas pinturas somos capaces de permitir que nos acaricien, cuanta música nos ha acariciado, cuanta danza nos ha elevado. Cuanto teatro nos ha contagiado.
No se me ocurre más o, tal vez si. Pero paremos aquí, por ahora. El resto depende de números y eso se hace cuando se quiere, sumas y restas y ves si tu saldo es positivo y negativo. no vale más que lo que vale, Pero la vida, la vida esa que nos ilumina es la que en definitiva importa estar parao.

domingo, agosto 23, 2015

Amamos



Amamos como podemos, ni siguiera como soñamos. Soñamos amar como el verbo, que alguna vez leímos, nos dice y, muchas veces, sólo lo hacemos como la carne consigue. En el medio acertamos y nos equivocamos con la obvia realidad de lo humano.
Amamos en nuestra mente evocando poesías, escritos, melodías y sueños. Pero amamos en la vida hilvanando gestos, silencios, palabras, miedos, confianzas, entrega, disponibilidad, ambiciones, capacidades, emociones, límites y todo lo demás que nos configura.
Amamos como somos y lo intentamos decir. Con los recursos que tenemos, que manejamos o aquellos que creemos que dan la talla. A veces, -maravillosa coincidencia- nos escuchan con esas mismas intenciones. Así, en ocasiones, nos traducen casi a la perfección lo que procuramos decir y, mágicamente, nos responden con la certeza de entender. Otras, quizás, sólo somos habitantes de una torres de babel donde subimos y bajamos procurando deshacer laberintos y no otra cosa. De un modo u otro vamos por la vida con ese intento. ¡Loado sea este peregrinar!
Amamos y nos aman (¡Ojalá!) A veces, eso dura esa eternidad que llamamos vida. Otras, simplemente nos equivocamos y pernoctamos en pequeñas atajos de los caminos principales. Pero siempre valga la intención y el intento, porque la humanidad toda lo necesita.
Amamos con lo que tenemos y, sobre todo, con lo que somos capaces de hacer con eso. Que nunca es toda nuestra capacidad, porque la vida es compleja y el encuentro es alquimia. Amamos con equivocaciones, con desatinos, con la amplitud que alcanzamos para ver más allá de nuestras narices y pensar lo que puede venir pero también con esas cegueras y fragilidades inscriptas en lo cotidiano.
Amamos, vaya que sí. No habría humanidad sin ello. Lo hacemos acertando y equivocándonos. Amamos renunciando al amor, en ocasiones; amamos procurándolo de forma adictiva. Amamos encontrándolo  por una supuesta jugada del azar. Pero sea como sea, importa que estemos avanzando y al hacerlo dispuestos a ello.
Amamos, porque estamos hechos de todo lo necesario para que esa empresa funcione, aunque fracase tantas veces en tantas personas. Tenemos cuerpo que nos habla de encuentro, tenemos emociones que nos habla de necesidades y sensibilidad, tenemos una soledad imposible que procura desde toda la eternidad y por siempre a otro constantemente.

Amamos porque somos humanos. Amamos aunque, a veces, nos duela; aunque nos fragilice, aunque no tenga el eco que buscamos. Lo hacemos porque sabemos, en definitiva, es nuestro sino.

viernes, agosto 14, 2015

Los aliados y los otros

Hay momentos en los que te das cuenta que te hace falta un aliado. Alguien que esté de tu parte de una forma clara y contundente. Una persona que sea capaz de aceptar y reconocer a los enemigos, a los adversarios, como también a tus miedos, las complicaciones específicas que tú ves en tu vida y, que al hacerlo, actúe de forma sinérgica contigo. Esa persona que no intenta exigirte un cambio de visión sino que procura escuchar tus lamentos, tus quejas, las situaciones que tú planteas como adversas, como difíciles, sin emitir juicio contrario sobre que esas sean tus verdades o tus delirios. 
Esa persona que te ayuda a leer la realidad de forma que te resulta aceptable en lo lógica del momento que te toca en suerte. Necesitamos esa persona, la que no nos cuestiona la negrura o blancura con que vemos las cosas. Son fundamentales para el frágil equilibrio que perseguimos siempre en esta vida. Los poderosos las compran, siempre tienen alguien que repite y da razones para todo lo que ellos puedan decir. Los que no tienen esos poderes se las rebuscan procurando ese individuo entre familiares, amigos, desconocidos o amantes. Personas que privilegian el cariño.
Sin dudas que la existencia de estas personas necesitan equilibrarse con, digamos de algún modo, “el polo opuesto”. Ese polo donde están las otras personas, las que son capaces de mostrarte que las cosas no son tal como estás diciendo. Esas que se esmeran en marcar que tu planteo tiene sus flaquezas. Las que se preocupan en mostrarte que, en realidad, algunos de tus adversarios no existen realmente. Esas personas que te critican, pero de frente y sin ánimos de tener la razón, sino de darte herramientas para que trabajes. En definitiva son las personas que te ofrecen coraje para enfrentar tus miedos, tus adversidades y tus deseos, también. En el caso de los poderosos eso es lo que hacen, o esperamos que hagan (infructuosamente en ocasiones) los que deben gestionar el uso del poder para que nunca caiga en abuso. En el caso de las otras personas, tú o yo, son esos amigos que nos cuestionan casi todo y que son agudos en las observaciones, aunque lo hagan de forma tosca. Pero, a diferencia del resto, son las   que siempre están, antes, durante y después de los cuestionamientos. Algunos de ellos adquieren la perfección de saber cuando decir y cuando callar, que acompañan sus decires y comentarios con una ternura que nos hace enojarnos con el error y no con las personas.
No creamos que sólo uno de estos dos tipos de amigos alcance para poder vivir. Siempre necesitamos los dos. Porque esas dos partes son imprescindibles para mantener el equilibrio que ansiamos. Siempre necesitamos los dos polos pues, toda estabilidad necesita, para aspirar al equilibrio, tener dos puntos donde apoyarse. 


Dos personas que están movidas por un sentimiento positivo hacia uno, una ternura indiscutible en su forma de mirarnos y en la certeza de procurarnos el bien.  Dos personas que no escatiman la posibilidad de comunicar contigo con la franqueza -el sentir que uno es sincero aún equivocándose- ya sea del sentimiento o de la razón. Pero siempre con la ternura que hace que el otro siempre esté protegido.

miércoles, julio 22, 2015

Recuerdos

De repente llegan. Aparecen en algún rincón o, a veces, con una fecha. Se cuelan por donde pueden y si tenes suerte, resaltan en detalles, en fotos, en lo que lo evoca. Así, un momento compartido hace tiempo, un gesto que te da una sonrisa, una palabra que llama, algo, cualquier cosa te hace que se haga presente.
Los recuerdos, no importa cuán fidedigno sean, están allí, toqueteando a las emociones. Se hacen presentes, porque están y están porque han tenido valor y lo siguen teniendo.

Recuerdos de un tiempo anterior, ya pasado, quizás; Simples formas de escamotearle un poco a esa ausencia que aparece constante y dura. Los recuerdos son el lujo que nos damos quienes hemos vivido.
Hay días, en lo que importa saber es que los recuerdos invocan a momentos compartidos. Porque hay días que sólo necesitamos eso, recuerdos que nos hablen de lo que supimos hacer con el otro, de lo que logramos vivir. Así, las vivencias convertidas en recuerdos son una suerte de bálsamo que, aunque sea un poco, nos alivia de esa ausencia que nos inunda. 
Por eso, esas imágenes que te abrazan, te hablan y se callan, son más que un homenaje, es la forma que tenemos, en ocasiones, de sentirnos que, aunque por un segundo, estamos acompañados, en la necesidad de presencia que tenemos.

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Va por ti, este 22 de julio 

lunes, julio 20, 2015

Amistad


Pocas cosas son tan necesarias y, al mismo tiempo, tan bastardeada como la amistad. La base de la amistad radica en la fragilidad compartida, sin alardes ni miedos; en la solidaridad comprometida, en la alegría potenciada y en la tristeza disminuida. En la sensación real que de un alguien que puede darnos una mano, o quizás no, pero lo intentará.  Quizás por eso, siempre se insiste que son pocos, por más que tengamos muchas relaciones amistosas. Es decir, pocos de los muchos que pueden decirte “feliz día, amigo”, son realmente esos amigos que uno atesora, necesita, busca, encuentra y siente como tal.
La vida, como camino que es, nos lleva a tantos lados, aún sin salir del terruño y por ello, nos aleja, nos acerca de tantas personas que van cambiando sus maneras de encontrarse, de acompañarse, de sentirse. Pero algunos, pocos, se mantienen de un modo tan real y dispuesto como es necesario.
Nunca serán muchos los amigos que podemos tener, pero que los hay los hay, eso sin dudas. Así que porque eso es tan real y concreto para cada uno, hoy es un buen día para un gesto, que simplemente actualiza los miles de otros gestos que tenemos cada día. Así que quizás, allí está la diferencia. Tu amigo es aquel con el que has tenido un gesto –de pensamiento, acción o lo que fuera- muchas veces en este último año y que hoy simplemente lo actualizas. El resto, esas relaciones amistosas que podemos tener, el sentirnos en la ola de “afectos” potenciados por la publicidad del día, le sonriamos con la delicadeza de desear que, ojalá, ellos también tengan su amigo, su amiga para celebrar o simplemente para estar, o, quizás, para evocar porque alguna de las distancias posibles se metió en el medio hoy.

Así que si, feliz día, amigos

sábado, julio 11, 2015

Sexo



El sexo como simple hecho de procurar el placer y encontrarlo, en ocasiones. El sexo como actividad humana. Si, sé, los animales lo practican también. Pero la diferencia está allí, siempre. Es solamente nuestra especie, la humana, quien puede darse el lujo de escribir sobre el sexo; de imaginarlo, de soñarlo, de leerlo, de reproducirlo en detalles y usar toda el abanico de las emociones para hacer que sea, esa experiencia, una instancia particular o anodina.
Me corrijo, entonces, el sexo como sólo los seres humanos podemos hacerlo. Desde la simple descarga funcional hasta aquel tejido en sentimientos y expuesto en gestos. El sexo como encuentro, como distancia, como bronca, como recuerdo, como tatuaje, como oda, como llanto, como descubrimiento, como aventura, como ritual sagrado, como entrega, como despedida, como juego, como desesperanza, como lo que fuera. Sólo nosotros, los humanos somos capaces de hacer los mismos gestos, la misma actividad, infinita cantidad de veces y, al mismo tiempo, dotarla de un sentido diferente, personal, propio, único cuando queremos.
Lo curioso, es que podemos hacer del sexo, una actividad compartida, una actividad solitaria y una actividad de personas que están juntas, aún sin encontrarse. Por ello, nómades somos de cuerpos y pieles, de labios, de gestos, de genitales expuestos, de lujuria, lasciva y amor. Porque el sexo también es utilizado por el amor, como un lenguaje preciso, real y sincero (¡Bendito sea por eso!)

Por ello, no dudemos en hablar el lenguaje del sexo, de pulirlo como si fuese una artesanía, de buscarlo como si fuera necesario, de desearlo como si fuera un lujo, de pretenderlo como si fuese ambición, de amarlo como si fuera encuentro único. Tal vez, si nos dedicamos un poco más a ello, quizás, sólo quizás, podamos hacer de este mundo un lugar un poco mejor. 

miércoles, julio 08, 2015

Equivocarse hablando

Equivocarse en las ideas, pero exponerlas libremente. Errar de cabo a rabo cuando se habla y ser refutado con explicaciones racionales. Dejar la posibilidad que aún lo extremista sea posible desarticularlo con argumentaciones. Poder decir lo imposible y listo. Esto es lo que debemos perseguir. A veces nos olvidamos que eso es la base de la libertad.
Desearíamos que la gente no piense ciertas cosas, es verdad. Pero la censura no es la opción para cambiar y adecuar nuestra sociedad a lo que deseamos que piense. La historia lo ha probado largamente.
Decir algo y ser responsable de lo dicho pero nunca ser responsable por haber pensado eso. Esto, que parece un contrasentido, es la base de nuestra libertad. La ley tiene una figura que es muy importante, la apología del delito. Esto es lo que hace que uno sea responsable de lo que dice y deba asumir sus consecuencias. Pero nunca debemos olvidar que pensar es el recurso humano por excelencia. La capacidad de abstracción y de construcción de realidades nuevas. Porque pensando aún equivocado y, continuando a pensar, podemos corregirnos.
Esto implica que la acción de escuchar una idea que es errónea para nosotros es, en realidad, un arte. Es una forma de construir futuro, a pesar que la idea sea contraria a nuestro pensamiento, o quizás, sobre todo por ello. Así lo considero pues, las ideas altamente extremistas a nuestras posiciones, aquellas que son profanas según nuestra creencia, las otras, las que son opuestas a los principios más inquebrantables que sostenemos, todas ellas se desnudan en sus contenidos en la conversación. De ese modo, si mantenemos la mente abierta, cosa altamente difícil en nuestros días, podremos encontrar, racionalmente, las redes donde se construye ese pensamiento que consideramos negativos y desarrollar los argumentos para rebatir lo que consideramos equivocado y, quizás, con suerte, construir mejor todo.

Mantener la mente abierta, decía, es altamente difícil en nuestros días. Esto se puede constatar con la actitud beligerante que se toma frente a la cantidad de cosas que “no se pueden decir”. Los discursos políticamente correctos se han multiplicado, sin embargo, éstos no se acompañan de actos en el mismo sentido. Todos sabemos que decir no es un problema, es, muchas veces, hasta demasiado fácil. Pero también sabemos que lo que afecta a los seres humanos es lo que hacemos, generalmente. Si, podrán decir que por algún lado se debe comenzar. Pues comencemos por enfrentar ideas con ideas para ofrecer herramientas intelectuales ciertas a los que deben ser orientados en el futuro. Eso es educación. Aquello que siempre decimos que es fundamental y que no siempre le ponemos el empeño que lo fundamental exige.
Si digo algo contrario a lo que tú piensas y tu reacción es algún tipo de violencia contra mi o contra lo que se supone que puede ser importante para mi no estás adelantando en nada. Estás produciendo un efecto aún más negativo.
Mal camino hemos tomado si el hablar no es posible, si las ideas, aún las que no nos gustan o las que consideramos erróneas no se pueden exponer. Hemos perdido el único objetivo que nos puede conducir hacia la verdadera perfección: que la comunicación, como ideal humano, sea posible.
Que los discursos nunca apaguen a la palabra es el verdadero y, personalmente, único mandato revolucionario que nuestra humanidad precisa. 
El resto sólo son estrategias de los poderosos para mantener sus poderíos y que algunos aceptan creyéndose idealistas y no lo que verdaderamente son: estúpidos ingenuos.

martes, julio 07, 2015

Conversaciones viciadas


Ciertas conversaciones, inevitablemente, se vician en algún momento. Al hacerlo parece imposible recomponer las cosas. Se transforman en puntos de no retorno. Se convierten en infiernos dialécticos. Es como si el prejuicio se instalase como una evidencia permanente y tenaz. Así, ya no se escucha lo que el otro dice, sino que ya “oímos” nuestra interpretación de lo que va a decir. Entonces, sólo queda el enfrentamiento como norma y es así que nos encontramos forzados o forzadores en esas conversaciones. Conversaciones que están condenadas a tener puntos de roce tan fuertes que lo lógico es que terminen siempre en choques agresivos, sea el tema que fuera: cuestiones ideológicas, hechos discursivos, temas políticos, problemas familiares, situaciones climáticas, opiniones artísticas, vivencias contadas, y todo tema que se pueda conversar. En realidad, el tema deja de ser importante al convertirse, únicamente, en un camino, una “excusa”, que conduce, invariablemente, a la discusión agresiva.
El problema es que cada uno, ya contrincantes, piensan que están dando una nueva oportunidad al otro cuando recomienzan la conversación. Esto lo creen, pues siempre recomienzan, hasta con el propósito firme de no discutir. Este es otro dato altamente curioso (se hacen espacios en el tiempo, pero se vuelve a la “conversación” con esa persona). Los dos creen que esa nueva conversación les permitirá torcer la historia, aunque en el fondo están buscando siempre nuevos argumentos que le otorguen la razón y, de ese modo, certificar que la otra persona es como uno cree que es: completamente diferente de uno, con una incompatibilidad ideológica comprobada, casi científicamente. Así, nuestras diferencias no son fruto de mi ceguera sino de cuestiones casi “genéticas”. Esto nos impide ser intolerantes, solo respondemos al sino de la “naturaleza” y “tranquilos” de haber hecho el mejor esfuerzo para revertir la cuestión. Así pensamos cuando en realidad nunca nos preguntamos sobre nuestra incapacidad, nuestra ceguera, nuestra incoherencia, nuestra limitación, nuestros miedos frente a lo que el otro pueda decirnos.

Después, y como si no tuviésemos ninguna responsabilidad, nos preguntamos incrédulos sobre las razones porque el mundo no funciona cuando todos afirmamos que “hablando se entiende la gente”.


jueves, julio 02, 2015

Deseos para la vida

Crear paraísos donde existe humanidad.
Descubrir verdes y hacerlos esperanzas
Pintar arco iris con gotas de sol y corazón.
Desafiar la gravedad con la viveza del gesto
Ejecutar acordes con la ilusión de los sones
que salen de adentro y se imaginan música.
Soñar bien despierto en horizontes cercanos,
siempre amplios de amistades y sentimient
os.

Saltar en juegos y liberar a la risa contenida.
Respirar y guardar el aire, capricho y alegría.
Inventar pucheros con las pompas de jabón.
Creer en infancia, en sonrisas de boca llena,
en la ternura de los amaneceres compartidos,
en desear con las manos abiertas y dispuestas.
Pensar en inocente y transformarlo en lealtad.
Deambular entre los juegos y soñar en libertad.
Nombrar a los monstruos y desafiar los miedos.
Ser niños en los gestos para hacerlos en alegría
y adultos en los sentimientos para sentir al otro.

(Valga como ambición, deseo, esperanza y trabajo)

martes, junio 30, 2015

Hipótesis sobre el amor




 El amor eterno es una de ambiciones que tenemos los seres humanos. Parte de nuestra cultura se basa en esa posibilidad. Hacemos rituales donde lo exponemos como un logro adquirido y no solamente como probable. Luego, en ocasiones cada vez más habituales, los vínculos desaparecen y no en pocas situaciones lo hacen con comportamientos que muestra todo lo opuesto al amor que pregonamos. El amor eterno termina durando lo que dura un idilio romántico, una aventura fugaz o, quizás, un parte importante de la vida pero lo cierto que la eternidad añorada queda acotado entre un comienzo pleno y un final de pena.
Frente a ello me pregunto: ¿existe el amor eterno? Si, muchos afirmarán a boca de jarro que sí. Aun aceptando que sea así, está claro que no siempre el ser humano acierta cuando dice que es un amor eterno. La historia general y la cotidiana lo prueban. Entonces, cabe una segunda pregunta: ¿nos equivocamos, nos mentimos o simplemente somos tan ingenuos?
Es decir, ¿realmente sabemos que un amor, aun el más profundo y único será eterno o le ponemos el título porque “queda lindo”? Personalmente creo que un amor puede ser eterno tanto como creo que no es tan común. Que la mayoría de las personas dicen que un amor es eterno mucho antes que realmente puedan saberlo. Como también creo que es paradójico pero real que, en ocasiones, muchas  de las relaciones que duran una vida no incluyen el amor para que dure y que otras relaciones, aparentemente pasajeras, se mantienen vivas por un amor que no tuvo oportunidad de demostrar su existencia.
Si, creamos en el amor eterno como una opción humana pero nos conformemos con el aún vigente verso de Vinicius de Moraes (1960), en su soneto de la “fidelidade”: Eu possa me dizer do amor (que tive):/ Que não seja imortal, posto que é chama /Mas que seja infinito enquanto dure.

Si pensamos así, tal vez, logremos hacer que la magia dure el tiempo suficiente para disfrutarla cada día, para encenderla muchas noches y para vivirla en tantos momentos.

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