También recuerden lo elemental: el día de San Valentín es un día donde está buenísimo permitirse hasta los tontamente llamados “prohibidos”, como también es de una total obviedad que las parejas son mejores cuando se concretan en momentos compartidos, con vínculos consolidados, con diálogos constantes, con certezas discutidas, o sea, cuando son la consecuencia de intimidad vivida positivamente durante mucho más que un día, con tendencia a hacerlo de forma fluida y permanente, lo que hace, en definitiva, que sea más fácil vivir experiencias más placenteras y plenas en un día en prticular.
Por eso
está buenísimo quien en San Valentín cada cual esté con quien quieras o pueda,
pero luego –como dicen habitualmente- siempre hay que quedarse con quien quiere
tu presencia aún en la ausencia, aquella persona que crea que hay algo bueno,
necesario y placentero en compartir contigo lo excepcional (un día de San
Valentín, con toda la comparsa), pero también lo que se conoce como la rutina.
Esa persona que sepa que al placer se llega mejor desde la disposición y la
dedicación y, comprenda que la ternura parece aire porque es imprescindible
siempre, no sólo en el polvo mágico, sino cuando “no, porque hoy me duele la
cabeza”.
O sea, es
bien simple: Hoy, ojalá, cada uno pueda disfrutar el secreto elogio al placer
escondido en un mito urbano, hacerlo como se pueda, pero recordar el valor de
la persona que siempre quieres ver, porque por allí, quizás las cosas tengan
sentido de otro modo.
14-2-2025
Francisco
Viola. Elucubraciones nómadas (Inédito).
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