Disentir implica necesariamente la presencia de dos posiciones diferentes sobre algún punto. Sean estas diferencias sobre formas o fondo de la cuestión, implica que, de forma equivocada o con matices, la realidad puede ser vista de otro modo que el que estoy viéndola. No pretendo en estas líneas definir lo que es verdad o mentira y si existen posiciones que son inaceptables desde cualquier punto de vista racional (agrego, si creo que existen posiciones que no deberían ser defendidas bajo ningún punto de vista. Cito, por ejemplo, la pedofilia, el genocidio, la corrupción, el abuso sexual).
Lo que estas palabras pretenden mostrar y defender es que la capacidad de disenso es una herramienta excesivamente valiosa que se tiene para construir algo mejor y que percibo que la desaprovechamos permanentemente.
Disentir es mucho más que estar en contra, es permitirnos la posibilidad de ser humanos, que implica tanto acertar en nuestras interpretaciones como errar, pero que, envuelve, maravillosamente, la capacidad de rectificar y avanzar aún mas. Sólo porque existe el disenso somos capaces de construir mejor una relación sea personal o colectiva.
Sería bueno pensar que tenemos que desconfiar seriamente de todas aquellas personas que culpen al disenso de todos los males, que ejecuten, por los medios arteros o por la palabra, a quienes disientan de sus palabras. Desconfiemos porque esas personas están perjudicando la posibilidad de avanzar en la superación de nuestras limitaciones.
Disentir es un arte que es muy difícil de manejar. Quizás tan difícil como fundamental para la construcción de una relación y una sociedad justa, eficiente, creativa, inclusiva, equitativa y libre. El tiempo que demoramos en desarrollar el arte de disentir es el tiempo que mide nuestro atraso.
Miércoles, 04 de Abril de 2007