
Soy
hipoacusico. Es decir que tengo una discapacidad. No escucho bien y sé que eso
me ha privado de algunas cosas. Es una realidad descriptiva. Soy, además un ser
sexuado y como tal, confieso, me gusta el sexo y lo puedo disfrutar. También es
descriptivo. Ahora bien, cuando se combinan estas dos realidades aparece una
dificultad: no siempre escucho, por ejemplo, lo que me pueden decir en la
intimidad. Pero, no obstante, con hipoacusia y todo, puedo disfrutar la vida
sexual si se da la oportunidad. Algo tan obvio como humano. Disfrutamos con los
sentidos que tenemos, no con las carencias. Disfrutamos con las posibilidades
que desarrollamos, no con las que nos faltan. Algo tan evidente como que mi
discapacidad no impide ni el deseo, ni la actividad, ni el placer. ¿Porque
estas obviedades? Podrían preguntar. Pues la respuesta es simple: La relación
entre discapacidad y sexualidad ha sido ignorada, maltratada, condicionada,
limitada, estigmatizada, imposibilitada, silenciada muchísimo tiempo y, por más
que hoy hay voces, pedidos, exigencias, intenciones, motivaciones, acciones,
leyes y compromisos, aún sigue siendo un tema que nos cuesta ya que aún genera
una controversia, independiente de lo que diga la ciencia. Por ello, vamos con algunas
aclaraciones.
A] La
sexualidad es una cualidad humana irrenunciable porque forma parte de su
identidad que se manifiesta de varios modos. Es decir, podemos renunciar a
tener actividades sexuales, como decisión propia pero no dejaremos de ser sexuados
nunca. Este es el punto capital para pensar la asociación de la sexualidad con
cualquier contingencia humana, sea natural (edad), adquirida tanto por herencia
o por circunstancia circunstancia (discapacidad o alguna enfermedad –que no son
lo mismo). La sexualidad siempre está presente.

B] La
vida sexual activa es una de las posibilidades ciertas para todo ser humano que
permite una mejor calidad de vida ya que genera bienestar, entre otros
beneficios. ¿Esto hace que estemos obligados a la actividad sexual? Obviamente
no. Señalemos que eso es una decisión personal, no podemos imponerla como
conducta (es más, el hacerlo es un delito). Pero es lógico que todo ser humano pueda
querer tenerla, porque el deseo por la actividad sexual existe. A lo largo de la
historia se sostuvo, contrario a la verdad, que las personas con discapacidad no
querían y/o no debían tener interés
sexual, por eso hemos actuado de modo injustificadamente restrictivo,
ilógicamente condenatorio, excesivamente paternalista y absurdamente
anticientífico. Lo que, sobre todo, ha hecho que neguemos que las personas con
alguna discapacidad tengan derecho a ser todo lo humano que son.
Frente
a lo dicho tenemos tres cuestiones a pensar y hacer:
1- A nivel social como hacemos para
fomentar que la sexualidad y discapacidad se la favorezca positivamente. En
este punto entra en juego las leyes que van a favor de la autonomía de las
personas, la protección de las mismas y los recursos que se consideran
necesarios implementar para que las personas con discapacidad puedan disfrutar
de la vida sexual. Un punto importante en esto es establecer un sistema de
protección ante la violencia que puede aparecer en este grupo en particular.
2-
A nivel familiar: La pregunta clave
a hacernos es ¿cómo hacemos frente a la inquietud que genera que alguien que
tenga una discapacidad cualquiera, pueda vivir la vida en todas sus
dimensiones? Se puede comprender dos cosas: que la familia se preocupe por
eventos o situaciones en las cuales quien tiene una discapacidad se exponga es
lógico y que sabemos que la vida sexual, como la vida relacional, siempre son
un constante carrusel de situaciones. Pero no por eso la evitamos, sino que
aprendemos a tener los cuidados y a desarrollar actividades a favor. Aquí entra
el rol de la educación sexual integral, también frente a la discapacidad y
frente a quienes conviven con personas con esa situación.
3- A nivel relacional. La pregunta
básica sería ¿Cómo vemos a quien tenemos al frente? ¿Esa persona que nos genera
inquietud por lo que le pasa, como nos afecta? ¿Nos genera preocupación, miedo,
ansiedad u otras cosas? Esto, básicamente tiene que ver como manejamos lo que
es diferente, la diversidad, lo no formateado según nuestras ideas.
Resumiendo: la discapacidad no
elimina el deseo de una vida sexual. Existe y es importante. Tener inquietudes
sobre eso es normal porque no sabemos y, entonces, hagamos lo que hacemos
cuando no sabemos, aprendemos y no simplificamos la realidad con estereotipos,
mitos y mentiras. Porque como seres humanos nos merecemos siempre ser más
humano y contemplar al otro, en sus necesidades y sus posibilidades, con el más
completo respeto, con la convicción de sus derechos y con la intención del
bienestar.