Mundial de la Salud (OMS) define a envejecer como el "proceso fisiológico que comienza en la concepción y ocasiona cambios en las características de las especies durante todo el ciclo de la vida; esos cambios producen una limitación de la adaptabilidad del organismo en relación con el medio. Los ritmos a que estos cambios se producen en los diversos órganos de un mismo individuo o en distintos individuos no son iguales”. Es decir que hay dos cosas que señalemos como claves: cada cual envejece de modo diferentes y lo más importante, envejecer no nos quita esencia, sino, lo máximo que puede hacer es generar limitaciones y, muchas veces adaptaciones a lo nuevo. Agreguemos como dato que según las Naciones Unidad en 2030 habrá más mayores de 60 años que menores de 15 en América Latina.
Ahora bien, en relación a lo que nos toca, la vida
sexual, el ser humano cuando envejece también debe, en ocasiones, adaptar su
ritmo a la edad. Pero, no hay razón para que la vida sexual no continúe si uno
tiene la intención. Valga decir una obviedad más: esto implica que los seres
humanos viejos también desean, hacen y disfrutan la vida sexual o, siendo
correctos, pueden hacerlo e idealmente, deberían hacerlo por sus múltiples
beneficios, porque, sin importar la edad, las personas podemos desear tener
sexo y disfrutarlo. Esa maravillosa cualidad humana es permanente: ¡qué
maravilla la máquina humana! Podemos afirmar, aunque parezca reduccionista.
Sin embargo, hay varios factores que pueden afectar
la vida sexual con la edad: cambios físicos obvios que muchas personas tienen
por la edad. Además, nuestros cuerpos cambian y la mayoría de las veces no se
asocian con la imagen que la sociedad dice de cómo deben lucir los cuerpos para
ser deseables. Esta
distorsión afecta la autoimagen y, por ende, la autoestima,
lo que puede limitar los contactos. Además, hay cambios metabólicos que pueden
perjudicar el rendimiento sexual. La buena nueva es que hoy existen propuestas terapéuticas
que pueden contribuir a que eso mejore. Pero tiene el potencial limitante
clave, se debe consultar. Eso significa que la persona adulta debe asumir que
desea tener actividad sexual, en una sociedad que solapadamente decimos que
esas personas son “asexuadas”. ¡Minga que lo son!, no poder decir que uno es
sexuado y deseante no es no serlo ni tampoco no desear. También, señalemos hay
situaciones médicas que dificultan la vida sexual, sea patologías (como
artritis y artrosis, el dolor crónico, prolapsos vaginales, hipotiroidismo entre
otras. Como también la necesaria ingesta de varios medicamentos que pueden afectar
la respuesta humana. Pero para ello, la solución sigue siendo la misma, asumir
que se quiere tener la vida sexual, consultar sobre ello y ver las
posibilidades reales que tenemos para, dentro de un abanico muy grande de
opciones, disfrutar.
Lo otro que es un limitante es lo social que, muchos
lo saben, nos cuesta ver, reconocer y actuar. Eso nace, sin dudas de la
creencia, ya mencionada, de la a-sexualidad de los adultos mayores. Pero
comprendamos que esa simplicidad conceptual la hacemos porque nos resuelve la
vida, pero se opone totalmente a la realidad y por más que lo digamos y lo
repitamos, no es así. Las personas somos sexuadas siempre y por lo tanto
siempre podemos desear y vivir la vida sexual.
Esta perogrullada es importante porque genera una
evidencia esencial, el envejecimiento mejora en la medida que desarrollamos los
recursos en la vida para poder vivir mejor cada vez, sea en lo más tangible (la
jubilación, el estado de salud, por citar ejemplos) como también en lo que
parece menos tangible pero que es más importante: lo vincular, la intimidad y
el placer. No aprendemos a ser viejos, aprendemos a adaptarnos porque
identificamos núcleos esenciales de vital importancia, como también la
importancia vital que tiene las actividades lúdicas, la intimidad y el placer. El
camino sigue siendo el mismo siempre: autoconocimiento, priorizar lo
importante, aceptar las posibles limitaciones, adaptarse y apoyarse en lo
necesario y zambullirse en el lujo humano del placer. Entonces, como diría el
viejo Tato: ¡Good show!, hasta que la muerte nos separe del placer.
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