La intimidad es una eternidad concentrada en un instante. Dura lo que
dura. No más que ello, ni menos. Dado que la intimidad es acción, sería un
verbo, pero que sólo se conjuga en presente. La intimidad es “aquí y ahora”. No
existe intimidad en pasado ni en futuro, por ello no sería ni promesa, ni
recuerdo. Hago una sutil observación sobre esto: toda intimidad nace teñida con
los colores de las otras intimidades vividas, pero nunca es una reproducción y,
valga decir, toda intimidad vivida alimenta el deseo de una nueva intimidad a
vivir. Pero no confundirse, es sólo presente, porque la intimidad se la vive.
A la intimidad me gusta definirla como ese momento compartido donde la
desnudez alcanza un nivel superlativo de humanidad. Cualquier desnudez, puesto
que la intimidad es exhibir la fragilidad para descubrir la fortaleza de
sentirse protegida. Aun siendo pasajera, aun siendo circunstancial, la intimidad
nos revela naturalmente.
Hay personas que tienen la capacidad de generar desnudez y otras que
tienen la capacidad de crear las condiciones para la intimidad. Fabuloso cuando
van junto pero sabiendo que son dos cosas diferentes. Ni siquiera complementario,
lo que no quita que es sublime cuando están juntos.
Quizás por ello creo que nunca se debe renunciar a la posibilidad de
compartir intimidad, nunca jamás se debe intentar hacerlo. Sin embargo, la
madurez del espíritu surge cuando aprendemos como protegernos, sin escondernos,
como disfrutarla sin tomar riesgos, como producirla sin pagar cualquier precio.
Desarrollar intimidad sólo es posible porque nuestra humanidad está
hecha para el encuentro, desde la alteridad inevitable. Comprenderlo es hacer
un paso más en nuestra evolución. Dentro de esa intimidad, obviamente, tiene un
lugar especial –o debería tenerlo- aquella en la que lo sexual forma parte de
ese espacio que creamos. La intimidad sexual es ese pequeño lujo que nos
podemos permitir como especie y que depende solamente de la cualidad más
importante que tenemos a nivel sexual: la capacidad de consentir, que es una
acción que surge de la habilidad de aceptar lo que deseamos, enunciando lo que
queremos y disfrutando lo que sentimos.
Una vez que el consentimiento actúa y nos permitimos la intimidad por
esa vía debemos comprender que aparece la necesidad imperiosa de la
comunicación. Porque en la intimidad sexual, uno es el guía adecuado para la
otra persona. Nadie en el mundo sabe más de su propio cuerpo, de sus
sensaciones, de lo que disfruta que uno mismo. Pero allí surge el nexo
esencial: la capacidad de comunicar con palabras y gestos, con la mayor
claridad lo que nos gusta y no nos gusta en esa intimidad sexual. Sobre eso
aparece el tercer factor clave: como nos permitirnos descubrir nuevos senderos
pudiendo dejar que nuestro deseo se materialice en fantasías sexuales, que no
es otra cosa que relatos que contamos porque nos produce sensaciones
placenteras y estimula nuestra excitación. Nota aclaratoria importante: las
fantasías no siempre son para ser realizadas, algunas cumplen su función sólo
por ser dichas. La palabra es también un útil de excitación.
El punto importante, obvio, pero que debemos recordar es que esa
intimidad incluye la desnudez, donde se expanden, se viven, se concretan las
sensaciones. Esto nos recuerda que la desnudez es de nuestro propio cuerpo, por
lo tanto, aprendamos a conocer esa desnudez, asumirla como una necesaria
realidad y, principalmente, a apreciarla en sus infinitas formas.
Al final hemos construido un pequeño manual de lo obvio: la intimidad
sólo es posible, porque, en primer lugar, somos capaces de aceptar que tenemos
un cuerpo, que conocemos y descubrimos, que apreciamos y cuidamos; en segundo
lugar, porque somos capaces de valorar la intimidad y decidirnos a tenerla, lo
que sólo surge porque tenemos el poder de consentir, como acto personal, incuestionable
e imprescindible; en tercer lugar porque aprendemos a comunicar que no es más
que escucharnos, escuchar y decir lo más cercano y preciso, lo que deseamos,
sentimos y queremos.
La intimidad, incluida la sexual, estoy seguro es un seguro para que
nuestra vida no sólo sea satisfactoria, sino lo que ambicionamos, una creación
excelsa.
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