Por las pequeñas y obvias circunstancias de dar clases, generar debates y recibir opiniones escucho cosas que me generan estímulos para reflexionar. En ocasiones, eso me sirve para volcarlas en un papel a las ideas, como una suerte de reacción y un símil de diálogo, porque mis ideas las publico de algún modo y, por ello, son susceptibles de ser contestadas. No son, por lógica humana, una verdad, sino una perspectiva en construcción.
Sin
embargo, me pareció –asumo mi interpretación, no es, necesariamente, lo que dijeron- un ejemplo más
de esta exageración de las épocas, donde hay cosas que no deben decirse, traducido: ciertas palabras no deben usarse por el supuesto efecto de lápida que producen. No voy a
negar, lo que defiendo siempre, que las palabras tienen un valor, que no
siempre le damos. Por eso, obviamente, hay que ser cuidadosos con el uso de las
palabras, ya que es un camino que siempre ayuda, empodera y genera bienestar. Entonces, ¿Qué estoy diciendo?
Por ello, vengo con este elogio del fracaso. Un fracaso tiene, según la
RAE, los siguientes sinónimos: fiasco, malogro, derrota, chasco, decepción, naufragio.
El fracaso es, por lógica, una posibilidad que surge de hacer algo, de navegar,
de intentar, de competir, de jugar, de apostar, de tener expectativa, de pensar
en esperanza. El fracaso no es más que parte del camino de la vida y cuando
pasa, lo lógico es que nos afecte, nos duela, nos entristezca, nos genere una
sensación amarga. Eso podemos sentir en nuestro foro interior. Que alguien
venga a decirme que no fue fracaso, parece loable, pero no quita la vivencia de
tal. Que alguien me diga frente a eso que siento, lo entiendo, te acompaño en
el mal trago y aquí estoy para cuando quieras seguir el camino me parece
sanador. Sí, eso, sanador, porque nos brinda la posibilidad real que el fracaso
que, si existió en ciertos casos, sea parte del pasado y no una mochila del
presente. No pretendo con esto hacer “hurras” por el fracaso, sino comprender
que la vida real es la que nos pasa con todo lo que nos pasa. Que acompañar a
alguien es difícil porque, en ocasiones, hay que poner el pecho a las balas y
aceptar que sentirse mal, a veces, es algo que surge y que cuando eso sucede,
necesitamos, sobre todo, alguien que nos acompañe, nos permita decir las cosas
sin filtro, sentir lo que debemos, podemos o queremos sentir y, con todo eso en
el medio, mostrarles que estamos allí, para que cuando esa persona quiere, se
puede avanzar.
No vamos a dejar fracasar por no usar la palabra, no vamos a sentir el
fracaso como algo real y doloroso por no usar esa palabra. Entonces, seamos
testigos preferenciales y colaboradores eficaces y presentes para que
cualquiera haga con su fracaso un aprendizaje, una mejora, un duelo, si hace
falta, y, luego, sacudirse e intentar nuevamente.
PD: buscando imágenes para ilustrar este texto, encontré muchos textos que hablan del fracaso en el sentido que estoy hablando. No somos originales en las ideas, a veces, sólo logramos decirlas de un modo que llegue a alguna persona más.
https://revistasantiago.cl/historia/los-contornos-del-fracaso/
https://diariodepaz.com/2017/09/06/lo-que-nos-ensena-el-fracaso-por-que-fracasar-no-es-ser-un-perdedor/
https://www.ruletarusa.mx/historiasrr/reivindicacion-del-fracaso/
Hasta un libro que se llama Glosario del fracaso, editado por Valerio Rocco.
Es así nuestro camino en la vida...con éxitos y caídas (fracasos) lo importante es seguir...
ResponderBorrarAsi es, o intentarlo seriamente. Gracias por comentar.
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