Frank Sinatra entronizo la canción “My way” como una suerte de balance que las personas suelen hacer en cierto momento. Esa canción está basada en una francesa de 1967 «Comme d'habitude», escrita por Claude François y Jacques Revaux: Sin embargo, la letra fue modificada por Paul Anka, que es la que inmortalizó Sinatra y que en español se conoce como “A mi manera”. Gusta tanto porque es lo que pasa cuando, en algún momento de tu vida, miras para atrás lo realizado y decides revisar tus cuentas. Aunque esta canción, como la inolvidable “Je ne regrette rien” (No lamento nada) de la maravillosa Edith Piaf, muestra la idea que no hay que lamentarse mucho. Creo que, aunque que el camino hecho vale por haberlo hecho, la gente siempre tiene –o debería tener- algún reproche que hacerse. Algo que podríamos haber mejorado. Pero, el concepto no pasa por no equivocarse, sino por el tiempo que demoramos en darnos cuenta del error y, cuando se puede, como hacemos para repararlo, de algún modo.
En estas
épocas que “auditar” está siendo una línea divisoria importante, creo que cada
tanto está bueno hacer una auditoría personal. Una en la que no nos mentimos,
aunque tampoco, nos exigimos lo imposible (léase “no nos castigamos”). Atención,
sepamos que no podemos hacer una verdadera auditoría sobre la vida, porque
nuestra vida es una suma irracional de hechos objetivos que vemos
subjetivamente, de vivencias muy personales y de sensibilidades que varían con
el tiempo, las circunstancias y las compañías. Por eso, sólo utilizo la idea de
auditoría como una metáfora para ver nuestro propio proceso de verificación del
cumplimiento de nuestras ideas, de nuestros sueños, de nuestra ambición, de
nuestras metas, de nuestras relaciones y, sobre todo, donde estamos parados,
aquí y ahora.
Cada cual
puede hacer su propio inventario de cosas a evaluar. Tal vez, sabiendo que
nunca es completo, que está influenciado de contextos y cosas que nos pasan. La
vida no trata de merecimientos, lo sabemos desde el momento que nacemos. A
veces nos toca en suerte que las circunstancias se alineen, de tal modo, que
todo fluye, pero más allá del esfuerzo que cada uno puede ponerle, no siempre
funciona. Sólo como prueba de lo que digo, no hay ningún merecimiento en que un
infante muera de hambre y la realidad nos dice que pasa. Pero, no quita,
hacemos el balance con la idea que tenemos de lo que es justo, posible,
decidido y merecido.
A pesar que
cada uno, como lo dije, se hace el inventario que quiera, vengo a sugerir
algunas pistas que cada cual puede tomar o descartar con la convicción que
sienta.
Porque la
vida se expresa en cada uno, la primera pregunta debería ser como me he
cuidado. No sólo en lo físico (aunque nunca lo olvidemos, aunque nos cuesta,
tantas veces), sino, también, en lo que se llama estima, lo que nos hace falta. También
en salud mental y en salud sexual. En cualquiera de ellos, debemos medir las
cosas que estimulan y como nos preservarnos de lo que nos afecta. Tarea simple
para describir y que, todos los sabemos, cuesta bastante.
El segundo punto
parte de comprender que somos seres relacionales. Entonces, en nuestro simple
balance debería estar como hemos ido construyendo las relaciones con los demás,
que hemos puesto para que los vínculos sean sanos, enriquecedores, productivos en
las riquezas intangibles que se generan cuando las relaciones se las piensa con
respeto, honestidad y reconocimiento. Lo que sólo se puede hacer cuando el
dialogo es una herramienta que se la cuida mucho, siempre.
Lo tercero que
valdría la pena saber es qué hice para que la ternura sea una constante vivida
y expresada. Lo que tiene que ver con la capacidad humana de sentir y de
canalizarlo. La ternura debería ser una constante que se manifiesta de diferentes
maneras pero que dignifica, siempre. Además, nos permite ofrecer esa pequeña
protección que genera cierta paz. Endurecerse sin perder la ternura es una
expresión que sintetiza una visión del mundo y de nosotros.
Pues ya hay
cuerpo para el balance y cada cual le puede agregar lo que quiere. Yo, por mi
parte, sugiero poner algo de arte en el balance; arte expresado, realizado,
bailado, leído, pero sobre todo disfrutado. Valga lo que cada uno pueda y en la
forma que se le antoje.
También
creo que el balance debe incluir las veces que nos hemos rebelado, porque
rebelarse es la medida que evalúa nuestra presencia frente a la injusticia.
Cada cual sabe cuánto puede hacer, pero aun en la incapacidad ejecutiva, no se
puede renunciar a tener en claro que la injusticia lo es, a pesar que sea hecha
por poderosos.
El resto
termina siendo los detalles que cada uno quiera poner en su balance personal.
Yo tengo otros que no vienen hoy a cuento. Pero, en definitiva, creo que, tal
vez, todo se conjuga en esa idea de Raymond Carver, en su “Último fragmento”: ¿Y
conseguiste lo que//querías en esta vida?//Lo conseguí.//¿Y qué querías?//Considerarme
amado, sentirme//amado sobre la tierra.
Pues
balance hoy y mañana seguir viviendo para que el próximo siempre sea mejor.