El diccionario dice que la memoria es la capacidad
de recordar alguna cosa que aprendimos
en el pasado. Así la memoria nos permite, por ejemplo, recordar de quien es el
cumpleaños el día de hoy o como citar un poema que nos gustó. Si, la memoria nos
permite recordar lo que vivimos. Sin embargo, la memoria no nos hace actuar. Es
decir que no alcanza con recordar de quien es el cumpleaños para que podamos
sentirnos plenos, es necesario, en ocasiones, completar con el saludo, con el
gesto, con la aproximación con lo que creemos o sentimos que corresponde hacer. Pero ese gesto depende,
también, de los demás, de las circunstancias, de la historia, no que nuestra memoria recuerda, sino de la que sentimos.
La memoria nos permite trazar recorridos de los
pasos que hicimos, por eso, tal vez, recuerdo, lo de “Caminante, son
tus huellas/ el camino, y nada más”.
Pero, como bien lo describe un autor que se llama Schacter, la memoria tiene
sus pecados (Transitoriedad, Ausencia de conciencia sicológica,
Bloqueo, Atribución errónea, Sugestibilidad, Parcialidad y Persistencia). Formas
de hacer que lo que recordamos, a veces, no sean recuerdos sino otras cuestiones. Así, en ocasiones, construimos historias sobre lo que vivimos para sentirnos bien o mal. A
veces, nuestra memoria nos permite el reconstruir el camino dando sentido a los
pasos, otras, simplemente actúa como perdonándonos.
La memoria seguirá siendo siempre ese modo que
tenemos para rescatar de nuestros pasos ya dados esos momentos que son donde
nos apoyamos, nos construimos, nos amamos, nos descubrimos y tanto más.
Nada ni nadie puede evitar que nuestra memoria nos
acompañe. Ella, a veces, nos ayuda, nos dificulta, nos preocupa, nos altera,
nos engrandece, nos hace, en definitiva reír o llorar. Por eso, como un regalo,
recuerdo y ofrezco ese verso de una canción de Rubén Blades que se llama Parao
: “Disfrutando la memoria de los ríos que he cruzao/ Aunque casi me haya
ahogao, sigo parao!