El 4 de septiembre se celebra el Día mundial de la Salud Sexual. Cada año se establece un lema para tal motivo. El objetivo de un lema es sintetizar alguna cuestión para reflexionar, promover y, en ocasiones, intervenir. Recordemos, antes que nada, que se parte de la premisa que la salud sexual es un derecho inalienable de todos los seres humanos. Este año el lema es “rompamos los mitos”.
Quienes nos
ocupamos de la salud sexual insistimos sobre una evidencia: muchos de los
problemas que impiden disfrutar de una buena salud sexual - satisfactoria y
plena- nacen por errores de conocimiento
o por malas interpretaciones sobre esta esfera esencial de la vida humana.
Es decir, el lema de este año nos dice que debemos empeñarnos seriamente para que ni la ignorancia ni el conocimiento falaz nos impida disfrutar plenamente del universo que surge por disponer de una sexualidad; esto más allá de nuestras creencias, de nuestras formas de relacionarnos, de nuestras habilidades interpersonales, de nuestras posibles limitaciones. Sabemos que la salud es, aún, una deuda social que tenemos. Hoy, no digo esto como una crítica a lo realizado y a lo no realizado. Lo digo como una llamada a lo que viene. Esto significa que todos y todas deberíamos empeñarnos en realizar nuestro mejor esfuerzo sobre esto y, sobre todo, exigir que existan mayores recursos para resolver las cuestiones relacionadas con esta temática.
Estoy hablando, por ejemplo, que a nivel educativo se profundice la
educación sexual integral, según manda la ley 26150 y que en algunos lugares se
la inicia de una buena vez; que a nivel sanitario se optimice la atención en
esta esfera del ser humano, con consultorios “amigables”, equitativos y
accesibles sobre estas cuestiones pero también que los colegas médicos empiecen a preguntar sobre esta esfera del ser humano para orientar y derivar si fuese necesario; que a nivel social, aumentemos, aún más, el
empeño en reducir la violencia, particularmente la de género; como también que se fomente la
cultura de la diversidad, comprendiendo que el respeto nace de aceptar que la
diferencia es inherente al ser humano, y es la base de nuestra riqueza como especie, entre otras cosas.
Finalmente, sería muy
positivo que aspiremos, siempre, a crecer a nivel interpersonal, porque es allí
donde la vida sexual puede encontrar la plenitud, en el encuentro con el otro, donde,
definitivamente, el placer, el sentir y la humanidad se gestan, y se transforma
en la suma de los actos, siempre enriquecedores que la sexualidad permite.