La salud sexual fue definida por primera en 1974 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde esa fecha hasta el momento la definición no se ha modificado mucho, pero si se ha desarrollado el interés por promoverla a través de acciones directas e indirectas, al ser incluida no sólo dentro de las propuestas sanitarias, sino dentro de la política de los Derechos Humanos en salud. La OMS la definió, en esos momentos, como “un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia”.
Ahora bien, como una pequeña propuesta, sugiero un “abc”
para una mejor salud sexual. Un simple ejercicio para plantear tres cuestiones
que facilitarían, por definición, un mejor bienestar para las personas. Pues
bien, veamos:
A – Auto
conocimiento: básicamente implica aprender más sobre nosotros mismos,
independiente de cuanto creemos saber. Partamos de la base que como seres
humanos somos una entidad bio-psico-social. Tenemos un cuerpo, una forma de
pensar (sintetizando el conjunto de nuestras facultades mentales) y un grupo
humano con el que nos relacionamos (lo social y cultural que nos potencia y
condiciona). Recordemos, en este punto, que la sexualidad como manifestación
humana abarca la totalidad de las personas. Eso incluye, obviamente lo genital
y el sexo, pero es mucho más amplio. Teniendo en cuenta estos elementos
comprenderemos que el autoconocimiento implica un conocimiento real sobre
nosotros mismos, sobre cómo funciona nuestro ser en esas tres dimensiones. Sobre
lo corporal, podría parecer obvio, pero aún se puede constatar una gran
ignorancia, no sólo por errores dentro de la educación en general y de la sexual
en particular, sino también porque las personas no siempre se animan a
preguntar lo que ignoran sobre su propio cuerpo. Eso genera que existan
falacias, errores graves y ciertos estereotipos sexuales que perjudican el conocimiento.
Pero, como dijimos, el ser humano no es sólo lo corporal, comprender nuestras
facultades mentales que incluye, entre otras cosas, como nos comunicamos, como
somos capaces de expresar nuestras emociones, como gestionamos los conflictos,
como hacemos frente al rechazo, como sostenemos y promovemos nuestra
auto-estima. Sobre esto también debemos aplicar el autoconocimiento. Saber
cuáles son nuestros límites hoy, puesto que siempre podemos descubrir nuevas
experiencias e intentar vivirlas. El autoconocimiento es una piedra angular
para la salud sexual. Básicamente podríamos decir: si no sabe, pregunte al
personal de salud capacitado, como norma.
B –
Búsqueda del placer: parece simple y obvio. Pero, recordemos lo ya dicho: la
sexualidad es mucho más que el sexo, aunque, insisto, lo incluye obviamente. La
búsqueda del placer implica una concepción del mismo. Es decir, buscamos lo que
consideramos que nos puede gratificar porque nos conocemos o porque nos
permitimos explorar nuevos terrenos. Pero el placer, en primer lugar, no es una
obligación, sino un derecho. La mejor vía para llegar a él es la tranquilidad,
no confundir con el ritmo que es tema de otro día. El placer, simplificando, es
una sensación positiva, agradable que nos genera el gozo por satisfacer un
deseo. El placer es un derecho que tenemos las personas, a pesar que siempre
hay personas que procuran evitarlo. Conlleva, en su modo positivo, la creación
de momentos de deleite que nos energizan positivamente. El placer es
consecuencia de desear algo, poder conseguirlo y vivenciarlo. Es, por lo tanto,
un acto dinámico, activo y personal que se puede compartir y, esto, lo
retroalimenta generando un grado mayor de satisfacción. La búsqueda de esos
momentos está asociada directamente con la salud sexual, obviamente.
C –
Consentimiento: esta noción es, para mí, el corazón mismo de la sexualidad. El
consentimiento que tiene que ver con la emancipación del individuo y con la
protección de la autonomía es un concepto esencial para la salud sexual. Obviamente,
es importante como concepto jurídico, pero quiero resaltar otros elementos en
este concepto que es la piedra angular para las personas. Consentir conlleva la
noción de derechos. Tengo derechos y por eso puedo decir sí o decir no. El
decir es dinámico. No es una fotografía, es una película. Por ello, siempre
podemos rectificar. Otros elementos que se necesita desarrollar para esta
capacidad es la de ser asertivos en la comunicación, lo que se sostiene con una
auto estima positiva y con la capacidad de gestionar los conflictos. El
consentimiento es más que decir sí o decir no, es la manifestación propositiva
y activa del deseo de vivir un momento. En la evaluación humana es la garantía
del camino a la no violencia, una de las utopías que debemos buscar sin
vacilar.
Este ABC,
insisto, es un ejercicio. Pero debemos comprender que nuestra salud sexual se
merece un diccionario completo, donde cada uno, vaya ordenando, seleccionando,
valorando las palabras que va descubriendo y comprobando que le permiten el
mejor bienestar que uno puede alcanzar. Así que animarse a hacer ese
diccionario. Seguramente, el resultado será excelente para cada uno.
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