La palabra deseo nos evoca una paleta de sensaciones que las consideramos positivas. Lo entendemos como un motor que nos lleva a conseguir algo. No por nada la idea genérica que se asocia es energía. Ahora bien, valga decirlo, el deseo incluye el hacer algo, pero el deseo no es la acción, sino ese conjunto biológico, cognitivo y emocional que nos empuja a intentar convertirlo en realidad, muchas veces. El deseo, por lo tanto, se genera y se vive a nivel de la persona. En esta complejidad podemos encontrar dos propiedades inherentes a este: que existe una fluctuación de frecuencia e intensidad y que la capacidad de desear puede parecer desconcertante, al motivar tanto y de forma tan diverso. O sea, debemos tener en cuenta que al ser una condición que se genera en las personas es lógico que el deseo oscile durante la vida, también en relación a la calidad de las relaciones que tengamos o los momentos que estamos en esas relaciones y, también, en función del apego a las reglas que consideramos que deben regir nuestro comportamiento. En segundo lugar, comprendamos que el deseo se puede potenciar positivamente a partir del desarrollo de nuestras diferentes inteligencias.
Ahora bien, si lo dicho vale para la expresión deseo como
general, calza mejor si nos referimos al deseo sexual. Esa fuerza motora toma
no sólo otra dimensión, sino también un sentido particular y define una de las
aristas importantes de la vida sexual de las personas. Su presencia potencia lo
que podemos vivir, su ausencia entorpece la dinámica de la intimidad, del
encuentro, de la disponibilidad. Sabemos que hay parejas que pueden convivir
sin deseo durante mucho tiempo, sin que los afecte demasiado, según podría
apreciarse. Es como que pactaron su relación bajo otras aristas. Pero, me quiero
referir a las parejas en las cuales el deseo tuvo un rol importante en la
vivencia de la intimidad de la pareja o, creen que debe tenerlo porque
comprenden que la vida sexual en la intimidad es un derecho que se debe buscar.
Cuando una pareja ha sentido el lujo del deseo compartido, vivenciado y
experimentado, es muy difícil que ante su ausencia no exista un deterioro
creciente de la relación. Si esto parece un poco apocalíptico valga decir que
el deseo sexual se puede estimular y generar nuevamente en una pareja, o sea
hay solución para el problema. Pero para eso, hay que diagnostica el problema
y, a partir de ello, proponer soluciones.
Pero primero recordemos que es deseo sexual. Según uno de
los estudiosos del tema, Stephen Levine “el deseo sexual es la energía
psicobiológica que precede y acompaña a la excitación y tiende a producir un comportamiento
sexual”. Insistimos en esta noción de energía no de acción. Veamos un poco más
en detalle los componentes de esta “energía”. De un lado está lo biológico, de
otro lado lo cognitivo y en tercer lugar lo emocional. Los tres elementos,
obviamente condicionados por nuestra noción cultural sobre el deseo, sobre cómo
aprendimos y desarrollamos nuestra capacidad de relacionarnos. Entonces para
pensar los problemas de deseo no podemos simplificar, ya que pueden existir
problemas relacionados con lo biológico (desde patologías hasta efectos
colaterales de ciertos medicamentos, por ejemplo), cognitivos (relacionados con
las ideas que tenemos sobre lo que debe generar deseo o sobre quien podemos
tener deseo, entre otras posibilidades) y problemas emocionales (por causas
individuales, de pareja, o externas a la pareja). En la actualidad los
problemas de falta de deseo han crecido mucho. Insisto, los problemas se diagnostican
y, luego a partir de ello se pueden tratar.
La vida sexual saludable es importante para las personas, o
debería serlo. Debería nacer siempre de la decisión personal y consentida y
construirse desde el autoconocimiento y el desarrollo de la asertividad. Potenciar
el deseo, ver los problemas y resolverlo, necesariamente va a redundar en
beneficios para uno y para los demás. En definitiva, el deseo, sólo es humano y
sólo los humanos podemos hacer que la humanidad sea aún mejor, si, permítanme la
redundancia, lo deseamos realmente.
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