El carnaval llega. Con ello llega el color, la música y esa sensación que todos los límites se pueden acomodar de otra forma. Porque pocas festividades asocian de tal manera lo lúdico con todas las edades. Así se une sin problemas la diversión, con lo sensual; lo colorido con lo pasional, lo intenso con lo superficial, lo circunstancial con la vivencia y la fiesta con con la risa y la presencia.
El carnaval fie concebido
como un espacio donde uno puede ser uno más, al mismo tiempo de permitirse, si
uno se autoriza, a ser otro por un momento tan breve como necesario;
efectivamente, vivir el carnaval, siempre debe ser una elección, pero es, luego
de la misma, un espacio personal para esa diversión que, por salud, muchas
veces necesitamos.
Pues, sin pretender ser
una guía hacia la felicidad es, por lo menos, indicaciones concretas para
buscarla, vivirla y hacerla más constante: la felicidad solo aparece cuando
somos sinceros con nosotros mismos y somos capaces de actuar en consecuencia,
como también cuando frente a lo que creemos actuamos con la mayor convicción
que nos permitimos y que vamos descubriendo. Finalmente, está la verdad de
Perogrullo que tenemos: la alegría se reproduce mejor cuando la compartimos.
Así que en este carnaval seamos esos adultos que comprendemos, asumimos y decidimos que lo lúdico es esencial para vivir y que nos hace crecer, porque la risa y la música nos energiza y sólo al compartirla con los demás podemos generar las vivencias que nos permiten ser mejores siempre..
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