Las fiestas llamadas religiosas tienen la particularidad de ser muy humanas. Es decir, son rituales que tienen un sentido y expresan una forma de ver el mundo. Podes creer mucho o poco, pero tienen, en ocasiones, ese magnetismo positivo que te hace, cuando participas, que hay algo de bueno en ello. Todos saben que la navidad, que se celebra oficialmente mañana pero que todos lo sabemos qué se hace esta noche tiene algo de eso.
Una
fiesta de carácter religioso porque un día se decidió que así sea y las historias
de porque se elige el 25 de diciembre no tiene un correlato estricto con el
evento que se celebra: el nacimiento de un tal Jesús, que la religión católica
lo reconoce como hijo de Dios. A pesar que hoy en nuestro país la población de
practicantes ha disminuido, que han crecido en número de creyentes de otros
credos y que también ha crecido cierto desapego formal y evidenciado con
respecto a la religión, la navidad resiste como festividad. Si, claramente nos
gusta la celebración de esta fiesta, independiente de cuestiones de creencias.
Tal vez, no de la fe y de los símbolos. Aunque no por la misma razón que la fe
indica.
A ver, la navidad, como festividad es una razón que nos permite reunirnos como familia o con afectos alrededor de una mesa que se la prepara con esmero en los detalles, con delicadeza en los sabores y con dedicación en la comida. Una excusa simple que permite que nos vistamos para la ocasión, a veces, exportando colores que tengan que ver con cierta pureza y mucha alegría. Nos afanemos en pensar regalos para ofrecer a personas por las que nos une algún tipo de sentimiento y que ese día nos lo permitimos expresar de otro modo. Sabemos que vamos a comer como si no hubiera mañana y que, posiblemente vamos a beber para celebrar todo el mundo, el hecho de estar juntos en ese momento. Luego a las 12 de la noche, tal cuento infantil, como el nuevo día es a 25 brindaremos al unísono como si eso creará una voz que pensamos universal, o por lo menos muy nacional donde nos sumergimos en la fantasía, maravillosa e irreal ilusión que todos estamos contentos por lo que está pasando. Brindaremos por la paz, por el amor, por la alegría y por estar. También, esa noche, en algunos sitios la gente bailara para que la fiesta siga y la diversión se prolongara. Si eso lo hacemos circulando de casa en casa, como en otros tiempos, sabremos que en todos lados se nos recibirá con una alegría a veces inusitada, pero con cierta sinceridad. En Navidad a todos se saludan como hermanos, podemos afirmar.
Pues
eso que llamamos con simplicidad “espíritu navideño”, tal vez, sea donde radica
la esperanza humana. Ese lugar donde creemos y nos permitimos que salga y se
corporice la tentativa de disfrutar el presente, de opacar la rivalidad, de
liberar cierta solidaridad y creer, por un instante que podemos ser felices con
el simple hecho de compartir lo que hay con los que estamos.
Pero,
pienso, nos falta, en ocasiones, que no quede como un sueño de una noche de
verano (cada vez más caliente por la crisis climática), sino como una promesa
con nosotros mismos de ampliar lo esencial de eso que nombramos sin necesidad
de creer como navidad y que no es otra cosa que el otro tiene importancia
porque es otro y no más. Quizás eso sería la navidad, celebrar que otro nació,
siempre recordando que nosotros somos ese otro para los demás. Así que feliz
dia de la humanidad, se podría decir.
de creer, por un momento, que podemos ser felices con el simple intento de compartir lo que es con quienes somos. Esa y "el otro" hacen el villancico de ser en navidad .
ResponderBorrary, con esa simple cuestión, somos capaces de crear imperios, simbólicamente
Borrar