Estamos por
entrar en el 2025. Para los que tenemos unos años en nuestro haber, hablar del
2025, en nuestras infancias, era hablar de un año pleno de tecnologías rayanas
con la ciencia ficción. Nos parecía tan lejano. Un cuarto del siglo XXI. Obvio,
para los nacidos en este milenio no hace la diferencia. Es la vida y, por ello,
sólo es un nuevo año que está por comenzar. Cuando pasa eso, ritualmente, el
ser humano imagina que el cambio de calendario nos permite soñar, con mucha
esperanza, que las cosas van a mejorar y, de repente, se renueva la idea que lo
bueno puede llegar, mantenerse y/o mejorar. Porque la humanidad siempre se ha
abonado a lo mágico de alguna forma, a lo cabalístico como un recurso real,
aunque intangible. Entonces, celebramos el pasaje de año, como una ofrenda,
casi pagana, para que todo sea de otro modo, siempre mejor, siempre más pleno.
Simplificando nos deseamos amor, salud y riquezas. Eso, en una exageración de
practicismo, lo traducimos en pequeñas promesas de acciones, gestos o
disposición. Brindamos por ello y nos comprometemos que sea realidad a partir
del día siguiente. Bueno, mejor esperar hasta el dos, porque al día siguiente
habrá resaca y mucho cansancio, si lo hemos celebrado con intensa felicidad.
Pero, el
dos de enero llega y como dicen, a Dios o a los astros rogando y con el mazo
dando. Porque el amor, la salud y las riquezas no llegan por magia, sino por
dedicación. Así que está bueno pensar que algo hay que hacer y que no es tanto hechizo,
sino que, maravillosamente, depende de nosotros. Veamos un poco, sin ninguna
pretensión que sea receta. El amor nos puede sorprender de la nada es verdad –y
es maravilloso-, pero para ello debemos tener cierta disposición hacia el otro y,
luego viene lo importante: porque si se lo consigue se lo mantiene con actitudes
reales y con aptitudes imprescindibles. Así que, para el amor, siempre hay que
comprender que hace falta la comunicación asertiva, la disposición para el
diálogo, los gestos sinceros y activos, el ocupar tiempo de calidad para estar,
proteger la intimidad desarrollándola, estimular la pasión, fomentar el placer,
promover la autonomía, ofrecer cualquier cosa envuelto en ternura, entre otras
cosas. Lo que implica obliterar la violencia en cualquiera de sus formas,
porque donde hay violencia, nunca hay amor. Ninguna violencia –inclusive los
celos- deben ser aceptadas como muestra de amor. Por eso valga como deseo para
el 2025 que se aumente el esfuerzo social para combatir todo tipo de violencia.
En relación
a la salud, todos lo sabemos, hay buenas recetas, pero todas se hacen con cosas
simples: comida saludable, gestionar el estrés, actividad física de algún tipo,
vínculos positivos, espacios de ocio y placer, porque esto también es parte esencial de
la salud. Y, lo obvio, también, el cuidarse escuchando a su propio cuerpo, a
su mente –nunca olvidar la salud mental- y a los que saben, por eso las visitas regulares a los
profesionales de la salud. La salud se la sostiene con el pequeño trabajo de
estar consciente de uno mismo y de actuar. Por esto, valga como deseo para el
2025 que haya más equidad en salud para toda la población.
Para la
riqueza, la primera reacción sería, consulten con economistas. Pero, también
recordemos que la riqueza comienza por pensar en el valor de lo que se tiene,
no en lo que no se tiene. No pretendo ser ingenuo, en un país donde la
inequidad social y económica es real, donde las carencias existen y, aunque
duela, estoy hablando de carencias básicas, en ocasiones, nos cuesta mucho
imaginar la riqueza en estos términos. Sólo me refiero a que es mejor partir de
donde uno está para poder avanzar y no sólo ver lo que sería ideal. Por eso,
les deseo sobre todo trabajo, un trabajo digno, estimulante y que permita
sentirse bien, pero, por lo menos, trabajo que siempre sea digno. Además, también pidamos para el 2025 más justicia social, menos
indigencia y, sobre todo, mayores posibilidades para que el hambre y la miseria
no sean la verdadera deuda que aún tenemos como país.
Ahora bien,
creo que para conseguir algo de eso, particularmente, les deseo que el 2025
tenga mucho más de las cosas que, en algún momento, son necesarias que las
disfrutemos más: arte como sea, presenciado o realizado; conversaciones con
pequeñas discusiones que busquen el consenso siempre; música para escuchar y
para bailar, porque con ella hay algo más de libertad que se introduce en
nuestras venas; leer, porque quien lee siempre puede mejorar su forma de
pensar; viajes, aunque sea en nosotros mismos, pero siempre deseándolos reales aunque el
dinero no alcance; todo viaje comienza con el deseo de hacerlo; sexo disfrutado
con pasión, cariño y entrega, cualquier intimidad decidida siempre y disfrutada
es un estímulo que deberíamos buscar; mucha más educación sexual integral, sea
cual sea tu edad porque con ella seremos siempre mejores; más encuentros basados
en el buen trato y el respeto sin importar otra cosas que uno sea diferente (¡viva
la diversidad siempre!) y que la ternura nos encuentre en cada recodo posible.
Luego cada cual agregue lo que desea, procurando lo simple: amar, ser amado, o
por lo menos intentarlo.
Feliz 2025
para todos y todas, porque, en un país, la suma de todos los que integran hacen
que el país esté mucho mejor.