sábado, diciembre 28, 2024

2025

Estamos por entrar en el 2025. Para los que tenemos unos años en nuestro haber, hablar del 2025, en nuestras infancias, era hablar de un año pleno de tecnologías rayanas con la ciencia ficción. Nos parecía tan lejano. Un cuarto del siglo XXI. Obvio, para los nacidos en este milenio no hace la diferencia. Es la vida y, por ello, sólo es un nuevo año que está por comenzar. Cuando pasa eso, ritualmente, el ser humano imagina que el cambio de calendario nos permite soñar, con mucha esperanza, que las cosas van a mejorar y, de repente, se renueva la idea que lo bueno puede llegar, mantenerse y/o mejorar. Porque la humanidad siempre se ha abonado a lo mágico de alguna forma, a lo cabalístico como un recurso real, aunque intangible. Entonces, celebramos el pasaje de año, como una ofrenda, casi pagana, para que todo sea de otro modo, siempre mejor, siempre más pleno. Simplificando nos deseamos amor, salud y riquezas. Eso, en una exageración de practicismo, lo traducimos en pequeñas promesas de acciones, gestos o disposición. Brindamos por ello y nos comprometemos que sea realidad a partir del día siguiente. Bueno, mejor esperar hasta el dos, porque al día siguiente habrá resaca y mucho cansancio, si lo hemos celebrado con intensa felicidad.

Pero, el dos de enero llega y como dicen, a Dios o a los astros rogando y con el mazo dando. Porque el amor, la salud y las riquezas no llegan por magia, sino por dedicación. Así que está bueno pensar que algo hay que hacer y que no es tanto hechizo, sino que, maravillosamente, depende de nosotros. Veamos un poco, sin ninguna pretensión que sea receta. El amor nos puede sorprender de la nada es verdad –y es maravilloso-, pero para ello debemos tener cierta disposición hacia el otro y, luego viene lo importante: porque si se lo consigue se lo mantiene con actitudes reales y con aptitudes imprescindibles. Así que, para el amor, siempre hay que comprender que hace falta la comunicación asertiva, la disposición para el diálogo, los gestos sinceros y activos, el ocupar tiempo de calidad para estar, proteger la intimidad desarrollándola, estimular la pasión, fomentar el placer, promover la autonomía, ofrecer cualquier cosa envuelto en ternura, entre otras cosas. Lo que implica obliterar la violencia en cualquiera de sus formas, porque donde hay violencia, nunca hay amor. Ninguna violencia –inclusive los celos- deben ser aceptadas como muestra de amor. Por eso valga como deseo para el 2025 que se aumente el esfuerzo social para combatir todo tipo de violencia.

En relación a la salud, todos lo sabemos, hay buenas recetas, pero todas se hacen con cosas simples: comida saludable, gestionar el estrés, actividad física de algún tipo, vínculos positivos, espacios de ocio y placer, porque esto también es parte esencial de la salud. Y, lo obvio, también, el cuidarse escuchando a su propio cuerpo, a su mente –nunca olvidar la salud mental- y a los que saben, por eso las visitas regulares a los profesionales de la salud. La salud se la sostiene con el pequeño trabajo de estar consciente de uno mismo y de actuar. Por esto, valga como deseo para el 2025 que haya más equidad en salud para toda la población.

Para la riqueza, la primera reacción sería, consulten con economistas. Pero, también recordemos que la riqueza comienza por pensar en el valor de lo que se tiene, no en lo que no se tiene. No pretendo ser ingenuo, en un país donde la inequidad social y económica es real, donde las carencias existen y, aunque duela, estoy hablando de carencias básicas, en ocasiones, nos cuesta mucho imaginar la riqueza en estos términos. Sólo me refiero a que es mejor partir de donde uno está para poder avanzar y no sólo ver lo que sería ideal. Por eso, les deseo sobre todo trabajo, un trabajo digno, estimulante y que permita sentirse bien, pero, por lo menos, trabajo que siempre sea digno. Además, también pidamos para el 2025 más justicia social, menos indigencia y, sobre todo, mayores posibilidades para que el hambre y la miseria no sean la verdadera deuda que aún tenemos como país.

Ahora bien, creo que para conseguir algo de eso, particularmente, les deseo que el 2025 tenga mucho más de las cosas que, en algún momento, son necesarias que las disfrutemos más: arte como sea, presenciado o realizado; conversaciones con pequeñas discusiones que busquen el consenso siempre; música para escuchar y para bailar, porque con ella hay algo más de libertad que se introduce en nuestras venas; leer, porque quien lee siempre puede mejorar su forma de pensar; viajes, aunque sea en nosotros mismos, pero siempre deseándolos reales aunque el dinero no alcance; todo viaje comienza con el deseo de hacerlo; sexo disfrutado con pasión, cariño y entrega, cualquier intimidad decidida siempre y disfrutada es un estímulo que deberíamos buscar; mucha más educación sexual integral, sea cual sea tu edad porque con ella seremos siempre mejores; más encuentros basados en el buen trato y el respeto sin importar otra cosas que uno sea diferente (¡viva la diversidad siempre!) y que la ternura nos encuentre en cada recodo posible. Luego cada cual agregue lo que desea, procurando lo simple: amar, ser amado, o por lo menos intentarlo.

Feliz 2025 para todos y todas, porque, en un país, la suma de todos los que integran hacen que el país esté mucho mejor.

 

 

martes, diciembre 24, 2024

Navidad

Se celebra Navidad. La navidad, lo sabemos, tiene una mística particular. No se trata de creencias, es obvio. Se trata de magia, por llamarlo de algún modo que es fácil comprenderlo. Sí, es una festividad religiosa, no pretendo poner en duda la fe de nadie al respecto. No es algo que uno deba opinar. La creencia no es que sea sagrada, sino que es un derecho. Cada cual puede y debe creer en lo que considera que aligera más su mundo, le moviliza a hacer el bien y le garantiza la idea de futuro más perfecta. Porque la creencia es eso, un plan de acción motivado por ideas sólidas sobre el bien y, siempre acompañado de rituales y símbolos que tienen sentido dentro de la creencia. Es humano tenerlas, buscarlas, defenderlas, también criticarlas, oponerse y pretender que se deshagan. Frente a ello, obviamente la tolerancia es clave.

Pero volvamos a la navidad: es la imagen de un día donde reina cierta felicidad por cosas pequeñas y cotidianas (o que deberían serlo): comidas en familia alrededor de una mesa puesta con cierta delicadeza y colorido. Saludar al otro y ofrecerle un momento de placer, bienestar y hasta de paz. Quizás, eso conjugarlo en un regalo. Buscar que si hay niños crean en la fantasía y encargarse que pase. Ofrecerles una historia perfecta que nos de la esperanza que todo puede ser mejor con tan poco. Por todo ese conjunto de cosas hay cierta garantía que es una festividad muy generalizada. No hace falta creer, tener fe o compartir un ritual religioso para vivirla con el mismo ímpetu y la misma búsqueda de una felicidad genuina y, sobre todo, compartida.

Al mismo tiempo, sabemos, que hay mucha gente que, aun creyendo no podrán celebrar en buenas condiciones la navidad, gente que “está bajo el nivel de pobreza”. Una expresión que parece seria pero que es una forma que tienen algunos para protegerse emocionalmente. Calificar a un grupo de algo es, en definitiva, hacerse una protección frente a lo que duele. Específicamente si salimos a la calle podemos identificar personas concretas que están frente a nosotros que no pasaran una navidad como se pinta en cualquier lado. Nobleza obliga hay muchas otras personas que pudiendo pasarla bien, procuran ofrecer su tiempo, esfuerzo y dedicación para que parte de quienes están en carencia tengan un a noche mejor.

No pretendo con esto invitar a nadie a sacrificarse, son decisiones personales y punto. Me quiero detener en otra cuestión. En todo eso que ponemos para que la navidad sea algo bonito: compromiso, cariño, dedicación, disposición, calma, paz, tentativa de armonía, rituales compartidos, decididas muestras de afecto, una cuota de esperanza, permitirse la sorpresa, imaginar que lo que importa está, tener conversaciones fluidas, autorizarse lo lúdico, sonreír con poquito, pero de modo intenso. Quizás me olvido de otras cosas. Pero creo que hay varias de las que muchos viviremos el 24 a la noche.

Entonces, les hago una pequeña propuesta si eso que ese día lo exponemos con sincera entrega
y los dejamos salir muchas veces, con convicción y decisión, ¿no creen que si mantenemos el ritmo la felicidad de ese instante podría perdurar un poco? Y, con eso, estoy seguro, la vida sería siempre lo que anhelamos.

Lo sé, todos alguna vez lo hemos pensado así. No soy original. No pretendo serlo. Lo que nos hace humanamente perfectos y que crea bienestar siempre lo sabemos. Sólo que, en ocasiones creemos que no es posible. Pero en la navidad, parece ser que mucha gente da pruebas que es bastante sencillo y bastante posible.

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