Siglo XXI. Los cambios aparecen por doquier si comparamos con otras épocas. Hemos avanzado, aunque no logramos superar los que nos hace daño como humanidad: seguimos ejerciendo la violencia contra el otro –muchas veces- porque se nos da la gana, simplemente. Una violencia que va de la física hasta la simbólica. Lo hacemos porque no podemos evitarla (¿no queremos, no sabemos, no nos importa? Son los temas que quedan en el tintero).
Lo cierto que estamos convencidos que no existe otra forma que más nos descalifica como seres humanos que la violencia ejercida contra el otro. Sin embargo ella surge una y otra vez inevitablemente. La perfeccionamos, luchamos contra ella, pulimos leyes para reducirla, nos capacitamos para tener herramientas, la denunciamos, la castigamos, la investigamos. Pero ella vuelve a estar omnipresente en nuestra humanidad. Como si fuera una parte inviolable de nuestra humanidad. Hagamos lo que hagamos, ella estará presente: conquistemos los cielos, la tierra, venzamos a las enfermedades, limitemos las injusticias, promovamos los DDHH, alcancemos mayores cuotas de felicidad, construyamos bastiones casi inexpugnables para hacerle frente, desarrollemos discursos sólidos sobre su inutilidad. En cualquier caso encontrará las rendijas por donde colarse y decir presente.
Parece que es la medida de nuestros límites. O tal vez, la exigencia de nuestra humanidad. Luchar contra ella. En esta confrontación está clara la exigencia: contra la violencia, rendirse jamás.
Lunes, 03 de mayo de 2010
No hay comentarios.:
Publicar un comentario