En Rwanda hubo un genocidio. Un genocidio como esos que nos quitan esperanza en la humanidad. Un genocidio que elimino a muchísima gente y que hizo que el país entero formara parte de dos grupos, aún sin pretenderlo; de un lado quienes mataron o conocieron a quienes mataron y, de otro lado, quienes sufrieron las muertes. Un 11 % de la población fue eliminada por ser el otro. La eliminación por el sólo hecho de ser otro; por más que la disfracemos con cuestione sociales, políticas, religiosas, ideológicas o as que fuera. Eliminar al otro. Cuando uno escucha eso algo de la humanidad se desvanece, sin dudas.
Sin embargo, hay otra cara de la moneda que nos devuelve un poco de esa humanidad que la fortifica, que nos hace creer en ella, a pesar que siempre parece condenada a ejecutarse en el término más terrible. Lo confirmé con una mujer de Rwanda que, por razones laborales, discutíamos el tema y que al final de nuestra plática me dijo urakoze, urakoze cyane. Que significa gracias, muchas gracias. En realidad no estaba en juego en la charla compartida el valor profundo de nada, estaba en juego el espíritu humano en la medida que la palabra gracias surge espontáneamente como el recurso que tenemos para ofrecer al otro. Agradecer es la otra cara de la moneda porque no sólo reconoce al otro en su pluridimensión, sino que además le da un valor de un bien.
Vivir es, quizás, el tener fe que aún somos capaces de hacer el bien por alguien y de recibir el bien de alguien. Para esa operación tan elemental, tan necesaria, sólo una cosa existe para pagar el decir Urakoze, siempre de un modo dulce, siempre de un modo sincero, siempre de un modo de acompañar el corazón. Hacerlo, como diría Borges, tal vez ayude a salvar el mundo.
Urakoze Francisco, urakoze cyane
ResponderBorrar