Leo en un libro de de Katherine Pancol[1]: “Hay gente cuya mirada nos hace mejorar. Son escasos, pero cuando los encontramos, no hay que dejarlos pasar”. Hay en este texto tres afirmaciones que, lo marquemos, no son un bloque compacto; Tres afirmaciones que nos muestran, a su vez, una realidad, una posibilidad, un deseo. Es decir, lo digamos por más que sea obvio para algunas personas, parece una única afirmación pero son tres y por ser diferentes no son, necesariamente, verdades para todos ni son una suerte de razonamiento inevitable en su conjunto.
La realidad, resumiendo, es lo que dice la primera afirmación: “hay gente cuya mirada nos hace mejorar”. Si, sin dudas, eso lo sabemos y, seguramente, lo hemos vivido. La mirada del otro es una cuestión esencial para el existir humano. La mirada del otro es fundacional siempre. Una mirada es una síntesis de un conjunto de cosas que nos permite el sentirnos parte de algo. En esto radica esta idea de realidad que planteo. Personas que nos miran y al hacernos, nos reconocen, nos bañan de cariño, de ternura, nos irradian confianza y nos devuelven la posibilidad de ser mejores porque nos hacen sentir mejores. Todos y todas experimentamos, muchas veces, el placer que nos produce encontrar a ciertas personas, cuando las vemos, nuestro rostro se ilumina, ese hecho que aparece desde que tenemos conciencia es algo que no debemos olvidar, ni tampoco olvidar que muchas veces nosotros somos también esa mirada que hace mejor a los demás. (Si, existen las otras, pero hoy permítanme descartarlas de este razonamiento).
La segunda afirmación es una posibilidad: “son escasos, pero cuando los encontramos”. En realidad por un lado no importa que sean escasos, importa que sean los necesarios. A veces, quizás necesitamos solamente una persona que nos mire para hacernos mejorar y, señalemos, que esa mejora repercutirá, sin dudas, sobre otras personas. También digamos que, es verdad, que “a veces, los encontramos”, pero lo importante no es encontrarlos, sino darnos cuenta que están. Es, quizás, uno de los grandes problemas que produce la baja auto-estima, no ser capaces de ver esas miradas que no necesitamos buscar, ni encontrar, sino simplemente reconocer.
La tercera es un deseo: “no hay que dejarlos pasar”. En realidad no siempre podemos retener las miradas que nos hacen mejores. No siempre tenemos capacidad, fuerza, o lo que fuera para pedir que se queden, para pedir que no dejen de mirarnos, a veces no creemos que debamos pedirlo, a veces nos sacrificamos y dejamos que esas miradas se vayan. Aunque sabemos que hay ciertas miradas que nos acompañan gran parte de nuestra vida, aunque no nos miren más. ¡Nadie puede olvidar ciertas miradas que nos hacen mejores. Esto también es un hecho!
Por ello, creo que es necesario, deseable, esperable y más, dejarnos sorprender por esas miradas que nos hacen mejorar; Nos dejemos disfrutar por esas miradas, es como un imperativo. Pero también lo es, el hacer lo posible para cada vez que miremos a esas personas, que creemos esenciales, vean en nosotros la mirada que los hace mejorar.