Toda religión tiene
fechas que sintetizan su creencia, su fe, por ejemplo, las pascuas para los
católicos, pesaj para los judíos y otras para cada una. Para los que no son creyentes esas fiestas no le dicen mucho o les resutal indiferentes o raras. Sin
embargo, podemos aceptar algo con más facilidad. Cuando los creyentes viven realmente esas fechas siempre incluyen por lo menos tres cosas: tiempo de reflexión y de
auto-reflexión, convicción que esa creencia implica la esperanza de algo mejor
para toda la humanidad e intención de compartir con desconocidos algo. Esto, en
sí mismo, es algo hermoso. Puesto que si hay alguna posibilidad que la
humanidad supere su desazón, su autodestrucción, su incapacidad de vivir en paz
permanentemente es haciendo eso de manera más constante.
Así que por ello, solamente,
todo momento que una religión convoca a sus fieles, sean estos muchos o pocos,
hay quizás una llama de esperanza que se enciende. Aún sin creer en esa fe,
hagamos voto de creer que la humanidad tiene la posibilidad cierta de salvarse
o, por lo menos, de no destruirse y violentarse tan rápido. Así, quizás, lo
consigamos. ¿qué? Lo más elemental: vengamos de quien vengamos, el ser humano
está llamado a algo mejor que lo que demostró en general: está llamado a la
paz, a la alegría, al amor.
¿Por qué lo digo? Porque aun cargándonos como
especie a mucha gente, destruyendo parte del planeta por imbecilidad total y
egoísmo, habiendo hecho tanto mal a tantas personas, el ser humano aún persigue
la utopía de ser un ser superior. Y, todos hemos conocido, sin dudas, personas
justas que, como bien dijo Borges, “salvan al mundo”.
Así que en cualquier
fiesta religiosa, respiremos un poco de la humanidad que queremos, solo por lo que se hace, vale la pena.
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