Hace poco presencié una “conferencia” de un colega médico.
Donde hacía mención a que un buen día lo invitaron a dar clases y como “ama la
docencia” no lo dudo. Su “vocación” se cumplía. Más allá de él, su afirmación
me generó esta reflexión. En primer lugar porque la escuché muchas veces de
colegas que incursionaron, se mantienen y hacen docencia universitaria.
La docencia universitaria hecha porque se ama la docencia
parece que es un buen argumento. Sin embargo no habla de lo que solemos pedir a
otras actividades, tanto profesionales como artesanales, el saber hacerla. La
docencia, entonces, adquiere un rol de hobby. Lo hago porque me gusta, lo hago
porque sacrifico mi tiempo para ella, lo hago como una actividad “humana”.
Pero, por ser hobby, solo voy tocando de oído y agrego ocasionalmente,
herramientas conceptuales, recursos activos y desarrollo profesional
independiente de la práctica en si misma. No me expongo al control exhaustivo y
no dispongo de más tiempo que el que me sobra, todo bajo la increíble coartada
de lo mal pagada. Recuerdo que una coartada lo es porque se basa en hechos
reales usados como forma de ocultar algo.
Al mismo tiempo le damos un valor esencial a la docencia, la
creemos como una de las formas más elevadas de construir futuros. Ella, bien
hecha, siembra lo que deberá crecer y genera el cambio hacia una sociedad más
humana. No solo lo repetimos, sino, estoy seguro, lo creemos como la única
utopía real que vivimos.
Entonces, de repente, no sólo la amamos, sino debemos ser
amados por “aportar” nuestro granito de arena para el futuro maravilloso de
nuestra humanidad. Somos artífices de lo que viene o, por lo menos, hemos
puesto nuestro esfuerzo.
Todo está bien sólido, salvo que pensemos que el amor no
alcanza. Como diría el viejo proverbio: a Dios rogando y con el mazo dando”. O sea, ¿Si la docencia
necesitaría más que “amor”? ¿Cuánto dispondríamos para ello? Dicho en términos
más pragmáticos: ¿usted se operaría con un cirujano cardiovascular que sólo
tiene como antecedentes “amar operar corazones”? o, ¿le pediría (confiaría) que
sus credenciales son un poco más relacionadas con el saber exigido?
La docencia es una profesión. No un hobby. Entenderlo va a
costar demasiado. Hay demasiado “amor” escondiendo mediocridad.