A veces preguntan: “Como médico, ¿estás en contra o a favor del aborto, eutanasia o cualquier tema controvertido?”. Parece una pregunta atinada, pertinente, necesaria. Sin embargo, creo que no aporta nada a la realidad cotidiana del quehacer médico. La actividad médica es una actitud de atención, generalmente, hacia quien necesita una ayuda y que está basada en la posibilidad cierta de tener una serie de conocimientos y habilidades específicas que buscan reducir la situación de sufrimiento que otra persona puede tener en un momento dado. Esta actividad, perdón por la obviedad, está hecha por seres humanos que tienen sus ideas, valores, principios pero que deben actuar, insisto, “aquí y ahora” frente a una situación concreta. La mayoría de las veces, aunque pretendamos que no es así, todo se soluciona de un modo simple, como si todo consistiese en la aplicación de una “técnica”. Pero, frente al dilema, propio o ajeno, es donde aparece ese plus que está asentado no en las declaraciones, sino en la forma que uno utiliza el arte para contener a quien está en una necesidad relacionada con la salud o la enfermedad con el fin de intentar que el trance que la otra persona vive no genere más sufrimiento y, al mismo tiempo, reducir el sufrimiento que ya existe.
Quien ejerce la medicina no es ningún dios que salva vidas.
Es, quizás, una soberbia verlo así. Es un ser humano que tiene una formación
específica para utilizar los recursos técnicos, el saber adquirido, y que sigue
adquiriendo, y las habilidades, pocas o muchas, para que lo que le pasa a esa
persona que, ocasionalmente, viene a pedir ayuda, se le puda ofrecer la mejor
respuesta posible. Obviamente, esa actividad va a hacer que muchas veces la
persona no muera, que mejore su calidad de vida, que deje de preocuparse por lo
que le afecta físicamente o psíquicamente, entre otras cosas. Pero, el plus
está dado por la capacidad de estar frente al dilema que esa persona vive y que
necesita nuestra ayuda.
Ejercer la medicina siempre ha implicado el riesgo constante
de tomar decisiones precisas y, en ocasiones, lejanas al ideal. En la urgencia,
como me decía mi jefe, el saber que opera es el de bricollage con los recursos
que disponemos. Frente a una persona que necesita nuestra ayuda, nunca jamás
debemos decir “conmigo no cuentes”, por más que no seamos capaces de hacer
todo, por limites formativos, técnicos, de recursos o de valores. Básicamente
el único juramento que la medicina exige es decir presente cuando alguien, con
su dilema, te dice necesito de ti.
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