El fin de semana pasado terminó el XXV Congreso internacional de la Salud sexual. En el mismo, entre varios temas, se ratificó “La Declaración del Placer Sexual” que fuera proclamada originalmente en el Congreso Mundial anterior de Salud Sexual en la Ciudad de México en 2019. En la misma se reconoce que “el placer sexual es la satisfacción y disfrute físico y / o psicológico derivado de experiencias eróticas compartidas o solitarias, incluidos pensamientos, fantasías, sueños, emociones y sentimientos”. Darle un lugar importante al placer luego de esta experiencia, aún actual de la pandemia, es esencial. Después de todo, lo sabemos, el placer es esencialmente humano. Nos referimos al placer sexual que se puede buscar y obtener de muchas maneras, aunque el placer vale para tantas experiencias vitales.0
Lo que se sugiere es que el placer se puede aprender, se puede
desarrollar y se puede perfeccionar. Particularmente creo que el placer forma
parte de dos universos vitales: el de la educación sexual y el de salud sexual.
Pero permítanme que diga algo más sobre esto. Recordemos que el placer sexual
es la percepción de disfrutar en relación a la activación de respuestas
fisiológicas de lo que conocemos como respuesta sexual. El placer se ejecuta
por diversas razones, pero alcanza su majestuosidad a partir de elementos
nucleares de la vida sexual saludable. Así, desde el consentimiento, un término
que debería ser simple de entender: si es si, no es no y no hay más. Pero
sabemos que el consentimiento es una construcción compleja porque se edifica
con diferentes órdenes. Así el consentimiento como cuestión más elaborada es
una suma de autoconocimiento, autoestima, seguridad (me gusta mucho más
empoderamiento), asertividad, comunicación, emociones y libertad. Aunque
insisto, su ejecución necesita solo que el sí sea si y que él no sea no y
punto, lo vuelvo a señalar.
Ahora
bien, para tener esos elementos que señalamos, el camino es la educación
sexual, progresiva, constante, sistemática y constructivista. Basada en conocimiento
científico que ya existe y es claro, en el desarrollo de habilidades llamadas
para la vida, según la OMS, y la afirmación de valores positivos que incluye,
obviamente, los DDHH. Esa construcción, insistimos, progresiva y acorde con las
edades, permite que las personas lleguen a su vida sexual con herramientas más
sólidas para consentir, que implica saber que se quiere, decidir cómo se lo
quiere y con una mayor capacidad de evitar la violencia en las relaciones y las
relaciones llamadas tóxicas.
En segundo
término, el placer sexual como consecuencia del consentimiento, el auto
compromiso con esta actividad humana positiva, enriquecedora y necesaria, puede
ser, en estos términos, un resguardo para la salud de las personas.
Por ello,
pensar el placer como una construcción que debemos llegar desde nuestra
convicción, decisión, libertad y disposición implica pensar en una forma
saludable de pensar nueva vida sexual, que, como sabemos, está ligada claramente
a nuestra calidad de vida.
En la perspectiva que pregona la Declaración, entre lo que se considera
importante para que se pueda conseguir hay un trípode que sería bueno poner
como norte clave: lo primero es lo legal. En este punto nuestro país tiene una
legislación que favorece la salud sexual y los derechos sexuales muy innovadora
y moderna. Lo segundo, la educación sexual integral, que aún falta pero que se
hace en nuestro país. Pero falta insistir y, finalmente, la declaración insta a
Garantizar que el placer sexual sea elemento integral
de la provisión de servicios de salud sexual y que estos sean accesibles,
asequibles, aceptables y libres de estigma, discriminación y persecución. Algo
a concretar un poco más.
Como
verán, muchas cosas para decir y muchas otras para hacer. Así que si, el placer
es cosa seria. Prepararnos para él es una necesidad humana que debemos
estimular. Vivir el placer de manera satisfactoria es, sin dudas, una de las
formas más plenas de sentirse bien y estar bien.
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