La
vida es un camino constante aun cuando nos quedemos sentados. El tiempo pasa
inexorablemente, pero, si nos damos cuenta en los detalles, cuando eso pasa, en
realidad la vida te muestra que el camino tiene tanto valor porque hiciste el
paso anterior y también el siguiente. Porque al final el camino es importante
porque uno es testigo, protagonistas y espectador de lujo. Aunque todos los
días hay siempre un evento, a veces simple a veces más profundo que te muestra
que la vida es un poco de tantas cosas, hay momentos que parecen totalmente circunstanciales
pero que si abrís los sentidos percibís que tiene las dimensiones infinitas que
solo un ser humano puede producir.
Un día, sin darte cuenta, tu hijo te compra un regalo con su propio dinero. Ese día te sentís otra persona. Más feliz también, pero comprendes que tu hijo hizo otro paso más a la inevitable y potencialmente enriquecedora autonomía que uno siempre desea para sus hijos. En ese gesto te das cuenta que "tu" niño sigue madurando a un buen ritmo y sentís que eso te da la sencilla felicidad de la vida. Y, sin soberbia, crees que como dicen los chinos "yuan bėi" - Tener una gran sensación de satisfacción al haber hecho algo que crees fue ejecutado a la perfección- es posible y sos parte. Pero no por ti, sino solo porque acompañaste lo que ya estaba allí.
Un
feliz día del padre siempre es, en definitiva, porque ves a tu hijo feliz y que
va avanzando en su propio camino por la vida.
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