prioridades no son homogéneas. Así, al tener datos alarmantes de pobreza, sabemos que generan problemas graves para la educación. Como también los inconvenientes por el costo de la vida, los salarios y demás temas que se desprenden de ello. Pero, además, está el hecho educativo en sí mismo. Ese proceso que los seguimos pensando como vital para la vida, esencial para el desarrollo, urgente para la paz. Dentro de ello, siempre se discute que contenidos actualizar o incorporar para que el proceso educativo sea lo más efectivo que se pueda y que sirva para crear una ciudadanía siempre mejor que logre generar condiciones óptimas para el país. Insistimos en la convicción que la educación sexual integral (en su sentido primigenio planteado por la ley y con la visión de la UNESCO) es no sólo una obligación legal, sino una urgencia para modificar el futuro. Lo prioritario es comprender, asumir y requerir lo que ya debería ser obvio: la educación –cualquiera de ellas- es mucho más que información. Si sólo damos información no estamos preparando para el futuro a nadie, sólo estamos cumpliendo una tarea, hasta se podría decir que administrativa. Ojo, está claro que dar información de calidad es necesario e innegociable. Pero la educación sólo lo es cuando crea condiciones para que ese conocimiento pueda asumirse y generar condiciones para aplicarse y abrir nuevos conocimientos. La información es más estática, la educación siempre es dinámica, dialógica y, sobre todo, constructivista.
Habría
muchos temas que son importantes, pero voy a insistir en tres puntos clave que
se debe reafirmar, desarrollar y sistematizar para producir una buena educación
sexual integral. Esos tres puntos tienen que desarrollarse de manera
sistemática apoyándose siempre sobre esos tres pilares
Ellos son:
1- Los recursos (conocimiento y
habilidades) para el autoconocimiento basado en la integralidad de la persona.
No sólo somos cuerpos, es obvio. Por lo tanto, conocer nuestras propias
emociones y sentimientos es clave también para el autoconocimiento. Como
también, identificar nuestros deseos y gustos es clave para reconocer nuestra
realidad y aprender a gestionar las diferencias inevitables que tenemos con los
demás. Como también ese autoconocimiento es la puerta esencial para el cuidado
no sólo del cuerpo –insisto- sino de la integralidad de uno. La pandemia nos
alertó: nunca más debemos dejar de lado la salud mental.
La centralidad del consentimiento como la verdadera aduana de los comportamientos sexuales de las personas. El consentimiento es una síntesis de lo que aspiramos como humanidad en relación, la creación de los vínculos desde la decisión personal y con una centralidad de la comunicación asertiva como conducta innegociable a fomentar. El consentimiento como manifestación humana se asocia directamente con el respeto, los buenos trataos y la eliminación de la violencia.
Sobre esos tres elementos de base, los
contenidos se pueden organizar desde la amplitud de visiones y perspectiva,
pero siempre con esa centralidad y bajo la tutela de un sistema legal existente
y un sistema educativo que promueve el valor social de la enseñanza.
Lo dijimos varias veces, pero sigue siendo
necesario repetirlo: la educación sexual integral no puede ser ni un lujo para
pocos, ni un tema accesorio, forma parte de nuestra intención más compartida
como sociedad: hacer que nuestro país se desarrolle para que tenga lo que
siempre anhelamos como utopía: desarrollo, paz y armonía. En este ciclo lectivo
que empieza, renovemos nuestro pedido: educación sexual integral YA.
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