Poderoso señor siempre fue don dinero, pero parece que en este nuevo milenio es aún más poderoso. Tal vez será porque actualmente hay más cosas que el dinero pueda conseguir. Hoy con la liberación de los mercados se puede comprar cualquier tipo de adelanto tecnológico (inclusive los que permiten vivir mejor), todo tipo de caprichos culinarios, el acceso a lugares vedados en otros tiempos. Se pueden obtener casi todos los máximos placeres que se puedan pensar en cualquier terreno. Parece como si con dinero se pudiese conseguir todos los lujos que están en el mercado y los que uno se imagina.
Ahora bien, para conseguir el dinero hay tres caminos, no excluyentes, que se pueden tomar: el golpe de suerte, o sea el azar directamente, el trabajo sostenido en rubros que hoy den dinero de forma exponencial (pues conozco mucha gente que nace, vive y muere trabajando y no puede conseguir el dinero que ostentan gente que trabaja en ciertas cosas) y, finalmente, la política. Entendida esta como el uso del presupuesto total de un grupo de personas para beneficio y consecución de los lujos propios.
Este último sistema de obtención del “poderoso señor” es realmente llamativo y curioso. Pues creo que es un sistema de inversión particular que utilizan ciertas personas, basándose en un sistema fallido, como es el democrático, para generar una curiosa ecuación que beneficia, de manera principal a los primeros. De ese modo, en la realidad de muchos países, los políticos son aquellos que establecen un presupuesto en el que sus salarios, beneficios pecuniarios, lujos de viajes, gastos personales están cubiertos por el estado y que eso lo hacen con el propósito de producir condiciones para apropiarse del patrimonio de los beneficios que le corresponden al pueblo. Construyen, para esto, una falsa sensación de ser responsables directos de lo que le corresponde a los dirigidos por definición. Se ha transformado en tan secundario que el estado brinde lo que el pueblo quiere, que cuando lo hace es mérito del gobierno en si mismo. Es altamente curioso, si pensamos que el político es un gestor de los dineros públicos que el pueblo elige en un sistema que lo encarcela. El pueblo quiere que lo primero que exista sea, por ejemplo, salud y educación y luego los beneficios políticos. Pero en realidad eso no pasa, primero hay beneficios políticos, luego más beneficios políticos, luego beneficios para los que apoyan a los políticos y finalmente algunos beneficios aislados para los gobernados, siempre y cuando el presupuesto alcance.
Este sistema apoyado sobre el poder producirá siempre este tipo de situación, pues está incluida en su propia concepción de la estructura gobernante. Modificar esto conlleva discutir seriamente el orden de prioridad, darnos cuenta que ninguna estructura política puede tener más beneficios que el pueblo en si mismo. Para ello hace falta cuestionar severamente el principio, inexplicablemente aceptado, que dice que ser político implica beneficios, lujos y poderío económico.
Estamos tan lejos de eso, como de hacer que nuestros sistemas de gobierno preferidos sea el que contemple el bien común, basado en la solidaridad como premisa basal, como norma insustituible para el ejercicio del poder. Que en definitiva es construir gobiernos que sean capaces de defender los derechos humanos más allá del propio gobierno incluido.
Sábado, 02 de abril de 2005
Ahora bien, para conseguir el dinero hay tres caminos, no excluyentes, que se pueden tomar: el golpe de suerte, o sea el azar directamente, el trabajo sostenido en rubros que hoy den dinero de forma exponencial (pues conozco mucha gente que nace, vive y muere trabajando y no puede conseguir el dinero que ostentan gente que trabaja en ciertas cosas) y, finalmente, la política. Entendida esta como el uso del presupuesto total de un grupo de personas para beneficio y consecución de los lujos propios.
Este último sistema de obtención del “poderoso señor” es realmente llamativo y curioso. Pues creo que es un sistema de inversión particular que utilizan ciertas personas, basándose en un sistema fallido, como es el democrático, para generar una curiosa ecuación que beneficia, de manera principal a los primeros. De ese modo, en la realidad de muchos países, los políticos son aquellos que establecen un presupuesto en el que sus salarios, beneficios pecuniarios, lujos de viajes, gastos personales están cubiertos por el estado y que eso lo hacen con el propósito de producir condiciones para apropiarse del patrimonio de los beneficios que le corresponden al pueblo. Construyen, para esto, una falsa sensación de ser responsables directos de lo que le corresponde a los dirigidos por definición. Se ha transformado en tan secundario que el estado brinde lo que el pueblo quiere, que cuando lo hace es mérito del gobierno en si mismo. Es altamente curioso, si pensamos que el político es un gestor de los dineros públicos que el pueblo elige en un sistema que lo encarcela. El pueblo quiere que lo primero que exista sea, por ejemplo, salud y educación y luego los beneficios políticos. Pero en realidad eso no pasa, primero hay beneficios políticos, luego más beneficios políticos, luego beneficios para los que apoyan a los políticos y finalmente algunos beneficios aislados para los gobernados, siempre y cuando el presupuesto alcance.
Este sistema apoyado sobre el poder producirá siempre este tipo de situación, pues está incluida en su propia concepción de la estructura gobernante. Modificar esto conlleva discutir seriamente el orden de prioridad, darnos cuenta que ninguna estructura política puede tener más beneficios que el pueblo en si mismo. Para ello hace falta cuestionar severamente el principio, inexplicablemente aceptado, que dice que ser político implica beneficios, lujos y poderío económico.
Estamos tan lejos de eso, como de hacer que nuestros sistemas de gobierno preferidos sea el que contemple el bien común, basado en la solidaridad como premisa basal, como norma insustituible para el ejercicio del poder. Que en definitiva es construir gobiernos que sean capaces de defender los derechos humanos más allá del propio gobierno incluido.
Sábado, 02 de abril de 2005