Detesto la burocracia. Es una frase que juró haber pronunciado varias veces como también certifico haber escuchado hasta el hastío. Pero lo cierto es que la burocracia convive a diario con nosotros. Surge fuerte y firme en casi todos los actos de la vida, desde nacer hasta morirse. Siempre hay papeles, muchos o pocos, que llenar y, lo sabemos, donde hay papeles para completa hay funcionarios para recibirlos y donde hay funcionarios, por el sólo hecho de ser humanos, hay posibilidades de encontrar algún ser humano que sea tan escrupuloso como ineficiente por afanarse en respetar siempre más las formas detallistas que el fondo importante. Son los que se detienen en ver si el color de la tinta es igual en todo el documento antes que ver el resto de las cosas.
La burocracia, en este sentido, podemos decir que nos ganó. Todos la detestamos en mayor o menor grado, pero allí está, omnipresente en nuestras vidas. ¿Será que la batalla por la simplicidad la perdimos o, quizás, que nos hemos convertido en necesitados imperiosos de esa pila de papeles para completar?
Lo cierto que, como pasa muchas veces, no es una cosa ni otra, por ahora. Siempre hay muchas cosas desagradables que simplemente se hacen porque nos guardamos las fuerzas para otras batallas, las que consideramos importantes. Por ello cedemos frente a esos detalles ásperos que nos molestan y hastían en el día a día.
Sólo importa saber si estamos preparados para enfrentar a la burocracia con toda la fuerza de nuestro espíritu, si ella se convertiese en una muralla que nos separe de nuestra felicidad, de nuestra capacidad de estar cerca del otro. Por eso estemos atentos para que nunca la burocracia se convierta en nuestra excusa para evitar lo mejor que tiene el estar vivos, los demás.
Martes, 05 de Diciembre de 2006
La burocracia, en este sentido, podemos decir que nos ganó. Todos la detestamos en mayor o menor grado, pero allí está, omnipresente en nuestras vidas. ¿Será que la batalla por la simplicidad la perdimos o, quizás, que nos hemos convertido en necesitados imperiosos de esa pila de papeles para completar?
Lo cierto que, como pasa muchas veces, no es una cosa ni otra, por ahora. Siempre hay muchas cosas desagradables que simplemente se hacen porque nos guardamos las fuerzas para otras batallas, las que consideramos importantes. Por ello cedemos frente a esos detalles ásperos que nos molestan y hastían en el día a día.
Sólo importa saber si estamos preparados para enfrentar a la burocracia con toda la fuerza de nuestro espíritu, si ella se convertiese en una muralla que nos separe de nuestra felicidad, de nuestra capacidad de estar cerca del otro. Por eso estemos atentos para que nunca la burocracia se convierta en nuestra excusa para evitar lo mejor que tiene el estar vivos, los demás.
Martes, 05 de Diciembre de 2006
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