Saludos de Navidad. Llegan por todos lados. Internet facilitó todo. Podemos reenviar cosas recibidas y hasta crear otras que otros, a su turno, reenviaran. Se podrá ser muy originales o poco, sinceros, racionales, cursis, o lo que fuera y llegar hasta los confines del mundo, solamente es necesario una buena conexión. El mundo globalizado ha permitido que todo sea tan fácil como “universal”.
El 25 llega y el sentido nos permite un poco de redención que anhelamos o por lo menos, aunque siempre inconsciente, que buscamos. Pero lo cierto es que las fiestas de fin de año, como cualquier fiesta, nos permiten acercarnos un poco más a los otros, a los que deseamos fervientemente acercarnos y a aquellos que las circunstancias nos ponen cerca, y al hacerlo les deseamos, con dosis desiguales y poco constantes de protocolo, necesidad, satisfacción, interés, sinceridad, recuerdos, obligación y otras variables, una feliz navidad y hasta un prospero año nuevo.
Sea lo que fuera, lo cierto que llegado a estas épocas nos saludamos en general. Aprovechamos los mensajes lindos, los powerpoints ingeniosos y otras yerbas (los blogs en mi caso) para hacer una expresión de deseo, comprometida, sentida o lo que fuera, como una tentativa de espantar las malas nubes, los penosos recuerdos y los errores cometidos. Es algo bueno, realmente, pues nos da la posibilidad de devolvernos un poco de humanidad perdida, como diría Sabato, aquella que acredita realmente que lo mejor de la vida en esta tierra, lo que produce la felicidad, son las cosas simples que nos hacen compartir un gesto, hacer de lo simbólico una ocasión para estar cerca y buscar al otro de modo que esa persona sea importante por el solo hecho de ser.
Feliz navidad es únicamente una expresión que no siempre adquiere sentido. Tal vez, lo tenga si logramos transformarla en una actitud que dure más que un día y que se prolongue un poco después de la fecha fortuita del calendario. Quizás, así seamos capaces de salvar el mundo.
Domingo, 24 de Diciembre de 2006
El 25 llega y el sentido nos permite un poco de redención que anhelamos o por lo menos, aunque siempre inconsciente, que buscamos. Pero lo cierto es que las fiestas de fin de año, como cualquier fiesta, nos permiten acercarnos un poco más a los otros, a los que deseamos fervientemente acercarnos y a aquellos que las circunstancias nos ponen cerca, y al hacerlo les deseamos, con dosis desiguales y poco constantes de protocolo, necesidad, satisfacción, interés, sinceridad, recuerdos, obligación y otras variables, una feliz navidad y hasta un prospero año nuevo.
Sea lo que fuera, lo cierto que llegado a estas épocas nos saludamos en general. Aprovechamos los mensajes lindos, los powerpoints ingeniosos y otras yerbas (los blogs en mi caso) para hacer una expresión de deseo, comprometida, sentida o lo que fuera, como una tentativa de espantar las malas nubes, los penosos recuerdos y los errores cometidos. Es algo bueno, realmente, pues nos da la posibilidad de devolvernos un poco de humanidad perdida, como diría Sabato, aquella que acredita realmente que lo mejor de la vida en esta tierra, lo que produce la felicidad, son las cosas simples que nos hacen compartir un gesto, hacer de lo simbólico una ocasión para estar cerca y buscar al otro de modo que esa persona sea importante por el solo hecho de ser.
Feliz navidad es únicamente una expresión que no siempre adquiere sentido. Tal vez, lo tenga si logramos transformarla en una actitud que dure más que un día y que se prolongue un poco después de la fecha fortuita del calendario. Quizás, así seamos capaces de salvar el mundo.
Domingo, 24 de Diciembre de 2006
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