Antes que nada una aclaración. Consideramos al estado como el grupo de personas que están encargadas de hacer cumplir las reglas establecidas, siguiendo el orden dado por la constitución que funda a ese estado. El estado es un conjunto de personas circunstanciales que debe procurar una noción de bien común para todos y todas.
Hecha la aclaración debo decir que si pienso, creo, defiendo y promuevo un estado laico. No se adelanten con la inquisición, por favor. Las creencias están omnipresentes en las personas. Las personas creen independiente de las religiones. Estas pueden contribuir –lo hacen de hecho- en fomentar las creencias y ofrecer rituales, siempre necesarios para los humanos.
Un estado laico siempre esta formado por personas que creen, que sienten y viven sus creencias con mayor o menor apego. Con mucho o poco entusiasmo. Con claros ejemplos de maquillaje circunstancial o convicción del momento a momento.
Pretender un estado laico es un acto de fe. Efectivamente es confiar que las creencias que cada uno y cada una que los integran puedan tener se orienten a la idea central que tienen muchas de las religiones: el bien común como un deseo ferviente de integración.
Un estado laico no es contrario a las ideas matrices que gobiernan la verdadera espiritualidad de los seres humanos: pensar en la trascendencia, en la necesidad del otro y en la protección de quienes, permanente o circunstancialmente, necesitamos un buen samaritano.
sábado, 26 de diciembre de 2009
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