Leo en alguna parte: el ser humano es el único animal capaz de reír y de torturar. Como síntesis de un hecho contundente el ser humano no existe fuera de la cultura. De esa red de significantes que construye, destruye y al hacerlo nace, vive, sexea y muere. Entre esas oscilaciones deambula con todos los matices. Si el reír implica el camino a la inteligencia suprema, aquella que permite avizorar la felicidad como una meta asequible, la tortura, por su parte, nos hace cercano a ese infierno que habla Sartre, la sensación de despojo ante la crueldad. No existe razón alguna para que la tortura sea un signo de la humanidad que ansiamos. Es, en ella, donde se reflejan nuestras privaciones, nuestras carencias, nuestras limitaciones, nuestra desazón como género humano. Hoy, la tortura me interpela. Noticias de aquí y de allá me traen a mi memoria colectiva dos situaciones puntuales que pasaron hace años –como ejemplos de una sucesión interminable que se remonta a toda nuestra historia-. Son historias pasadas pero hay algo de cruda actualidad que me subleva, me duele, me golpea, me reclama. Así, la tortura se me representa con un sin sentido que existe y que puede golpear en cualquier momento y, por ello, uno se siente desarmado, desnudo, desprotegido y como remedio inocente, la niega, la reduce al pasado y la cree desaparecida. Sin embargo existe. Por ello clamo por su existencia. Me desespera y, por ello, me surge como grito desde adentro. He defendido en otros escritos la necesidad de una revolución intelectual para avizorar un futuro mejor. En esos escritos he dejado claro que ninguna revolución es revolucionaria si debe utilizar las armas como un recurso inevitable, porque esto conlleva que la tortura, como una alternativa, encuentre los resquicios para volver a crecer. Revolución ya. Es mi grito. Pero no a cualquier precio, porque la revolución que necesitamos debe, antes que nada, proteger a cualquier inocente que esté en el camino, pertenezca a los que están de mi lado o del contrario. Mientras no lo pensemos así, la revolución serán parches para nuestras utopías.
Domingo, 20 de diciembre de 2009
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