Hoy fui feliz. Un momento, porque nunca es más que un momento. Luego, pensé que la difícil tarea de obtener momentos de felicidad es parte de nuestra humanidad.
Sé que, generalmente, no somos felices el tiempo todo. Vamos descubriendo, construyendo, sorprendiéndonos, acercándonos –a veces, lamentablemente, también huyendo- de momentos de felicidad. Esos pequeños instantes –que pueden durar mucho- en los que nuestro universo nos permite la alegría. Allí pensé que la felicidad, tal vez, sea aprender a saborearlos, compartirlos, vivirlos lo más plenamente posible.
Si uno recuerda esos momentos podrá hacer su propio collage de felicidad. Ese que nos permite abrigarnos, sentirlo y, sin dudas, es fundamental, para ofrecer a los demás un poco de felicidad. Un collage que tiene sentido para uno mismo, principalmente. Un excelente collage es el mejor, es decir, aquel que tiene colores, texturas, materiales y formas diferentes. La felicidad, seguramente, se asemeja a eso y por ello, sería lindo pensarla como un caleidoscopio, aún compartiéndolo cada uno verá una imagen propia que deberá encender las sonrisas.
Hagamos nuestro propio collage y dejemos que los demás también lo hagan y por ello no retaceemos nunca el ser ese color, esa textura, esa forma, ese material que permite que otro sea un poco feliz, un poco más, un poco mejor.
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