Los seres humanos vivimos relacionándonos. Las relaciones son,
definitivamente, nuestro hábitat real. Encontrarnos, separarnos,
conflictuarnos, disfrutarnos, acercarnos, alejarnos, hablarnos, estimularnos,
destruirnos, amarnos, entre tantas cosas….siempre unos con otros. He aquí el
sino de nuestra humanidad, donde radica toda la amplitud de su universo y,
también, de su abismo.
Entre todas esas relaciones que experimentamos a lo largo del tiempo
algunas de ellas son imprescindibles para nuestro “ser y estar” en nuestro “hoy”.
Son aquellas que nos aportan el estímulo necesario para crecer, para moldearnos
de la manera más significativa, en lo bueno y, lamentable pero real, en lo
malo. Me refiero a esas relaciones que son importantes porque nos han permitido
un paso más en nuestro andar, porque nos han acompañado en algún trecho de ese
andar, ya sea porque nos han retrasado o, tal vez, desviado, o porque nos han
permitido creer en utopías, que como dice el poeta sirven para caminar, y al
hacerlo, nos permitieron creer que podían ser reales y que por ello pudimos
hacer realidad otras cosas, en ocasiones.
Relaciones donde muchas cosas van y vienen. Nunca en la misma
cantidad, ni en la misma forma, ni en la misma duración. No son pocos los que,
por ejemplo, siguen amando, cuando la otra persona ya no lo hace o no puede
hacerlo más.
Las relaciones siempre serán así, variadas: vertiginosas y calmas;
sencillas y opulentas; siempre interesadas, tantas veces sentidas, algunas
veces reciprocas. Algunas de ellas aportan todo el universo, otras lo efímero
del instante que ya paso. Todas, absolutamente todas, válidas, aunque no
siempre todas deseadas.
Lo que importa, por ello, tal vez sea que uno pueda decidir algunas
pocas relaciones, las que considere importantes, en función no de la
reciprocidad sino en función de lo que uno cree que puede, debe, siente que da
y en esas ocasiones procurar tener la exactitud del orfebre. Lo demás es algo
que nos excede.
Ojalá, todos y todas experimenten ese “kid” alguna vez en sus relaciones. Quizás sea el comienzo de un gran amor, o de la nada o, tal vez, quién
sabe, de una “beautiful friendship” (Bogart dixit).