Una de las terribles ofensas que algunos seres humanos creen recibir de su prójimo es el olvido del cumpleaños. De pronto, el gesto de no recordar el inicio oficial de una vida parece ser que conjuga el olvido, la indiferencia y el desatino como prueba irrefutable del sentimiento que ya dejó de ser. Algunos hasta llegan a pensar que ese olvido es la prueba suficiente del quiebre definitivo de una relación de cualquier tipo. Tanta importancia le dan que desactivan parte de su alegría para poder regodearse con la existencia del olvido como prueba irrefutable del oprobio.
Sé que, a veces, el olvido es realmente una opción, una realidad, un hecho irrefutable. Pero bueno la vida es así. Llena de cosas que pasan, de recuerdos que alimentamos, de experiencias nuevas y de esas pocas joyas que atesoramos para uno: momentos reales. Pero no me desvío mucho, hoy, volvamos al olvido.
Yo, particularmente, he asumido que los cumple son fechas circunstanciales que permiten que algunos se acuerden y que tengan una buena excusa para hacer lo que les gusta hacer, compartir contigo un momento, acordarse seriamente de lo bueno compartido y darse el gusto de celebrarte con algún festejo, con algún presente, con un definitivo, sincero y elocuente gesto de cariño que nace del fondo mismo del ser. Es como un pase para permitirse la elocuencia de los gestos y la prueba sincera de un sentimiento que se arraiga en momentos compartidos.
Por ello, para mi, los olvidos pueden tener un encanto también particular. Porque el olvido circunstancial puede permitir que la alegría de ese momento pueda ser exteriorizado en otro momento, es como hacer extensivo la alegría para otro momento. Después de todo, esa gente que en el día del calendario se olvidó, de repente se acuerda y al autorizarse, con disculpa o no incluida, a celebrarte en otro momento con la misma alegría tiene que ser visto como una verdadera maravilla.
Sé que, a veces, el olvido es realmente una opción, una realidad, un hecho irrefutable. Pero bueno la vida es así. Llena de cosas que pasan, de recuerdos que alimentamos, de experiencias nuevas y de esas pocas joyas que atesoramos para uno: momentos reales. Pero no me desvío mucho, hoy, volvamos al olvido.
Yo, particularmente, he asumido que los cumple son fechas circunstanciales que permiten que algunos se acuerden y que tengan una buena excusa para hacer lo que les gusta hacer, compartir contigo un momento, acordarse seriamente de lo bueno compartido y darse el gusto de celebrarte con algún festejo, con algún presente, con un definitivo, sincero y elocuente gesto de cariño que nace del fondo mismo del ser. Es como un pase para permitirse la elocuencia de los gestos y la prueba sincera de un sentimiento que se arraiga en momentos compartidos.
Por ello, para mi, los olvidos pueden tener un encanto también particular. Porque el olvido circunstancial puede permitir que la alegría de ese momento pueda ser exteriorizado en otro momento, es como hacer extensivo la alegría para otro momento. Después de todo, esa gente que en el día del calendario se olvidó, de repente se acuerda y al autorizarse, con disculpa o no incluida, a celebrarte en otro momento con la misma alegría tiene que ser visto como una verdadera maravilla.
Tal vez, los olvidos sean la única forma que tengamos de cumplir años más de una vez por cada 365 días.
Domingo, 20 de Noviembre de 2005
Domingo, 20 de Noviembre de 2005