miércoles, diciembre 12, 2012

Mortalidad



Hoy, como todos los días, alguien muere y se recuerda la muerte de alguien. Una verdad dado el simple hecho que somos seres mortales. Una vez que nacemos, sabemos, a ciencia cierta, que moriremos. Con la evidencia certera de ciencia y creencia. No existe en esta tierra la persona inmortal, más allá de nuestras posibles creencias. Por ello, cuando alguien muere hacemos algo al respecto. Es imprevisible, tantas veces, la muerte, pero no lo es los rituales que organizamos para ello. Esos rituales también definen nuestra humanidad, aunque de maneras diversas según los lugares, valga decirlo.
A pesar de esa obviedad de ser mortales, también podemos afirmar, sin dudarlo, que el recuerdo de muchas de las personas que ya no están con nosotros se mantiene como una realidad constante, permanente y viva. Este hecho también define nuestra humanidad. Recordamos de manera diferente, rica, circunstancial, sufrida, intensa, motivadora, inquieta, consciente e inconsciente a personas que ya no están con nosotros. Lo hacemos con imágenes, palabras, rituales, fotografía, anécdotas, frases, diálogos, escritos, con presencias y ausencia. Recordamos de la única forma que podemos hacerlo con el eco que produce su ausencia en nuestra alma. Esto es, sin dudas, lo que nos hace definitivamente humanos.
Las personas que no están toman la dimensión del camino que nos acompañaron, que nos permitieron ser, que nos ofrecieron señales para que ese andar que hacemos en esta vida sea más nuestro. Esas personas -hoy, esa persona, que ya no está- no sabrá el efecto que produce su ausencia (si podemos repetir que lo sabe, por intuición religiosa, o creencia cósmica, pero no lo sabemos, lo sostenemos por fe, válida y bajo ningún punto de vista, cuestionable).
Por ello, sintamos siempre, como humanos reales, a quienes no están, pero, como mortales también reales, aprovechemos, aún más la vida para decir, de tantas maneras posibles, lo bueno que estén a aquellas personas que sabemos, a ciencia cierta, que lloraremos su ausencia cuando, indudablemente, ella sea definitiva.

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