La felicidad,
pensé, es un continuo que está asociado al ser humano. No es sólo un estado al
que se llega, que incluye un opuesto negativo, la infelicidad. Es como una
constante que acompaña al ser humano, una constante que no puede evitar, ni
dejar de relacionar su vida con ella. Es, podemos decir, constitutivo de su
naturaleza.
Así, de vez en
cuando, sé es feliz. Ojalá, muchas veces y mucho tiempo, otras, esperemos que
casi nunca, la infelicidad se hace presente. El resto del tiempo estamos en
estados intermedios –mi hipótesis es que para muchos, es la mayoría del tiempo-.
El estado intermedio es esos periodos en donde no somos infelices pero no está
potenciada nuestra felicidad. Donde el talento, mejor dicho, los talentos innatos
no están utilizados al 100 %. Donde circunstancias, decisiones, prejuicios,
limitaciones u otros nos impiden explotar todas las capacidades que disponemos
o, en el peor de los casos, que podemos disponer con un poco de ejercicio.
Si, la felicidad
se puede ejercitar. Esta es una segunda conclusión. Se puede ejercitar como un “músculo”,
aunque aclarando que eso no quiere decir que la felicidad sea un músculo. Uno
es feliz con lo que tiene, no con lo que debería tener o lo que va a tener.
Pero con eso que se puede, debe o tendrá se podrá, tal vez, ser aún más felices
o, valga decirlo, más infelices.
Lo tercero es que
la felicidad es felicidad porque se comparte, como la humanidad misma. Por eso
somos felices en relación a otros, aunque no estén; somos felices recordando
cosas compartidas, sin que eso sea ancla; somos felices por expectativas que
tenemos de lo que pasará en algún encuentro, aunque lo veamos lejanos; somos
felices, también y especialmente, en el presente en que nos permitimos el
intercambio simple y concreto de los gestos que ofrecemos. Esa especie de ventana que nos permite ver un poco más, un poco mejor.
A veces, no
estamos siendo lo felices que podemos, eso es seguro. Pero no por ello somos
infelices. Esta sutil diferencia no debe ocultar que debemos permitirnos
explotar aún más nuestros talentos para la felicidad, permitirnos que ellos
generen ese clima que nos auto-abastece de felicidad y que es tan inconmensurable
que, seguramente, puede generar un poco más de felicidad para los demás.