La ansiamos, la buscamos, la encontramos. Magia es la intención que las cosas se transformen súbitamente. Magia es lo que es maravilloso y que, al mismo tiempo, se renueva y se pretende que se mantenga intacto. Magia es, también, el encuentro que funciona con el otro. Como si el puzzle, que sabemos que hay con los demás, encaja en ese instante sin trabajo. Por ejemplo, haciendo que el diálogo fluya y parezca infinito. Transformando la misma caricia repetida en una experiencia renovada. En definitiva, magia es lo que hace que un momento sea la eternidad sintetizada y un poquito más. Magia es el nombre que usamos para lo que pensamos imposible y se hace verdad. Magia es lo que no queremos ponerle nombre ni reconocerlo como ansiado y que se hace real. Magia es, tal vez, en ocasiones el nombre que usamos para la esperanza que nutrimos callando.
La magia, sigue siendo el sendero que nos deleita por el andarlo, la luz que nos permite percibir y saborear la simplicidad de lo complejo en los gestos elementales que tenemos. La magia, en definitiva sigue siendo esa forma que tenemos de permitirnos la sorpresa, la ternura, la sonrisa, la alegría, la maravilla conjunción de la felicidad en un acto que, como siempre nos desnuda aunque nadie vea, necesariamente, nuestra piel.
Si, invito a la magia, a creer en ella no porque solucione cosas -es sería una ingenuidad negativa - sino porque creo que ella da el entusiasmo necesario para henchir el espíritu que nos puede predisponer para buscar soluciones, siempre reales para la vida misma.