lunes, julio 15, 2013

Relaciones y límites


Las relaciones, me resultó evidente estos días, se definen por límites. Como los que nos rodean. Algunas veces son claros y contundentes. Como marcados con muros y con puestos fronterizos que exigen visados para poder traspasar las barreras. Otras veces, como lo de las comunidad europea, un espacio común que se puede recorrer tranquilamente, aunque sea aparentemente. También los hay como esos que separan provincias u estados, donde el límite no es nada preciso y tampoco importa tanto, -hasta que importa, pero eso es otra cuestión-. Así, existen límites que si uno los atraviesa no son un problema y otros, que al hacerlo es una declaración de guerra. Aquellos donde uno es realmente un extranjero para el otro y otros donde un es acogido con un acto de entrega del otro. Limites que marcan, establecen, señalan y dan derechos o imponen deberes. Limites donde la guerra surge, el conflicto se hace un riesgo permanente y otros, donde la simplicidad de los limites está en la intención de los gestos.
¡Sí! Las relaciones se pueden definir por límites. Limites corporales –a qué parte del cuerpo del otro y del mío puedo tocar, por ejemplo- límites de la palabra que cosas puedo compartir, decir, preguntar, inquirir- límites de las emociones –aquellas que podemos mostrar y no- límites de todo tipo que marcan, sobre todo, como somos y como nos permitimos el encuentro. Cada persona tiene sus límites, cada persona tiene su forma de considerar el mundo, de ver las cosas y, con ello, de hacer que todo sea un poco más simple, o más complejo.
Las relaciones implican, en este sentido, el contacto con límites donde todo o nada pasa. Límites que deberían depende siempre de dos. Nunca de uno. Este juego permanente, constante de buscar espacios comunes, de guardar espacios propios y de permitirse el lujo de ser dueño de ese lugarcito donde uno es el simple soberano de su decisión. En definitiva es allí el secreto para poder compartir. El tener algo que es de uno sólo y por ello es capaz de ofrecerlo con la generosidad que sólo da la exclusividad de poseerlo. Aunque lo de tantas veces.

Vivan los límites, abajo las fronteras. Bienvenido el andar. 

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